Del minuto 02:56:33 hasta el 03:21:42. Y del 03:23:49 al 03:34:27. Dos fragmentos de la grabación de las cámaras de vigilancia de un bar de Talavera de la Reina (Toledo) podrían ser esenciales para resolver si el pasado 18 de noviembre se produjo una agresión sexual en el local. Sin embargo, esos minutos han desaparecido.
18 de noviembre de 2021. Aquel jueves de invierno, tres veinteañeras —Paula, Irene y Claudia— acudieron al club pasada la medianoche. En torno a las 3.30, las jóvenes salieron del local. El día 21, Paula denuncia ante la Policía que, en ese lapso, el dueño del bar —Alfredo— y un camarero —Kevin— la habían forzado tras la barra.
Ambos son ciudadanos dominicanos, nacidos en 1984 y 1972, respectivamente, tal y como trasladan fuentes policiales a EL ESPAÑOL. Y están en libertad provisional, aunque deben alejarse, como mínimo, 300 metros de la presunta víctima.
Según el testimonio de la chica, los dos varones invitaron a las tres amigas a un par de rondas. En torno a las 2.30, los últimos clientes abandonaron el local, pero los cinco se quedaron dentro, con la llave echada. Apagaron las luces y sólo dejaron iluminada la zona del billar. Incluso, tal y como manifestó ante la Policía, les ofrecieron consumir cocaína, que las jóvenes rechazaron.
Paula contó a los investigadores que pidió al dueño del bar poder cargar su móvil en el enchufe que está al lado de la caja registradora. Y que ambos hombres la acompañaron hasta la barra y, tras ella, Alfredo la habría sujetado fuertemente del cuello, con la intención de tenerla inmovilizada y facilitar tanto que Kevin como él pudieran manosearla. Pechos, cuello y partes íntimas, relató.
Por ello, se quedó paralizada, con miedo a gritar y a avisar a sus amigas, que continuaban escuchando música y mirando sus teléfonos junto al billar. Ya en el coche, de acuerdo con el testimonio de las otras dos amigas, Paula sufrió un ataque de ansiedad.
Ante la Policía, los dos hombres negaron los hechos. EL ESPAÑOL ha tenido acceso a sus declaraciones.
El 22 de noviembre, Kevin, el camarero, manifiesta en el interrogatorio que ni él ni su jefe abrazaron ni besaron a ninguna de las chicas. Y asegura que, cuando las jóvenes deciden abandonar el club para ir a comprar tabaco, él facilita el terminal a Paula, a quien había acompañado hasta el enchufe. También manifestó que no sabe quién tiene acceso a las cámaras de seguridad del club.
Por su parte, el dueño del local declaró que las jóvenes le pidieron que reprodujese canciones con su móvil, que estaba conectado a los altavoces de la sala. Pero, en todo caso, negó haber besado, manoseado o inmovilizado a ninguna de las jóvenes. Su camarero, dijo, acompañó a Paula tras la barra, para cerciorarse de que no le robara. Y confió en que fuesen las cámaras de su local —que puso a disposición de la comisaría— las que demostrasen su inocencia.
El sistema de videovigilancia grabó parte de lo sucedido aquella noche. Una de ellas captó a Paula preguntando al camarero por el enchufe. Y al dueño del local dando varios besos en la mejilla a la joven, hasta que ella se queja: "Ay, me haces daño en la espalda". Pero, los momentos clave para el caso—del 02:56:33 al 03:21:42 y del 03:23:49 al 03:34:27— han desaparecido de la grabación. Las cintas saltan, sin continuidad, de un minuto a otro.
¿Dónde están los fragmentos?
Para tratar de desentrañar el misterio, la defensa de Paula, ejercida por Verónica Soto, de Óptima Abogados, ha solicitado al Juzgado de Instrucción número 4 de Talavera, que investiga los hechos, que requiera a Alfredo para que indique la compañía de seguridad a la que pertenecen las cámaras.
Sospechan, además, que el acusado las podía controlar desde su teléfono móvil, ya que habría manifestado a una de las chicas, durante aquella fiesta, que podía ver desde su móvil, en tiempo real, lo que ocurría en el bar.
