Uno de los grandes interrogantes de la historia de la evolución humana reside en descifrar el momento exacto de la dispersión del Homo sapiens por Europa y Asia. La teoría más aceptada sugiere que este evento ocurrió durante una sucesión de fases cálidas que se registraron en Edad del Hielo, hace entre 45.000 y 40.000 años, seguidas por una época de frío extremo que contribuyó además a la desaparición de los neandertales. No obstante, algunos investigadores aseguran que los primeros desplazamientos de los humanos anatómicamente modernos por Eurasia tuvieron lugar varios milenios antes.
En esas primeras expediciones, los sapiens alcanzaron regiones tan lejanas como Mongolia o Siberia. En un remoto rincón de esta última zona, cerca de un pueblo llamado Ust'-Ishim, un hombre que buscaba huesos de mamut encontró, asomando en la orilla del río Irtish, un misterioso fémur de tamaño considerable. Lo envió a un equipo de investigadores especializado en el Paleolítico, y los análisis de radiocarbono le atribuyeron una antigüedad de hasta 47.000 años. Su genoma también desveló otra sorpresa: porciones bastante grandes de ADN neandertal, lo que significaría que alguno de sus antepasados se habría cruzado con individuos de esta especie.
En otros yacimientos localizados en el macizo de Altái y en la región del lago Baikal, los arqueólogos rusos han ido descubriendo distintos restos de industrias del Paleolítico Superior Inicial, relacionadas con la presencia de humanos modernos. En el sitio de Khotyk, que se asienta al abrigo de un cerro con vistas al ancho valle del río Ono, apareció un fragmento de una flauta hecha con un hueso de cisne y datada hace unos 41.000 años.
Un nuevo estudio publicado este viernes en la revista Science Advances ha comparado la información obtenida del registro arqueológico con una serie de muestras de polen obtenidas de la vegetación que rodea al lago de Baikal. El equipo de investigadores estadounidenses y japoneses explica que los datos polínicos sugieren que el aumento de las temperaturas entre hace 50.000 y 45.000 años contribuyó a un aumento "abrupto" de los bosques en Siberia y facilitó las primeras migraciones del Homo sapiens hacia esa zona. Su hipótesis es que esta rápida dispersión se produjo desde el suroeste de Asia y llegó hasta el norte de China, pero fue un evento diferente a la anterior dispersión de los humanos modernos hacia el este a través del sur de Asia. También habría coincidido con el poblamiento de otras áreas de Europa occidental.
"Esta investigación aborda debates que vienen de lejos sobre las condiciones ambientales a las que se enfrentaron los primeros Homo sapiens durante su migración a Europa y Asia hace alrededor de 50.000-40.000 años", explica Ted Goebel, antropólogo de la Universidad de Kansas (Estados Unidos) y uno de los autores del artículo. "Proporciona información relevante sobre las condiciones en el lago Baikal: los registros polínicos revelan un periodo de calor sorprendente durante este periodo".
[Un evento glacial extremo acabó con los primeros humanos de la Península Ibérica hace 1,1M de años]
Los resultados de los análisis muestran que durante esa época de mayores temperaturas crecieron bosques de coníferas y se desarrollaron ecosistemas húmedos en los que predominaba la vegetación herbácea. "Lo que presentamos es una cronología sólida de los cambios ambientales en el lago Baikal durante este periodo, complementada con un registro arqueológico bien fechado de la presencia del Homo sapiens en la región", añade el investigador.
Los primeros humanos modernos que habitaron la región de Siberia fabricaron herramientas de piedra con hojas largas y delgadas y trabajaron huesos de animales y marfil para crear agujas con ojales para coser o puntas de lanza. "Algunos de nosotros argumentamos que a medida que se producían cambios anatómicos, hubo un cambio simultáneo en el comportamiento y la cognición", señala Goebel. "Estos primeros sapiens se estaban volviendo más creativos, innovadores y adaptables. Es entonces cuando empezamos a observar cambios significativos en el registro arqueológico".
Según el antropólogo, estos individuos habrían vivido en pequeños grupos o familias, aunque la escasez de evidencias hace difícil confirmarlo: "En Ust'-Ishim, en Siberia, tenemos pruebas de que un humano moderno coexiste con los yacimientos que hemos estado analizando. Sin embargo, fue un descubrimiento aislado. Nos falta información sobre su contexto arqueológico, si fue parte de un asentamiento o simplemente un hueso solitario arrastrado río abajo. ¿Representa a la misma población de los yacimientos de la región de lago Baikal? Creemos que sí pero necesitamos más pruebas".
Otro interrogante que abre este estudio es la posibilidad de supervivencia que tuvieron estos grupos humanos. A partir de hace unos 40.000 años, el polen confirma un retroceso en la cantidad de vegetación y que el clima fue mucho más frío. Las condiciones se hicieron todavía más extremas en el Último Máximo Glacial, desarrollado entre hace 26.500 y 19.000 años. Los investigadores apenas han identificado restos polínicos. Una historia apasionante del pulso entre el ser humano y la naturaleza por poblar el planeta.