Las mujeres de Mariúpol reciben hoy el León de El Español: "Lo que vivimos allí fue un genocidio"
Kateryna Polishchuk y Olha Andrianova narran el infierno que sufrieron en la guerra de Ucrania. En el séptimo aniversario de este periódico recogerán el premio León a la Solidaridad.
3 noviembre, 2022 03:01Tres días, dos trenes y un avión han tardado Kateryna Polishchuk y Olha Andrianova en llegar a Madrid desde Kiev. Tienen 21 y 30 años, respectivamente, y aunque reconocen que "el viaje ha sido complicado", no hay atisbo de cansancio en sus rostros. Estas dos mujeres, que recibirán el premio León a la Solidaridad de EL ESPAÑOL este jueves, vienen a denunciar el infierno que vivieron en Mariúpol la pasada primavera. Y para eso ninguna distancia es demasiado larga.
Kateryna estaba entre los combatientes ucranianos que durante 82 días permanecieron atrincherados en los túneles de la planta siderúrgica de Azovstal. Sus canciones en medio de la oscuridad, con el ruido ensordecedor de las bombas de fondo, convirtieron a esta joven paramédica en un símbolo de resistencia.
Cuando el presidente del país, Volodímir Zelenski, anunció la rendición -"Ucrania necesita a sus héroes con vida", dijo-, Ptashka, el apodo que el país le dio a su Pajarito, fue detenida por las tropas rusas. Permaneció en cautividad cuatro meses, hasta que fue puesta en libertad en un intercambio de prisioneros el pasado 22 de septiembre.
[Las mujeres de Mariúpol, BHL, Carlo Ancelotti y José Manuel Entrecanales, Leones de EL ESPAÑOL]
Esta es la primera vez que pisa suelo extranjero desde que empezó la guerra. "Bueno, estuve en Rusia, pero no me gustaron los hoteles", bromea. Con cada pregunta, Kateryna coge aire. Luego responde decidida mientras retuerce las manos, marcadas con dos profundas cicatrices. Sólo las libera para consolar a su compañera.
A Olha se le quiebra la voz cuando recuerda a su marido Serhii, un soldado del batallón Azov que también fue capturado tras la rendición de la acería de Mariúpol. Para traerlo de vuelta a casa, Olha, junto a otras mujeres, recorrió Europa durante meses en busca de ayuda. El 29 de julio, una bomba masacró el centro de detenidos de Olenivka, en la región del Donbás. El nombre de Serhii estaba entre el de los fallecidos. "Todavía estoy esperando que las pruebas de ADN lo confirmen", dice. Mientras, Olha promete seguir haciendo todo lo que esté en su mano para rescatar a los últimos soldados de Mariúpol. "No vamos a parar", advierte.
P. Han pasado ya más de 250 días desde que Rusia decidió invadir Ucrania. ¿Cómo recuerdan el inicio de la guerra?
Olha Andrianova. Me desperté con la llamada de una amiga, la mujer del comandante del regimiento al que pertenece mi marido. Me dijo que habían comenzado los bombardeos. Por la tarde ya me di cuenta de que la cosa iba en serio. Rusia estaba atacando Irpin, Bucha y otras ciudades cerca de Kiev.
¿Lo esperaba?
Olha. Mi marido lleva defendiendo Ucrania desde 2014 [cuando Rusia se anexionó ilegalmente la península ucraniana de Crimea y parte de Donetsk y Lugansk]. Yo he sido voluntaria durante años, así que estaba en alerta.
P. ¿Qué fue lo primero que hizo?
Olha. Comprar medicamentos, alimentos y otras cosas para mandar a Mariúpol. Sabía que Serhii y sus compañeros iban a necesitar toda la ayuda posible.
P. Kateryna, usted, a sus 21 años, decidió alistarse como voluntaria al Batallón Médico de Hospitalarios e ir al frente en Mariúpol. ¿Qué le llevó a tomar esa decisión?
Kateryna Polishchuk. De pequeña siempre había soñado con ser cantante de ópera, pero cuando cumplí 13 años y empezó la invasión rusa del Donbás mis planes y prioridades cambiaron radicalmente. Tuve claro que tenía que defender a mi país, así que, aunque estudié para ser cantante, hice cursos de medicina y cuando estalló la guerra decidí ir.
P. En Mariúpol, los combatientes ucranianos resistieron en la acería de Azovstal durante más de dos meses sin apenas agua, comida o medicamentos. ¿Cómo vivieron esos días?
Kateryna. Lo que vivimos en Mariúpol no fue una guerra, fue un genocidio. Desde el principio, el objetivo de Rusia ha sido matar, destruir y aniquilarnos. Sin embargo, con cada ataque, nosotros demostrábamos que somos indestructibles.
Olha. Yo lo viví desde fuera. Supe que mi marido estaba protegiendo la ciudad, que fue herido durante el asedio y luego capturado por Rusia. Nada más.
P. ¿Pudo ponerse en contacto con él?
Olha. Casi todas las líneas de teléfono estaban cortadas, pero logramos hablar una vez cada dos semanas.
