"¡Qué bonito es el edificio, eh!", susurraba una de las asistentes a los Premios Los Leones de EL ESPAÑOL a su acompañante, justo cuando Alberto Núñez Feijóo recorría el photocall del Real Casino de Madrid, bajo una lluvia de flashes y un paseíllo de cámaras. Al darse cuenta de que el líder del PP estaba posando ante los medios, bajaba el cuello, dejaba de mirar al techo y señalaba discretamente al gallego.
Las escalinatas de mármol y la gran vidriera de cristal —una discreta joya decimonónica que corona el número 15 de la madrileña calle Alcalá— fueron testigos de excepción de las manos estrechadas y las confidencias compartidas —no tanto con la prensa— en los corrillos conformados por miembros de la cúpula del Poder Judicial, ministros del PSOE, dirigentes del PP, altos directivos, empresarios y periodistas.
Todo ello, para celebrar los ocho años de vida del periódico que es, "un mes sí y otro mes también, el más leído de España, por encima de las grandes cabeceras históricas".
Así —recordando este liderazgo— comenzó Pedro J. Ramírez, director de EL ESPAÑOL, su discurso durante la entrega de galardones de los VIII Premios Los Leones.
El acto ha tenido lugar este lunes 16 de octubre en el Real Casino de Madrid y ha contado con el apoyo de Cosentino, Cupra, Fundación Cajasol, EY e Iberia.
Debido a "que un liderazgo debe ser transformador" —Pedro J. dixit— los galardonados en esta edición han sido José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, la futbolista de la Selección española Olga Carmona y la organización Woman Action Sustainability (WAS), dedicada a promover la sostenibilidad y el liderazgo femenino. Pasadas las ocho de la tarde, daba inicio la ceremonia en el Salón Real del Casino.
Entre las primeras filas, Cándido Conde-Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional (TC) desde enero del 2023; el presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Vicente Guilarte, y los vocales del órgano Roser Bach, Enrique Lucas, José Antonio Ballestero, José María Macías y Clara Martínez de Careaga.
También, los magistrados del TC Enrique Arnaldo, Concepción Espejel y Juan Carlos Campo, el presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, y otros relevantes magistrados.
A escasos metros, dirigentes políticos como Héctor Gómez (ministro de Industria), Miquel Iceta (Cultura), Pedro Rollán (presidente del Senado), Jorge Azcón (presidente de Aragón), José Luis Martínez-Almeida (alcalde de Madrid), Cuca Gamarra (portavoz del PP en el Congreso), el vicepresidente primero del Senado Javier Maroto, el expresidente de Extremadura Guillermo Fernández Vara, la expresidenta del Congreso Meritxell Batet, la exalcaldesa de Madrid Ana Botella o el secretario general del PSOE madrileño, Juan Lobato.
Pero como el liderazgo transformador no sólo nace de la política, entre el listado de asistentes a la VIII Edición de los Premios Los Leones de EL ESPAÑOL también se han incluido el empresario Rosauro Varo, el presidente de la CEOE Antonio Garamendi, el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, el editor y presidente de Spainmedia, Andrés Rodríguez o el exfutbolista Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid.
Como representantes del Gobierno, a la fiesta del aniversario de EL ESPAÑOL acudieron el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, y de Industria, Comercio y Turismo, Héctor Gómez.
Uno hizo la glosa a Olga Carmona y el otro, a José María Álvarez-Pallete. Se diría que no sólo eran los ministros de la cosa, sino que los premiados estaban bien elegidos en sus respectivos ámbitos.
A la salida de la ceremonia, ambos confirmaban la admiración por la ejecutoria de los galardonados. Iceta, haciendo bromas con Florentino Pérez, y Gómez, recitando, —diríase que de memoria— algún proyecto y plan más de Telefónica que parecía habérsele quedado en el tintero.
Por los corrillos y en el cóctel anduvieron la expresidenta del Congreso, Meritxell Batet, empeñada en no dar noticias. "¿Que a qué me dedico? A nada, hay que tomar distancia", decía. ¿Y cómo se ven las cosas desde fuera, presidenta? "Pues se ven confirmando que es bueno estar fuera", explicaba.
A pocos metros andaban Conde-Pumpido y Juan Carlos Campo, tratando de sonreír mucho ante cada invitado, bajo la máxima esa de que un árbitro no puede decir quién va a ganar el partido.
Unos metros más allá, Pedro Rollán, presidente del Senado, brinda con Jorge Azcón, presidente de Aragón. Algo dirán ellos: ¿La amnistía? "Que es un escándalo". Hombre, que son ustedes del PP, algo más que lo original tendrán que decir. "Pues que en el Senado va a haber mucho movimiento esta legislatura". "¿Que lo van ustedes a revitalizar?". "¡Qué remedio! Ahí, que el PP tiene la mayoría, habrá que exprimir la cosa". ¿Y la amnistía puede tropezar allí? "Enmiendas, vetos, plazos... Lo que se pueda. Es un escándalo —otra vez— y estudiaremos todas las vías para que no se haga". "¿Para tirar el Gobierno Sánchez?". "Para respetar el Estado de derecho y la igualdad".
Saliendo del Casino, el presidente del PP, Nuñez Feijóo, se tropieza con los chicos de la prensa. El político gallego es hábil, o eso cree, en el juego de embaucar a los reporteros en la distancia corta. Él empieza por acercarse y el periodista se las promete felices. Luego sigue por lo de hacer bromas y genera un ambiente de confidencia. Después, trata de escabullirse. Y no. No lo podemos permitir.
"Señor Feijóo, que usted vino a Madrid a gobernar y esto se le va de las manos, dice el gacetillero, para devolver la chanza". "Sólo te diré que quieren gobernar con trampas". ¿Y lo lograrán? "Así no se puede". Muy gallego. No se puede, ¿el qué? ¿Que Sánchez no lo logrará o que usted hará lo imposible por impedirlo? "Es que me marcho, que quiero ver al hijo antes de acostarlo", se excusa.
Guillermo Fernández Vara se quedó casi hasta el final. El expresidente extremeño sabe moverse en Madrid. Juega un poco a lo del señor de provincias y hace como que confiesa cosas. Pero luego uno mira las notas y no ve nada que rascar para la crónica. Lo más cercano a unas comillas interesantes es eso de que "lo de la amnistía ya está amortizado".
Noche algo fría, ha terminado el veranillo de San Miguel. Un desfile de corbatas y zapatos de tacón deja atrás el casino, que apaga poco a poco sus luces. A eso de la medianoche, el edificio sigue igual de bonito que en sus más de cien años de vida.