Uno de los vasos canopos de Senetnay, nodriza de Amenhotep II. Foto: Christian Tepper (Museo August Kestner)

Uno de los vasos canopos de Senetnay, nodriza de Amenhotep II. Foto: Christian Tepper (Museo August Kestner)

Historia

Descubren "el perfume de la eternidad" del Antiguo Egipto: fue aplicado a una noble en su momificación

El análisis de dos vasos canopos de Senetnay, nodriza del faraón Amenhotep II, revela los ingredientes exóticos de los bálsamos utilizados para conservar sus órganos.

31 agosto, 2023 17:00

La noble Senetnay desempeñó un papel destacado hacia el año 1450 a.C. en la corte de Tutmosis III, faraón de la Dinastía XVIII del Antiguo Egipto. Fue nombrada nodriza del hijo y heredero del monarca, el futuro Amenhotep II, a quien amamantó durante su infancia. A su muerte, sus órganos fueron momificados, embalsamados y cuidadosamente depositados en cuatro vasos canopos con tapas con forma de cabeza humana. Era el proceso para garantizar su eternidad, su exitoso viaje al más allá. 

Pero la memoria de esta mujer, que tuvo el título de "adorno del rey", quedó sepultada hasta principios del siglo XIX, cuando Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamón, halló en otro enterramiento del Valle de los Reyes, en Luxor, en la KV 42, los recipientes con las vísceras de Senetnay. Dos de estos vasos canopos, los que protegieron los pulmones y el hígado, se conservan en la actualidad en el Museo August Kestner de Hannover, Alemania, y su estudio ha permitido recrear el olor de uno de los perfumes utilizados por los antiguos egipcios durante el proceso de momificación.

Un equipo de investigadores liderado por Barbara Huber, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, analizando los residuos que se conservan parcialmente en los poros de la piedra caliza de los recipientes —los órganos momificados se han perdido—, ha logrado identificar los ingredientes de los bálsamos aplicados, del "perfume de la eternidad", como lo han llamado. Los orígenes lejos de Egipto de algunas de las substancias aromáticas, que revelan una vasta red comercial establecida en el II milenio a.C., y la complejidad de los ungüentos confirman el alto estatus de la mujer, según el estudio publicado este jueves en la revista Scientific Reports.

Barbara Huber analizando las muestras en el laboratorio del Instituto Max Planck.

Barbara Huber analizando las muestras en el laboratorio del Instituto Max Planck. Chris Leipold

"Estos ingredientes complejos y diversos, exclusivos de esta época temprana, ofrecen una comprensión novedosa de las sofisticadas prácticas de momificación y las rutas comerciales de largo alcance de Egipto", valora Christian E. Loeben, egiptólogo y conservador del Museo August Kestner. "Nuestra investigación ha podido proporcionar información crucial sobre las substancias de embalsamiento, de las cuales existen datos limitados en fuentes textuales contemporáneas del Antiguo Egipto", añade Barbara Huber.

Ambos bálsamos contenían cera de abeja, aceites vegetales, grasas animales, betún o bitumen, un producto natural derivado del alquitrán, y resinas de árboles de la familia de las coníferas. Los investigadores también hallaron trazas de cumarina, que tiene un aroma parecido a la vainilla y se encuentra en una amplia gama de plantas, como la canela; y de ácido benzoico, presente en resinas y gomas aromáticas de varios tipos de árboles y arbustos.

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A pesar del gran parecido en la composición de ambos bálsamos, las analíticas han desvelado dos substancias que solo están presentes en el vaso canopo de los pulmones, síntoma tal vez de que se empleaban diferentes ungüentos para cada órgano. Se trata de un compuesto hecho con resina de lárice o alerce, un género de árbol de la familia de las pináceas, probablemente procedente del norte del Mediterráneo; y otra resina fragante que podría ser dammar, exclusiva de los bosques tropicales que crecen en la India o el sudeste asiático. De confirmarse que se trata de esta substancia, sería la prueba de que los antiguos egipcios abrieron esta vía comercial casi mil años antes de lo que se pensaba.

Recreación de la momificación de un cadáver egipcio. Ilustración: Nikola Nevenov

Recreación de la momificación de un cadáver egipcio. Ilustración: Nikola Nevenov

"Estos ingredientes muestran que los egipcios obtenían materiales de más allá de su reino desde una fecha temprana", analiza la profesora Nicole Boivin, la otra investigadora principal del proyecto. "La cantidad de substancias importadas en los bálsamos de Senetnay resalta también su importancia como personaje clave del círculo íntimo del faraón". Los ungüentos son más complejos y exóticos que los aplicados en los órganos de otros individuos de la época.

En colaboración con la perfumista francesa Carole Calvez y la museóloga sensorial Sofia Collette Ehrich, el equipo de investigadores ha logrado recrear la fragancia de forma minuciosa en función de los resultados de las analíticas. "Este 'perfume de la eternidad' representa algo más que el simple aroma del proceso de momificación", reflexiona Huber. "Encarna el rico significado cultural, histórico y espiritual de las prácticas funerarias del Antiguo Egipto". Se trata de un puente sensorial al pasado, una experiencia inmersiva única que se va a presentar próximamente en una exposición en el Museo Moesgård de Dinamarca.

El arte de momificar

Durante casi de 4.000 años, los antiguos egipcios conservaron artificialmente los cuerpos de humanos y animales con el objetivo de proporcionar un hogar permanente para sus almas. En el transcurso de alrededor de 70 días, se pensaba que la momificación y los rituales religiosos asociados (oraciones, quema de incienso, unción y envoltura del cuerpo) transformaban al difunto, un ser terrenal, en un ser divino. El cuerpo vulnerable se convertía en una momia resistente. La momificación evolucionó con el tiempo y varió según la riqueza del fallecido, las preferencias personales, los cambios de moda y creencias y la habilidad y el estilo de los embalsamadores.