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El hidrógeno verde, aquel que se produce mediante fuentes de energía renovables, será la alternativa al gas natural dentro de la economía mundial, pero “sólo a largo plazo”. Así lo creen los expertos que han participado en el I Observatorio de la Energía, organizado por EL ESPAÑOL e Invertia.

“Hay que desarrollar el hidrógeno con pasos sensatos y pragmáticos. Ya está siendo una alternativa al gas natural, pero no sé si verde, azul o de otro color. En un medio o largo plazo, el hidrógeno verde lo será, pero a corto plazo hay que ser un poco daltónico para que la transición ecológica sea justa y asequible”, ha reconocido Nacho Casajús, Global Strategy & Growth lead de Exolum.

La oportunidad de reindustrializar Europa con energías verdes asequibles está ahí. “Tenemos tecnólogos que no tienen nada que envidiar a los americanos, electrolizadores, la capacidad de producción, etc. Pero la regulación tiene que ser flexible para adoptar todas estas tecnologías, aunque en un inicio no sean lo verde que quisiéramos. Se trata de descarbonizar la economía a largo plazo”. Casajús lo ha resumido con un popular refrán español: “Vísteme despacio que tengo prisa”.

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Y dentro del Viejo Continente, la posición de España es muy favorable para encabezar la transición energética. “La demanda de este tipo de energías viene, sobre todo, del norte de Europa. En España contamos con fácil acceso a eólica y solar, tenemos terreno, capacidad industrial y capacidad técnica para generar, para cubrir nuestra propia demanda y exportar al norte”. Así, considera Natalia Latorre, directora general de Transición Energética de Enagás, el reto está en “crear infraestructuras para llevar el hidrógeno desde donde se genera hasta donde se demanda”.

En este sentido, la calificación del proyecto H2Med como de Interés Común por la Comisión Europea ha facilitado y clarificado los pasos a dar en la construcción de esas infraestructuras desde el sur hasta el norte de Europa. Unas infraestructuras que deberán estar listas para el 2030 con el objetivo de que se usen en la siguiente década.

Y es que, tal y como confía Latorre, “la transición energética ha llegado al mundo para quedarse, es imparable. Incluso en Estados Unidos, por mucho que quien gobierne sea Donald Trump y se vuelque de nuevo más con el petróleo y el gas de origen fósil”.

En el particular de Europa, gracias a la ambiciosa hoja de ruta de la UE en materia de transición energética o ecológica, “hemos pasado de ser una economía dependiente a una economía exportadora en materia energética”, ha recordado Carlos Giner, chief commercial officer de Commercial & Clean Energies de Moeve.

Un ejemplo es la reconversión de Moeve, la antigua Cepsa: “Hemos desinvertido el 70% aproximadamente de nuestras operaciones de exploración y producción de crudo, para dirigirnos hacia energías limpias y verdes, principalmente hidrógeno y sus derivados y los biocombustibles”.

Volviendo a los diferentes horizontes temporales, Giner apunta hacia el metanol como la solución idónea de transición para el corto plazo, mientras que el amoniaco coge fuerza para el largo plazo. En transporte por carretera, marítimo o aéreo. Si bien “el desarrollo de nuevos motores para aviación se va a llevar casi todos nuestros desvelos, porque la opción es metanol verde, amoniaco verde o GNL… o ninguna otra”.