El desánimo empezó a amainar. Al cambio de siglo, caracterizado por la pérdida de las colonias en ultramar y las turbulencias políticas, le acompañó una nueva actitud. Si antes se hablaba de regenacionismo y se abogaba por un discurso más teórico, ahora era el turno del tiempo de la estética y las piruetas literarias. Los movimientos vanguardistas se propagaban desde otras latitudes y España no quería ser menos.
Al menos, literariamente. Los escritores empezaron a coser greguerías, a incluir el palmeo en sus versos, a triturar el canon y elaborar novelas desde lo propio y lo ajeno. El ánimo, ya decíamos, se inflaba. Aunque no duró mucho: en el 36 llegó el manotazo duro, el golpe helado, que sumió al país en una guerra civil.
Con estos mimbres se forjó uno de los grupos literarios más célebres de nuestro país. Se la denominó Generación del 27 (a pesar de las reticencias, ya entonces, por las etiquetas) después de un homenaje a Luis de Góngora en ese año del siglo XX y a partir de la cita se conformaría una corriente en el ámbito de las letras que arrastró la ruptura, el desarraigo y el riesgo como bandera, empuñando su oficio como un compromiso social y artístico.
Quién formaba parte de esta generación
Bajo estas máximas, los autores pertenecientes a este grupo desarrollaron carreras en la poesía, el teatro o la prosa. Influenciados por el simbolismo, el futurismo o el surrealismo, agarraron la pluma del riesgo y se lanzaron a crear metáforas o a describir la desgarradora situación del país.
Influenciados por el espíritu de la década de los años veinte, que en Europa se vivía con la prosperidad del final de la contienda mundial, roto por el crack del 29, y aquí desembocaba en una República con amplio respaldo popular, los escritores jugaban con el lenguaje y se dejaban llevar por las nuevas expresiones como el cine o la pintura.
La lista aún está por cerrar, pero destacan algunos miembros que ya son parte de la historia literaria del país. Sus fundadores son Pedro Salinas, Melchor Sánchez Almagro, Rafael Alberti y Gerardo Diego, que organizaron la reunión en torno a Góngora en el Ateneo de Sevilla por los 300 años desde su fallecimiento y reseñaron el nombre de la generación.
Otros que nutrieron este destacado club fueron Adriano del Valle, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Manuel Altoaguirre, Vicente Alexandre o Federico García Lorca. Cada uno cultivó un estilo. Y de la belleza o la inmaterialidad del mundo pasaron, impulsados por los acontecimientos, hacia algo más pegado a la tierra.
Usaron géneros clásicos como los sonetos, villancicos o romance para anotar en papel la sublimación del universo. Y tiraron de intelectualidad para enhebrar rimas. Sin embargo, con el conflicto fratricida viraron hacia la reivindicación. Entre sus temas había un orgullo campesino, marinero y de la gente que sufría los ataques. También se hablaba del exilio, del desarraigo, cuando este triste episodio de España hizo que la mayoría tuvieran que instalarse en otros países.
Las 'Sin Sombrero', olvidadas por ser mujeres
Aparte de estos autores, hubo otras protagonistas a menudo olvidadas. Apodadas como 'Las Sin Sombrero'. El origen del nombre proviene de una anécdota: un día, Federico García Lorca, Dalí, Margarita Manso y Maruja Mallo iban paseando por Madrid. Al pasar por la Puerta del Sol decidieron quitarse el sombrero, que era un signo de distinción social, en una actitud transgresora que les llevó a ser insultados e incluso apedreados.
Estas mujeres compartieron espacio cultural con los poetas 'estrella', a pesar de ser rechazadas e incluso insultadas por ese gesto contra lo establecido. Se puede incluir en este apartado a Remedios Varo, Marga Gil Roësset, María Zambrano, María Teresa León, Rosa Chacel o Luisa Carnés, entre otras. Famoso es el instante en el que Concha Méndez, que tenía que soportar ser presentada siempre como "mujer de Manuel Altolaguirre", le plantó cara a Gerardo Diego por ignorar a las mujeres en su antología: "Mira, tú nos excluirás, pero yo debajo de la falda llevo un pantalón".