El cráneo 952 del Museo Canario.

El cráneo 952 del Museo Canario. Elvira Urquijo Efe

Historia

El misterio de la cabeza cortada que puede cambiar la historia de la Gran Canaria aborigen

El cráneo de un varón datado entre los años 1045 y 1166 desvela que fue seccionado con una espada. Pero las armas metálicas no llegaron al archipiélago hasta al menos dos siglos más tarde.

6 septiembre, 2023 01:54
D. B. Agencias

El rompecabezas sobre los orígenes del poblamiento de las Islas Canarias sigue sumando piezas e interrogantes. Hace una semanas un estudio genético desveló una sorprendente historia sobre la primera colonización del archipiélago. Ahora, otra investigación da a conocer un hallazgo inverosímil registrado en Gran Canaria: un cráneo prehispánico de un varón de los siglos XI-XII que fue seccionado con una espada. ¿Lo extrardinario? Que las armas de metal fueron completamente ajenas al mundo aborigen hasta los primeros contactos con los navegantes y conquistadores europeos de la Baja Edad Media.

La revisión de los fondos de restos óseos del Museo Canario y la documentación de esa herida provocada por una espada ha aportado una prueba directa de que las primeras sociedades que habitaron las Islas Canarias no estuvieron tan aisladas del exterior durante siglos como se pensaba. Los resultados se publicaron hace unas semanas en la revista científica Quaternary Science Reviews.

El cráneo había pasado desapercibido hasta ahora en la amplia colección que expone el museo porque probablemente se dio por sentado que se trataba de un individuo que había muerto en alguna de las batallas de la conquista de Gran Canaria por parte de la Corona de Castilla en el siglo XV. En este sentido, no resultaba extraño que presentase un tajo en la cabeza.

La conservadora del Museo, Teresa Delgado (c), y los arqueólogos Javier Velasco (i) y Verónica Alberto (d), autores del descubrimiento, muestran el cráneo, datado entre los siglos XI y XII, con la herida de espada.

La conservadora del Museo, Teresa Delgado (c), y los arqueólogos Javier Velasco (i) y Verónica Alberto (d), autores del descubrimiento, muestran el cráneo, datado entre los siglos XI y XII, con la herida de espada. Elvira Urquijo Efe

En concreto, se trata de una de las diez calaveras recuperadas de una cueva funeraria de La Angostura, en Santa Brígida, en 1932, en un momento en el que la arqueología estaba muy focalizada en los cráneos para sustentar estudios raciales, según ha explicado a la Agencia Efe la conservadora Teresa Delgado, una de las firmantes del artículo. La sorpresa llegó al someter al cráneo a pruebas de Carbono 14, que dataron la muerte de ese individuo entre los años 1045 y 1166.

Es decir, entre dos y tres siglos antes de la llegada de los primeros navegantes europeos que pisaron Lanzarote y Gran Canaria a principios del XIV (genoveses y mallorquines, respectivamente), cuando las islas fueron "descubiertas" por el Viejo Mundo... o más bien redescubiertas, porque el historiador romano Plinio el Viejo ya describía en textos del siglo I d.C. las Fortunatae Insulae.

La herida que presenta el "cráneo 952" muestra que su propietario, un hombre de entre 35 y 50 años, murió en un enfrentamiento cara a cara con alguien que le golpeó con un arma metálica larga, pesada y con filo, muy probablemente una espada. El problema es que ese tipo de arma no existía en Canarias, cuyos primeros habitantes utilizaban armas de piedra y madera porque en las islas no hay minerales metálicos con los que fabricarlas, así que solo pudo llegar de fuera y, seguramente, quien la blandía también.

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La mayor parte de los estudios sobre el pasado de Canarias defiende que los primeros pobladores de las islas permanecieron casi aislados del resto del mundo durante más de mil años, desde su llegada a principios de la Era Común hasta el redescubrimiento del archipiélago. No hay nada en el registro arqueológico que contradiga ese aislamiento, pero sí varios indicios de que no fue absoluto.

¿Quién era el individuo?

Otra de las autoras del trabajo, Verónica Alberto, de la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio, recuerda que a partir del siglo XI se aprecian una serie de cambios culturales en el mundo aborigen de varias islas (sobre todo en los enterramientos, en la forma de construir las viviendas o incluso en el emplazamiento de los graneros colectivos) que sugieren la llegada de nueva población desde el exterior, quizás no mayoritaria ni numerosa —"no se puede hablar de oleada", subraya—, pero sí influyente en sus costumbres.

El artículo incluye un largo listado de dataciones de todos esos nuevos usos funerarios, arquitectónicos y agrícolas que evidencia que la mayoría de esos cambios culturales se concentra entre los siglos XI y XII, justo en el periodo al que apunta el espadazo que presenta el cráneo 952 del Museo Canario.

Otra imagen del enigmático cráneo.

Otra imagen del enigmático cráneo. Elvira Urquijo Efe

Para entender todo ese proceso, precisa Verónica Alberto, no se puede perder de vista el emplazamiento geográfico de Canarias, situada muy cerca del norte de África, porque lo que allí sucede "tiene reflejo en las islas, que son un territorio africano, de población africana, amazigh (bereber), que participa de la historia continental, aunque en un contexto insular".

¿Qué está ocurriendo frente a las islas en el siglo XI? Es el momento de la expansión por el actual Magreb (y también por el sur de la Península Ibérica) de los almorávides, en una época convulsa que es posible que empujara a algunas familias o grupos sociales a emigrar más allá del mar, hacia el oeste, hacia Canarias.

El arqueólogo Javier Velasco, otro de los firmantes del artículo, recuerda que puede que Europa "se olvidara" durante casi toda la Edad Media de la existencia de Canarias, pero las islas aparecen en textos árabes desde el siglo IX en adelante, con menciones que demuestran un conocimiento del archipiélago directo, no solo basado en referencias de los historiadores romanos clásicos.

Del fallecido por esa herida de espada se sabe muy poco, solo que era alguien de la sociedad aborigen. El hecho de que sus restos fueran recogidos y enterrados en una cueva funeraria siguiendo los usos más antiguos de las islas (no en un túmulo ni en una fosa o cista) así lo delata, concluye Velasco.