En un escrito dirigido a la jueza Almudena Navarro, fechado el 17 de febrero, la abogada solicita que la empresa confirme si se pueden recuperar los fragmentos borrados y especifique desde qué dispositivo se eliminaron y cuándo.
Y también pide sumar a la causa las fotografías que la supuesta víctima se realizó a sí misma, con su propio teléfono, lo que ayudaría a demostrar la fecha y hora de las lesiones. Dichas imágenes fueron difundidas en redes sociales por Paula y sus amigas, junto a un texto en el que narraban su versión de los hechos y que no tardó en circular por Talavera. "Aún siento (...) sus manos agarrándome el cuello, (...) comenzaron a penetrarme sus sucios dedos mis partes íntimas", relató.
El cristal roto
Pero no son sólo dos los fragmentos borrados de las tarjetas microSD. Hay otro vacío más en el metraje, en la grabación de una cámara que apunta a la salida del local y que funciona simultáneamente a las otras. En ella, se aprecia un corte del minuto 03:22:55 al 03:35:05.
Casi dos horas más tarde, a las 05:11:08, se ve un Ford Fiesta, que se para frente a la discoteca. Del coche baja una joven, que se tapa con un abrigo, pero lleva la misma ropa que Irene. Mira al interior del bar. Otra chica se apea del vehículo y se acerca a la cristalera del local segundos antes de que se escuchen varios golpes.
Alfredo, dueño del club, acusa a las jóvenes de haber roto el cristal de la entrada del club —ellas lo niegan—, que apareció hecho añicos la mañana siguiente. Según manifestó a los agentes, se quedó a dormir en un colchón en el interior del bar una vez las chicas se marcharon. Días después de la supuesta agresión, la fachada del establecimiento apareció llena de pintadas: "Violador, a la cárcel", "gordo", "hijo de puta", "muere", "maricón"...
Los delitos
De momento, tanto Alfredo como Kevin están siendo investigados en esta causa. Y no sólo por la supuesta agresión sexual, sino por un posible delito contra los derechos de los trabajadores (el primero) y por infracción de la Ley de Extranjería (en el caso del segundo).
Durante la instrucción, la Policía descubrió que Kevin posee un pasaporte de la República Dominicana, sin sello de entrada. Lleva cinco años en España, "sin haber realizado ningún tipo de trámite para regularizar su situación en nuestro país", reza el atestado policial.
Tampoco tenía un contrato formal para trabajar en el bar, sino que, según manifestó, cobraba 5 o 10 euros por colaborar con Alfredo. Este último admitió que su compatriota no es empleado suyo, sino una persona que le ayuda esporádicamente.
Si se confirmase que alguno de los dos ha borrado las imágenes, podrían enfrentar, además, un posible delito de destrucción de pruebas. A ambos se les han recogido muestras de ADN bajo sus uñas, para estudiar si coinciden con las de los rasguños que presentaba Paula en cuello y torso.
Las otras dos amigas, cuando testificaron, reconocieron que aquella noche el interior del bar estaba muy oscuro. Sólo había luz en la zona del billar. Claudia sí admitió que Paula, tras volver de la barra, en la que estuvo "un par de minutos o tres", estaba tensa y les pidió insistentemente que la acompañaran a la calle a comprar tabaco, como finalmente hicieron.
El informe forense del Instituto de Medicina Legal de Ciudad Real y Toledo del 21 de diciembre, redactado a petición del Juzgado, concluyó: "La data de las lesiones [de Paula] y su mecanismo de producción resultan compatibles con el relato de los hechos que realiza la persona reconocida".
El análisis clínico de la unidad psicológica del Hospital Nuestra Señora del Prado, fechado en enero de 2022, le diagnosticó un trastorno de estrés postraumático, debido a su "ánimo bajo", sus pesadillas y los "flashbacks de lo ocurrido" que recoge la doctora. Para aclarar ese lo ocurrido serán esenciales ahora los fragmentos de vídeo desaparecidos de las cámaras de seguridad.
[A fin de preservar la intimidad y el honor de los acusados, las testigos y la denunciante, todos los nombres personales empleados en el texto han sido sustituidos por otros ficticios].