P. ¿Qué se decían en esas conversaciones?
Olha. Hablábamos de nuestro amor, de cuánto nos queríamos… A veces nos despedíamos. Los rusos lanzaban entre 50 y 60 misiles al día y no sabíamos qué iba a pasar al día siguiente. A pesar de ello, yo siempre le decía que todo iba a salir bien.
P. Usted y otras mujeres viajaron por Europa para pedir ayuda para sacar a los que estaban en Azovstal. Se reunieron con líderes como el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz. Incluso consiguieron una audiencia con el Papa. ¿Cómo valora la ayuda recibida?
Olha. Siempre nos hemos sentido apoyadas. Sin embargo, más allá de lo que Europa o el mundo puedan hacer, lo más importante es lo que puede hacer el atacante, Vladímir Putin. Por ejemplo, conseguimos ver al papa Francisco y nos dijo que sus cardenales le permitían ir hasta la acería, pero que los rusos no le dejaba entrar. Nosotras no hemos parado de hablar de Azovstal para llamar la atención sobre lo que sucede y no vamos a parar.
P. Kateryna, sus canciones patrióticas en mitad de la oscuridad de la acería, en medio del polvo que causaban los continuos bombardeos rusos se convirtieron en un símbolo de la resistencia ucraniana. ¿Qué pretendía con sus canciones?
Kateryna. Todos sabíamos lo que nos esperaba. Estábamos seguros de que íbamos a morir allí, que no íbamos a salir de los túneles. Cantar era una manera de mantener los ánimos y no perder la cabeza. Quería apoyar a mis compañeros; muchos de ellos llevan protegiendo Ucrania desde 2014 y sabían que cada batalla podía ser la última. En Azovstal, mi fuerza era la música.
"Estábamos seguros de que íbamos a morir allí. En Azovstal, mi fuerza era la música"
P. ¿Qué fue lo más difícil de esos días?
Olha. Uno de los días más difíciles fue cuando, estando en Roma, llegó un mensaje de mi marido en el que decía que el enemigo había entrado en Azovstal y que no tenían armas ni munición para protegerse. Parecía el fin. Se me hizo un nudo enorme en la garganta y era incapaz de reaccionar. El peor momento, sin embargo, fue el 29 de julio, cuando vi el nombre de mi marido en la lista de muertos durante el atentado en la prisión de Olenivka. La información todavía no ha sido confirmada, así que aún tengo esperanza.
Kateryna. Yo también recuerdo ese día. La explosión fue muy cerca de donde yo estaba presa. Sentí mucha frustración. No podía ayudar: tenía los brazos y los pies atados.
P. Imagino que eso no fue lo peor.
Kateryna. No, lo más difícil fue ver morir en mis brazos a amigos y seres queridos. Nunca llegas a acostumbrarte a eso. Éramos militares y sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pero tener la sensación de que cada día puede ser el último no es fácil.
P. Usted fue prisionera de las tropas rusas durante cuatro meses, hasta que en septiembre fue liberada en un intercambio de prisioneros. ¿Cómo era el trato en el centro de detención?
Kateryna. No puedo hablar sobre el tiempo que estuve en cautividad por los que están todavía retenidos. Sólo voy a decir que Rusia no cumple ninguna de las reglas de los Convenios de Ginebra.
P. ¿Tenía la esperanza de poder salir?
Kateryna. No. Allí te repetían una y otra vez que nadie se acordaba de ti, que habías caído en el olvido y que nadie te esperaba fuera. Luego, cuando salí, me di cuenta de que no era verdad.
"En prisión los rusos te decían que nadie se acordaba de ti, que nadie te esperaba fuera"
P. Ambas son representantes de la asociación Azovstal Families. ¿En qué consiste?
Olha. Creamos la organización para coordinarnos y poder ponernos en contacto con el Gobierno, organizar entrevistas con diplomáticos, etc. Realizamos distintos tipos de actividades para apoyar a los guerreros de Azovstal, para que no caigan en el olvido. También prestamos servicios de atención psicológica para los familiares de soldados que estuvieron allí o que todavía están allí. En las últimas semanas hemos puesto en marcha un proyecto, Finalmente en casa, que consiste en que cada ciudadano prepare una caja con cosas de primera necesidad, como ropa y artículos de higiene personal. La idea es dársela a los combatientes cuando vuelvan, que vean que seguimos pendientes de ellos.
Kateryna. Yo de momento sólo puedo hablar desde el otro lado, desde el que recibe. Al salir de Azovstal, quemamos todas nuestras pertenencias para que el enemigo no pudiese pisotear los símbolos de Ucrania. Así que cuando me liberaron lo primero que pensé fue que no tenía ni cepillo de dientes ni champú ni nada que ponerme. Fue muy importante encontrarme a organizaciones que me dieron lo necesario, me sirvió para saber que no habíamos caído en el olvido.
P. ¿Qué salida le ven a esta guerra?
Olha. No vamos a perder, eso seguro.
Kateryna. Ganar es nuestra única opción. Ya hemos pagado un precio demasiado alto. Además, muchos de nuestros hermanos, padres y amigos siguen luchando para que un día podamos celebrar la victoria todos juntos.