Autoridades, premiados, queridos patrocinadores, queridos amigos, compañeros . Hoy es un día de sentimientos aparentemente encontrados. Para todos los que hacemos EL ESPAÑOL este es, no puede dejar de ser, un día de inmensa alegría.
Lo que ha conseguido EL ESPAÑOL en sus cinco años de vida supera todas nuestras expectativas y nos hace rebosar de legítimo orgullo.
Tenemos 23 millones de usuarios únicos en España y más de 70 millones de lectores en todo el mundo. Hace dos meses superamos a El País, el mes pasado superamos a El Mundo y este mes hemos superado al ABC.
Desde hace más de un año somos los líderes nativos digitales. Siete de cada diez internautas españoles leen EL ESPAÑOL. Tenemos quince mil suscripciones, 5.500 accionistas y un consejo de administración integrado por grandes personalidades de la vida española.
Estamos en el podio de la audiencia y la influencia, tenemos una cuenta de resultados saneada y la continuidad de nuestro empeño está garantizada para la próxima generación.
¿Qué más podemos pedir cuando tantos auguraban -y deseaban- que esta tercera salida de don Quijote terminara con un monumental batacazo? Sólo me queda dar las gracias a todo el equipo empezando por Mamen Vázquez, Miguel Ángel Mellado o María Peral y concluyendo por cada becario.
Pero la celebración de este éxito, semi embozados en nuestras mascarillas, esta noche en que ha entrado en vigor un nuevo Estado de Alarma, nos produce una simétrica sensación de malestar y tristeza. Porque tiene lugar en medio de una calamidad que se traduce en el dolor y la miseria de muchos compatriotas.
Es casi una sensación de vergüenza por prosperar en medio de la desdicha colectiva. Algo así como lo que reflejaba aquella línea del guión más citado de la historia del cine: “El mundo se desmoronaba y nosotros nos enamoramos”.
Dan ganas de pedir perdón por encontrar espacios de felicidad personal y profesional, en medio de la tragedia, pero esta contradicción es tan sólo aparente. Fíjense en lo que escribió José María Blanco White en 1810 al fundar la primera publicación bautizada como El Español: “No porque la situación de España sea muy triste al presente, se han de cerrar los ojos a la esperanza”.
Una de las funciones más nobles del periodismo es contribuir a difundir los buenos ejemplos para que sirvan de pauta de conducta y espejo de emulación. Eso es lo que hemos venido haciendo con estos Leones de EL ESPAÑOL que hoy entregamos
Y si un Español como el suyo sirvió de cauce a la esperanza también puede y debe hacerlo el nuestro. La utilidad de los medios de comunicación en estas situaciones límite y la actitud con que venimos afrontando la pandemia desde EL ESPAÑOL atenúan esa mala conciencia y nos permiten compartir con serena sobriedad con nuestros accionistas, suscriptores y amigos este espectacular balance.
Una de las funciones más nobles del periodismo es contribuir a difundir los buenos ejemplos para que sirvan de pauta de conducta y espejo de emulación. Eso es lo que hemos venido haciendo con estos Leones de EL ESPAÑOL que hoy entregamos.
Este año tienen un significado especial pues premiamos con el León a la Trayectoria Deportiva a un entrenador de baloncesto como Pablo Laso, el mago de los 20 títulos en menos de diez años, que ensambla los más dispares talentos en un engranaje pautado para la excelencia.
Cuánto se parece su trabajo sobre la pizarra en los últimos minutos del partido al del director de un periódico decidiendo la portada bajo la presión de acontecimientos aún inciertos. Cada vez le admiro más cuando gana y le entiendo mejor cuando pierde.
Premiamos con el León a la Trayectoria Empresarial a un líder innovador, exigente y autoexigente, como Francisco Reynés, que ha mostrado el rostro humano de nuestro capitalismo durante la pandemia y está destinado a ser uno de los principales actores de la transición energética que canalizará los fondos europeos para dotarnos de un crecimiento sostenible.
Cuanto más conozco su veta humanística, más me doy cuenta de lo importante que es para un ingeniero tomar decisiones estratégicas conociendo la opinión de Spinoza, las observaciones de Bertrand Russell y lo que por analogía hubiera hecho Winston Churchill.
Y premiamos, de manera muy especial, con el León a la Solidaridad a nuestras Fuerzas Armadas que vienen realizando un despliegue eficiente y arriesgado para suplir todas nuestras carencias en las peores fronteras de la lucha contra el virus.
Basta escuchar los testimonios de los protagonistas de las operaciones Balmis y Baluarte para constatar que nunca las “Fuerzas” de la determinación y el afán de servicio han estado mejor “Armadas” por la generosidad y la compasión humanas.
Habrá un antes y un después en la percepción que la sociedad española tiene de sus ejércitos y este emocionante redescubrimiento siempre estará ligado al nombre de Margarita Robles. Hoy, como hace 25 años, quiero rendir un especial tributo a su compromiso con los principios constitucionales, el Estado de Derecho y los valores democráticos.
Pero, en las actuales circunstancias, un periódico no sólo puede y debe iluminar las conductas ejemplares.
La lucha contra la pandemia es un desafío para la ciencia, la industria y la política y no hay tarea más digna que la de estimular su colaboración como acaba de hacer EL ESPAÑOL en el Simposio de su Observatorio de la Sanidad.
Necesitamos que las razones dominen a las emociones y el conocimiento empírico a las intuiciones improvisadas. Como le explicó el filósofo estoico Posidonio al ilustre visitante que le encontró postrado por la enfermedad: “Quiera Dios que jamás el dolor tenga tanto ascendiente sobre mí, como para impedirme discurrir y hablar de él”.
Debemos evitar que el dolor y menos aún el odio, la cólera o la demagogia turben nuestra inteligencia en la lucha contra la Covid. Por eso insisto en que España necesita dos vacunas: la vacuna contra la Covid y la vacuna contra los extremismos.
La primera tenemos que importarla, pero de la segunda tenemos la patente. Se llama consenso constitucional y debo reconocer con alegría que, después de un largo tiempo de ausencia, volvió a vislumbrarse el pasado jueves en el gran discurso del jefe de la oposición y en la oportuna iniciativa del presidente del Gobierno.
Debemos evitar que el dolor y menos aún el odio, la cólera o la demagogia turben nuestra inteligencia en la lucha contra la Covid. Por eso insisto en que España necesita dos vacunas: la vacuna contra la Covid y la vacuna contra los extremismos.
Ojalá también en eso haya un antes y un después. Ojalá entre los seis meses de Estado de Alarma que propone el Gobierno y los dos que ofrece la oposición quepa un término medio.
Los grandes acuerdos de Estado deberían ser un elemento clave para que fructifique la “esperanza” que Blanco White enfatizó en ese primer número de El Español, tras constatar la tristeza del presente: “La España renacerá más gloriosa, si no se deja apagar el fuego del patriotismo… Luces necesita la España que valor penetra con sus naturales”.
Mantengamos vivo ese “fuego del patriotismo” -constitucional, por supuesto-, iluminemos ese camino que nos hará “renacer”. Sumemos el “valor” de cada uno, al “valor” de los demás.
Hagámoslo juntos a la sombra de un león, capaz de rugir o de aquietarse, velando siempre por el bien común. Y el año próximo, en un acto como este, podremos comenzar a narrar la crónica de una victoria que, por su dificultad, nos parecerá gloriosa.
Muchas gracias y un abrazo fraterno, muy especial para todos.