En algún momento entre los años 1250 y 1100 a. C., sucede uno de los mayores colapsos de la civilización. El suceso apocalíptico conocido como "colapso de la Edad del Bronce Final" enturbió en gran medida los avances de la "edad oro" alcanzada en la época.
Un cambio climático produjo una sequía que arrastró al hambre a la población de la zona, provocando inmensos disturbios y problemas internos. La economía se resintió enormemente, ciudades enteras fueron destruidas, arrasadas o abandonadas según el registro arqueológico y para terminar de rematar la faena, los registros escritos nos hablan de misteriosos invasores de origen incierto que los egipcios llamaron "pueblos del mar".
Antes de estos desastrosos eventos, sobre el año 1500 a. C., el mediterráneo oriental era un hervidero comercial que conectó la civilización micénica, en la actual Grecia, con la lejana Mesopotamia a través del Imperio Nuevo Egipcio y el Imperio hitita, ubicado en Anatolia, además de toda una red de ciudades-estado dependientes de una u otra gran potencia.
Los egipcios y los hititas se enfrentaron durante siglos en brutales guerras por el control de la costa siria. El objetivo de ambos imperios fue hacerse con sus ajetreados y ricos puertos, que conectaron el mediterráneo oriental, para proveerse de materias primas esenciales como el cobre, la madera de cedro o artículos de lujo.
Sobre el año 1300 a. C. tiene lugar la legendaria batalla de Kadesh donde los ejércitos del faraón Ramsés II se enfrentaron a los guerreros hititas del rey Muwattali. El resultado del épico combate fue ambiguo y no se puede destacar ningún vencedor absoluto. Tras el combate, la zona de influencia de ambos imperios queda más o menos delimitada y respetada, conservando Egipto sus posiciones en Palestina y los hititas su hegemonía sobre los estados sirios.
Para el historiador Jaime Alvar, es indudable que ambos estados quedaron exhaustos tras siglos de enfrentamientos fronterizos más o menos desastrosos sin que la balanza se inclinase de forma clara hacia alguno de los dos imperios. Además, tras años y años de campañas, la riqueza de las tierras en disputa perdió valor por lo que, hititas y egipcios, aceptaron el statu quo firmando un acuerdo de paz.
El fin hitita
Sin embargo, sobre el 1200 a. C., los hititas desaparecieron del registro. Su último rey, Suppiluliuma II, comenzó en 1207 a. C. y se sabe que este gobernante derrotó en numerosas batallas a enemigos internos y externos. A partir de ahí, su rastro se desvanece.
Primero perdieron el control de varias minas de cobre. Este mineral era vital para la fabricación de las armas que tantos dolores de cabeza dieron al faraón y a sus huestes. Además, según los últimos estudios arqueológicos y paleoclimáticos, la zona de Anatolia se vio asolada por décadas de hambrunas. La región, ya de por sí bastante árida, experimentó un ciclo más frío y seco que provocó una inmensa sequía. Esto causó una gran inestabilidad interna en los principados hititas que se vieron forzados a buscar alimento fuera. Como colofón, los buques comerciales cargados de suministros se vieron asaltados y acosados por piratas.
Los hititas atravesaron una fase convulsa de disturbios y crisis internas además de una gran debilidad política que fue aprovechada por los pueblos nómadas y los piratas para realizar feroces asaltos a sus asentamientos. Los pueblos sometidos vieron su oportunidad de ajustar cuentas y también los asirios aprovecharon para hacer leña del árbol caído. No existe una única causa, entre todos la mataron y ella sola se murió.
Pueblos del mar
La importante ciudad comercial de Ugarit, vasalla de los hititas, quedó desprotegida al enviar su flota en ayuda de los hititas. Sufrió varios asaltos devastadores hasta que incendiaron el palacio real. De entre sus escombros y cenizas los arqueólogos rescataron varias tablillas. Las últimas fechadas son especialmente dramáticas: "Mi padre, los barcos enemigos ya han estado aquí, han prendido fuego en mis ciudades y han causado grave daño en el país (…) el país está abandonado a su suerte".
El comercio marítimo y las comunicaciones mediterráneas se interrumpieron de forma abrupta. Los estados micénicos, poco después de incendiar y destruir Troya, colapsaron. La destrucción de Troya causó una enorme diáspora entre sus aliados que terminó alcanzando a los aqueos.
El cambio climático destrozó los cultivos que a su vez se vieron asolados por la guerra. Los palacios fueron abandonados e incendiados por disputas internas y asaltos de nómadas y refugiados. Muchos palacios fueron abandonados y los que se volvieron a habitar no recuperaron su poder. La escritura prácticamente desapareció, inicia la llamada “edad oscura” de la que los pocos relatos que sobreviven son los poemas de Homero, el poeta ciego.
Algunas de estas poblaciones, asoladas por la guerra y la ruina, buscaron mejor fortuna allende los mares ya sea para asentarse o dedicándose al saqueo, uniéndose a otros pueblos que, como forma de vida (los lukka) o por necesidad, practicaron la piratería.
Una inscripción hallada en el templo funerario de Ramsés III en Medinet Habu resume la situación: "Los países extranjeros conspiraron en sus islas. De súbito las tierras fueron apartadas y diseminadas en la contienda. Ninguna tierra podía sostenerse frente a sus armas".
Los egipcios dan nombre a muchos de estos pueblos que no han podido ser identificados con claridad. Los historiadores creen que iban acompañados de sus familias. Estos fueron los shardana, los lukka, ekwesh, teresh y shekelesh, quienes “vinieron, la llama preparada delante de ellos, hacia Egipto”.
Ramsés III probablemente se encontraba avisado y les presentó batalla en el Delta del Nilo, donde, sin darles tiempo a desembarcar, les atacó con su flota causándoles una gran derrota, tiñiendo el Nilo de rojo, capturando miles de esclavos y dispersándo a los supervivientes. Si bien, Egipto se salvó, no volvió a levantar cabeza en la arena internacional quedando excesivamente debilitado.
['Vota a Aulus Rustius Verus': hallan en Pompeya una inscripción electoral en un altar familiar]
Este maremoto cerró la Edad del Bronce dando inicio a la Edad del Hierro. Las tierras arrasadas fueron ocupadas por nuevos pueblos. Las ciudades cananeas recuperan poco a poco su actividad comercial y se lanzan al mar buscando nuevos mercados. Hoy se les conoce como los fenicios. En Palestina se asentaron filisteos, hebreos y arameos. En Grecia hubo que esperar a las Polis hasta el siglo VIII a. C. Una nueva era comenzó a abrirse paso entre las cenizas y escombros de las viejas civilizaciones.