Desde que fue nombrado primer cónsul, Napoleón Bonaparte repitió en varias ocasiones la necesidad de ocupar Portugal. Le incomodaba la presencia en los puertos lusos de navíos británicos, donde podían desembarcar tropas a su antojo. La tensión fue in crescendo durante varios años, sobre todo por el apoyo que las tropas del rey João VI prestaron al ejército inglés en Egipto y en el bloqueo de Malta. El corso pensaba que en esta empresa contaría con el apoyo de España, y el 30 de septiembre de 1800 escribió a su hermano Luciano, embajador en Madrid, la siguiente orden: "Es preciso que las tropas españolas sean dueñas de Portugal antes del 15 de octubre".

Si bien resultaba un plan utópico, Luciano abrió conversaciones con Manuel Godoy, el primer ministro y favorito de los reyes. Aunque Carlos IV siempre se había opuesto a iniciar un conflicto con el reino vecino, la firma de un tratado entre Portugal y Rusia, con quien España estaba formalmente en guerra, le hizo cambiar de opinión. También le molestaba la presencia de los buques británicos en las costas lusas, desde donde acosaban y entorpecían el comercio español con América.

El 29 de enero de 1801, mediante la firma del Tratado de Madrid, Francia y España amenazaron a João con declararle la guerra si en el plazo de quince días no rompía sus relaciones con Gran Bretaña. Napoleón se comprometía a nutrir a Godoy, que sería nombrado comandante en jefe de los ejércitos aliados, con unos 15.000 hombres. No obstante, el panorama internacional alteró la hoja de ruta: se registró un acercamiento entre el zar Alejandro I y el primer cónsul galo, que atisbaba otras formas de derrotar a su gran enemigo.

Napoleón Bonaparte, ante la esfinge de Egipto en un célebre cuadro de Jean-Léon Gérôme. Wikimedia Commons

A pesar de los problemas de la Real Hacienda y una grave epidemia de fiebre amarilla que afectaba al sur del país, Godoy seguía empeñado en iniciar la campaña militar —el príncipe de la Paz siempre fantaseó con obtener un reino para él en Portugal—. Y Bonaparte decidió retomar el proyecto ante la capitulación de sus tropas en Egipto. La invasión, que provocaría la llamada Guerra de las Naranjas, empezó el 20 mayo de 1801. El guardia de Corps que había protagonizado una meteórica carrera ni siquiera esperó a la llegada del grueso del contingente francés.

Tan solo 18 días después, la campaña, un paseo victorioso de los invasores, llegó a su fin. Los soldados liderados por Godoy ocuparon una docena de poblaciones portuguesas en el territorio limítrofe con España, donde la resistencia fue mínima. Pero no estuvo ni cerca de aproximarse a Lisboa, como deseaba Napoleón.

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"Siguiendo las órdenes de Carlos IV, deseoso de acabar cuanto antes el conflicto, y convencido Godoy de que la victoria sobre Portugal era suya en exclusiva, y que las tropas francesas habían quedado reducidas a la condición de meros auxiliares a los que no hubo necesidad de recurrir, se apresuró a sellar la paz por su cuenta, sin esperar las indicaciones de Bonaparte, pero con el consentimiento de su hermano el embajador", explica el historiador Emilio La Parra, uno de los grandes expertos del periodo. 

El Tratado de Badajoz, ratificado el 6 de junio de 1801, reconocía la anexión de la actual ciudad extremeña de Olivenza a España, la devolución del resto de plazas ocupadas y el pago por Portugal de los gastos pendientes originados por su ejército durante la guerra de 1793 contra la Convención. En cuanto a Francia, los lusos quedaron obligados a pagarle quince millones de libras, cederle una parte considerable de la Guayana portuguesa y reconocer la condición de nación más favorecida en el comercio de tejidos. También se acordó cerrar los puertos lusos a los navíos británicos y los aliados se comprometían a garantizar la integridad de las posesiones de su rival en los dos hemisferios.

'Napoleón acepta la rendición de Madrid, 4 de diciembre de 1808', un óleo de Antoine-Jean Gros.

Todos los miembros de la familia real felicitaron por escrito a Godoy por el éxito militar y la firma de la paz con Portugal. El infante Carlos María Isidro expresó su alegría por lo bien que "te has portado en esta campaña". Su hermano Francisco de Paula, de siete años, le bautizó como "Manuel la Paz" y le dijo: "Con que has ganado todo y cañones y fusiles y que tienes tantas naranjas y banderas; yo espero que me envíes de todo...". El pintoresco nombre que se le dio al conflicto tiene su origen en un ramo de naranjas recogidas en las inmediaciones de la localidad conquistada de Elvas que el primer ministro entregó a la reina María Luisa de Parma.

El hermano del monarca, don Antonio, que con el tiempo sería uno de los grandes enemigos de Godoy, le expresaba su afecto asegurándole que era "de los pocos que te quieren y te quieren bien". El príncipe Fernando, otra de sus némesis, no fue una excepción y le reclamó los "cañoncitos" aprehendidos en la ciudad de Campo Mayor que le había prometido.

Napoleón Bonaparte, sin embargo, calificó este tratado como "uno de los reveses más espectaculares que he sufrido durante mi magistratura". Nunca volvió a confiar en Godoy, la marioneta de la que se aprovecharía en 1808 para invadir España.