En 1492 Cristobal Colón descubrió en nombre de los Reyes Católicos un imenso continente lleno de riquezas que sería explorado y colonizado por sus sucesores. A partir de entonces, el Imperio español alcanzó una envidiable posición hegemónica que despertaría el recelo y la antipatía de sus oponentes a lo largo y ancho del globo. Estos fueron algunos de los más tenaces.
Isabel I de Inglaterra
La última monarca de la casa Tudor, temerosa de la mayor pujanza que alcanzaba la Monarquía Hispánica, buscó cualquier medio para mermar la creciente supremacía de Felipe II. Su reinado se caracterizó por sus constantes ataques corsarios contra el tesoro de la Flota de Indias, el apoyo otorgado a los rebeldes protestantes en Flandes y su alianza con Francia con el objetivo de complicar las campañas de los Tercios en Europa, entrando en guerra abierta con España entre 1585 y 1604.
Además de codearse con los rivales de la corona española hay que sumarle la persecución al catolicismo dentro de sus dominios, aplastando numerosas revueltas y rebeliones de los católicos en Irlanda y Escocia, decapitando en 1587 a María Estuardo, reina de Escocia y aliada de Felipe II.
Conocida como la "reina Virgen", se ganó el sobrenombre al negarse sistemáticamente a contraer matrimonio bajo el temor de que su posible marido pudiera desplazarla del poder. Entre una de sus numerosas excentricidades destacaría la que le llevaría a la tumba: su obsesión por la belleza. La reina se aplicaba diariamente multitud de ungüentos y cosméticos compuestos con plomo y arsénico que dañaron gravemente su salud hasta que falleció el 24 de marzo de 1603.
Francis Drake
Sir Francis Drake (1540-1596) fue uno de los corsarios favoritos de la reina de Inglaterra e Irlanda al protagonizar numerosas expediciones de saqueo contra las costas españolas y sus posesiones por todo el mundo.
Entre 1572 y 1573 lideró una expedición de pillaje en las Indias, asaltando numerosas ciudades y puertos del Caribe español buscando hacerse con los famosos galeones cargados de oro, plata, perlas y joyas. Tras ser herido en Nombre de Dios, Panamá, abandonó el Caribe y regresó a Inglaterra con un nada desdeñable botín, lo que llamó la atención de Isabel I, monarca que le encomendó en secreto realizar una expedición similar en el océano Pacífico en 1577.
Tras asolar Valparaíso y El Callao se dirigió a las Molucas regresando a Plymouth en 1580 cargado de riquezas. Su triunfante vuelta propició un meteórico ascenso social al ser nombrado caballero y pasar a formar parte del Parlamento. Después de una serie de nuevas expediciones de resultado variable, en 1588 la Armada Invencible de Felipe II que buscaba invadir Inglaterra fue dispersada y diezmada por las duras condiciones climatológicas del Canal de la Mancha y su tormentoso regreso a la Península siguiendo las costas irlandesas y escocesas.
Al año siguiente Drake dirigió una contraofensiva naval con el objetivo de destruir los restos de la armada española, sublevar Lisboa contra el rey Prudente y capturar las Azores. Fracasó en su asalto a la localidad de A Coruña gracias a la intervención de María Pita, quien acabaría con un oficial inglés en el momento más crítico del asalto al grito de "¡Quién tenga honra, que me siga!".
[María Pita e Isabel de Ben, las gallegas que vencieron a la mayor armada inglesa de la historia]
Ante un nuevo descalabro en Lisboa, donde no logró sublevar a los portugueses, volvió derrotado a Plymouth. Allí fue duramente criticado y relegado del mando hasta que en 1595 le fue permitido dirigir la que sería su última aventura junto a su primo John Hawkins. Los puertos españoles en el Caribe habían mejorado sus defensas desde la última vez que Drake los visitó. Los navíos británicos fueron recibidos entonces bajo una tupida lluvia de artillería en San Juan de Puerto Rico y Panamá y por la disentería que terminaría por hacer fracasar la expedición y causar la muerte del temido corsario.
Jeireddín 'Barbarroja'
Nació en la isla de Lesbos en 1475, en aquel momento bajo control turco, fue conocido y temido en su época por liderar la expansión del Imperio otomano a lo largo y ancho de todo el Mediterráneo oriental amenazando y hostigando su parte occidental.
Hijo de una cristiana cautiva y de un poderoso jenízaro, su hermano Aruch murió en combate contra los españoles en 1518 tratando de defender la plaza de Tremecén en Argelia. Viendo peligrar su posición en el Norte de África, el sultán turco ofreció refuerzos a Jeireddín, quien sofocó de manera contundente una rebelión local y continuó la tarea de sus hermanos: saquear a las naves cristianas que surcaban el mar Mediterráneo.
En 1533 fue requerido en Estambul para ser nombrado por Suleimán como Almirante en Jefe de la Sublime Puerta. Desde entonces se convirtió en toda una pesadilla para Carlos V y sus aliados al asolar sin descanso las islas Baleares, la Costa Brava, la península itálica y el mar Egeo. En 1545, el almirante se retiraría en Estambul donde falleció al año siguiente tras haber dedicado toda su vida a descorazonar a cualquier cristiano que viviera en la costa.
Guillermo de Orange
Apodado el Taciturno o el Silencioso, se crió en la corte de Carlos I y de Felipe II, sirviendo a sus intereses en Flandes hasta que fue perdiendo su lealtad a la corona hispánica por motivos religiosos. Desertó en favor de los rebeldes flamencos tras la represión organizada por el duque de Alba en 1566.
Guillermo huiría a Francia, donde lideraría la rebelión contra España con el apoyo de Inglaterra y los hugonotes franceses. Fue derrotado en numerosas ocasiones por el genio militar de Alba y de los demás militares enviados de la corona, pero mantuvo viva la llama del nacionalismo y la rebeldía en los Países Bajos. Desde ese momento, el Imperio español dedicaría enormes cantidades de hombres, material y dinero en la guerra que se convirtió en un auténtico Vietnam que duraría casi ochenta años. Guillermo de Orange tuvo más suerte con la pluma tras publicar su Apología en 1581, texto propagandistíco que sentaría las bases de la futura leyenda negra.