Hace dos años, un equipo de investigadores dio a conocer en la revista Science el hallazgo de unas huellas humanas fosilizadas en el parque nacional White Sands, en Nuevo México (Estados Unidos). Eran unas pisadas de adolescentes y niños que se formaron en el lodo blando de los márgenes de un lago poco profundo convertido hoy en día en un desierto de arena blanca y escasa vegetación, una suerte de playa. Según los resultados de los análisis de carbono 14, las impresiones tendrían una antigüedad de entre 23.000 y 21.000 años, lo que las convertiría en la primera evidencia inequívoca y el registro más antiguo sobre la presencia humana en América.
El descubrimiento fue revolucionario porque desvelaba que el Homo sapiens había alcanzado la parte más meridional de Norteamérica durante un episodio extremo de frío conocido como Último Máximo Glacial, concretamente en su momento álgido, y que esa ocupación de habría prolongado durante unos dos milenios. Hasta entonces, se creía que esta migración se habría registrado hace unos 16.000 años, o eso al menos sugerían unas herramientas fechadas en ese momento.
En este contexto, la datación de las pisadas humanas desató una profunda polémica entre la comunidad científica internacional. Muchos investigadores discutieron su supuesta antigüedad argumentando que las semillas de la planta acuática (Ruppia cirrhosa) que se utilizaron para datar las superficies en las que estaban incrustadas las huellas tienen el potencial de verse afectadas por los efectos de depósito de carbono antiguo, que podrían influir en las fechas de radiocarbono publicadas y hacer que parezcan más antiguas de lo que realmente son.
Pero otro estudio publicado ahora en Science que presenta nuevas dataciones de carbono 14 y luminiscencia ópticamente estimulada confirma la antigüedad de las pisadas: tienen una edad aproximada de entre 23.000 y 20.000 años. "Siempre supimos que tendríamos que evaluar de forma independiente la precisión de nuestras dataciones para convencer a la comunidad arqueológica de que el poblamiento de las Américas ocurrió mucho antes de lo que tradicionalmente se pensaba", reconoce Jeffery Pigati, investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS por sus siglas en inglés) y autor principal del artículo.
Este trabajo presenta dataciones calibradas de carbono 14 sobre polen de coníferas terrestre recogido de los mismos contextos estratigráficos que las semillas de Ruppia. La diferencia es que estos granos analizados fijan el carbono atmosférico y, por lo tanto, no está sujeto a eventuales efectos de reservorio de carbono antiguo.
"Las muestras de polen también nos han ayudado a comprender el contexto medioambiental más amplio en el momento en que se dejaron las huellas", explica David Wahl, geógrafo del USGS y otro de los coautores del estudio. "Procedía de plantas que normalmente se encuentran en condiciones glaciales frías y húmedas, en marcado contraste con el polen de la playa moderna [de White Sands] que refleja la vegetación desértica que se encuentra allí ahora".
Además, el equipo de investigadores utilizó la técnica de la luminiscencia ópticamente estimulada, que fecha la última vez que los granos de cuarzo estuvieron expuestos a la luz solar, para reforzar los datos de los análisis radiocarbónicos. Así, descubrieron que las muestras recuperadas dentro de las capas de la secuencia estratigráfica que esconden las huellas tenían una antigüedad mínima de unos 21.500 años.
"A pesar de la publicación del trabajo original, continuamos con determinación en probar nuestros resultados mediante múltiples líneas de pruebas y técnicas cronológicas independientes", detalla Kathleen Springer, geóloga del USGS. "Aunque confiábamos en las dataciones iniciales, también queríamos desarrollar la confianza de la comunidad en ellas. Nuestras nuevas dataciones, combinadas con la fuerte evidencia geológica, hidrológica y estratigráfica, respaldan inequívocamente la conclusión de que los humanos estuvieron presentes en América del Norte durante el Último Máximo Glacial".
La migración, según el ADN
El pasado mes de mayo se publicó un estudio genético que desvelaba dos grandes de migraciones desde Eurasia hacia América. La primera tuvo lugar entre hace 26.000 y 19.500 años, durante el Último Máximo Glacial, cuando la capa de hielo era más densa y las condiciones en el norte de China eran probablemente inhóspitas para los humanos, que cruzaron el estrecho de Bering. La segunda ocurrió durante el posterior periodo de deshielo, hace entre 19.000 y 11.500 años, cuando se produjo un rápido aumento de la población humana, probablemente debido a la mejora del clima, que pudo impulsar la expansión hacia otras regiones geográficas.
La investigación de un equipo chino de investigadores consistió en rastrear un linaje ancestral, conocido como D4h, presente en el ADN mitocondrial y que puede utilizarse para rastrear el parentesco por línea femenina, que podría vincular a poblaciones de la era paleolítica de Asia Oriental con los primeros individuos que habitaron las actuales zonas de Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador, México y California.