El Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) es uno de los grandes centros de investigación que tenemos en España. Durante el transcurso de la pandemia, este organismo público ha intentado dar soporte a las autoridades y, gracias a él, se realizaron en España las distintas oleadas del estudio de seroprevalencia que permitió conocer cuánta gente se había infectado de la Covid-19 o el estudio CombiVacs, el primero a escala mundial que permitió ofrecer datos sobre la inmunogenicidad derivada del uso combinado de dos vacunas distintas.
Pese a que ambos trabajos fueron publicados en la prestigiosísima revista The Lancet, todavía son muchos los ciudadanos que desconocen la función -e incluso la existencia- de este importante organismo. Su nuevo director, Cristóbal Belda, es consciente de ello, y aspira a que, durante esta nueva etapa al frente del organismo, el ISCIII ocupe el lugar que le corresponde para poder impulsar el conocimiento entre todos. "Confiamos profundamente en la ciudadanía como motores de la estabilidad para el progreso de la ciencia y, por ende, como herramienta para el progreso de la propia ciudadanía", ha dicho este martes durante su intervención en el ‘II Simposio del Observatorio de la Sanidad: Las Lecciones de la Covid-19’.
Belda ha reconocido que resulta "clave" que las organizaciones científicas sepan "transmitir la cultura del conocimiento" y salir de sus "torres de cristal" para llegar a los ciudadanos. "Si nosotros permanecemos encerrados en nuestras torres de cristal y no somos capaces de transmitir a los hombres y mujeres de nuestro país que lo que nosotros hacemos con sus impuestos merece la pena, y mejorará su vida, la de sus hijos y la de sus nietos, probablemente nos quedará un camino por recorrer mucho más largo que si cumplimos con nuestra obligación de salir fuera y contarlo", ha dicho.
El que hasta el pasado mes de agosto fue el subdirector general de Evaluación y Fomento de la Investigación del ISCIII ha querido reivindicar el papel que ha jugado la institución desde el mismo momento en el que se publicó el genoma del coronavirus Sars-Cov-2, allá por el 12 de enero. Fue entonces cuando se pusieron a diseñar las primeras sondas de PCR para el diagnóstico de esta enfermedad. "Siempre que ocurre algún brote de una enfermedad infecciosa muy rara, el instituto lo que hace es establecer, como en este caso, los métodos diagnósticos iniciales que se emplearon para diagnosticar a los primeros y muchos pacientes que vinieron luego", ha explicado.
Pero no sólo eso. A través del fondo de 25 millones de euros que liberó el Gobierno también se intentó dar respuesta a cuáles eran los fármacos que se podían utilizar al comienzo de la pandemia o a si se podían desarrollar técnicas diagnósticas mucho más rápidas que las PCR del principio. Belda se ha mostrado orgulloso tanto del desarrollo como de los resultados del estudio de seroprevalencia ENE-COVID. Sin embargo, también ha manifestado su cautela ante la posibilidad de desarrollar un estudio de inmunidad en España, algo que se reclama desde distintos sectores desde hace tiempo.
"Cuando se empieza el procedimiento de vacunación y se alcanza el 75% de población, el procedimiento para identificar cuántas personas han tenido contacto con el virus empieza a perder relevancia. A partir de ahí surge otra pregunta: ¿la calidad de la respuesta inmune a la vacuna es suficientemente buena para estar tranquilos? Ésta es la pregunta que hay que intentar responder", ha explicado el especialista en oncología médica.
Sin embargo, no se trata de algo precisamente sencillo. Para poder medir la respuesta inmune hay que sacar de la sangre de los participantes "el clon de glóbulos blancos que específicamente se ha seleccionado para protegernos de la infección y ver si ese grupito de linfocitos, cuando se pone en contacto con la proteína mutada, es capaz de producir anticuerpos que a su vez funcionen". Un procedimiento cuya complejidad, en palabras de Belda, "roza la artesanía".
Por último, el director del Instituto de Salud Carlos III ha apuntado que la intención del organismo es continuar aumentando el personal investigador que trabaja en él y que no se ha incrementado de la misma forma que el presupuesto, que ronda los 400 millones de euros y es el más abultado de su historia. "Hay un incremento previsto de 120 personas, que supone alrededor del 15% y que irá creciendo de forma progresiva", ha remachado.