A finales de 1553, pasado el día de Navidad, Pedro de Valdivia y sus hombres intuyeron que iban a morir en aquel lejano fortín de Tucapel, en la frontera sur del Imperio español en América. El bosque rugió y miles de mapuches saltaron sobre los españoles y sus aliados nativos. El combate duró horas. Los arcabuces quedaron inservibles y la mayor parte del tiempo se debatieron entre espadazos y garrotazos. El conquistador que rondaba los sesenta años, veterano en mil guerras y combates, iba a ver su final en aquel lejano bosque en los confines del mundo conocido.
La primera versión de su muerte se debe al soldado Gerónimo de Bibar. Tras entrevistarse con los supervivientesen 1558, afirmó que tras un lanzazo: "llevaron la cabeza a Tucapel y la pusieron en la puerta del señor principal". Sin embargo, es más famosa el relato posterior de 1572, redactado por el cronista Góngora de Marmolejo: "Los mapuches cortaron sus antebrazos, los asaron y comieron delante de él".
Poco se sabe sobre la infancia y familia del conquistador extremeño. Nació en algún lugar de la provincia de Badajoz y contó con alguna clase de formación ya que sabía leer y escribir. Hijo de un mundo en guerra, se enroló en los Tercios y sirvió a Carlos V combatiendo en Flandes e Italia. Bajo el mando del marqués de Pescara combatió en Milán y en 1525 participó en la decisiva batalla de Pavía en la que el propio Francisco I de Francia fue apresado. En 1527 regresó a España con el rango de capitán, dispuesto a vivir una vida tranquila junto a su esposa Marina Ortiz. Dios sabe que lo intentó.
El aburrimiento y la falta de emociones en su día a día lo carcomían, hasta que en 1535 abandonó a su esposa y viajó a las Indias. Tras una infructuosa búsqueda de oro y riquezas en Los Llanos de Venezuela, terminó en Lima a finales de 1536. El recién conquistado Imperio inca aún estaba lejos de estar pacificado. Además de las crudas revueltas nativas, Francisco Pizarro y Diego de Almagro estaban hartos uno del otro y no tardaron demasiado en llegar a las armas.
El 6 de abril de 1538 tuvo lugar un acontecimiento inédito en América. Cerca de Las Salinas, en el valle de Cuzco, miles de indígenas se presentaron curiosos a lo que iba a ser un enorme y letal espectáculo. Y lo fue. Las fuerzas de Pizarro terminaron aplastando a las de Almagro ante el regocijo de los espectadores. El derrotado conquistador fue apresado y ejecutado en su celda: murió asfixiado por el infame garrote vil.
Pedro de Valdivia había estado en el bando vencedor en aquella fratricida jornada. Muy apreciado por las autoridades, fue recompensado con los derechos de una mina de plata y una enorme hacienda. Esta última lindaba con la encomienda de Inés Suárez. Los hados del destino unieron los nombres del conquistador y la mujer para siempre. Su apasionada relación levantaba rumores y habladurías. Pedro estaba legalmente casado e Inés era viuda desde que su marido muriese en Las Salinas luchando por la causa almagrista. Además, ella era una mujer de carácter que no temió en acompañar a su amante y empuñar las armas en la gran aventura de sus vidas.
Conquista de Chile
En 1535, Diego de Almagro había intentado conquistar Chile, pero fracasó. La expedición salió de Cuzco entre toques de corneta y solemnes tambores, regresó dos años más tarde completamente destrozada. No había oro en Chile, solo miseria e indios hostiles. Después de dejarse los pies en la cordillera andina regresaron por el infame desierto de Atacama. Allí la temperatura nocturna desciende bajo cero y la diurna supera los 40º. Daba grima observar a los supervivientes que pasaron a conocerse como "los rotos de Chile".
La posición de Valdivia en Cuzco era envidiable, pero quería más. No había ido a América para disfrutar de la tranquila vida que había dejado en España y fijó su mirada en Chile. El solo nombre del lugar llenaba de espanto a prestamistas y aventureros. El recuerdo de los "rotos" aún estaba fresco, pero el conquistador no se arredró y consiguió reunir una pequeña hueste decidida a hacerse con esta tierra o morir en el intento.
Salieron en 1540, Inés acompañó la comitiva como sirvienta de Valdivia para que la Iglesia no pusiera reparos. Atravesando el desierto, el miedo, la paranoia y la sed se adueñaron de sus hombres. No habían dejado de ver los blancos esqueletos de los hombres y bestias de Almagro señalando el camino a la perdición. Sin mayor negociación, Valdivia ahorcó al primero que mencionó la posibilidad de volver a Perú.
Siguiendo el legendario Camino Inca llegaron al río Mapocho y fundaron Santiago del Extremo en 1541. El asentamiento era continuamente asaltado por los nativos, pero los españoles se aferraron al fortín con uñas y dientes, Inés la primera, hasta que llegaron refuerzos desde Perú. Con el paso de los años, la presencia española en la región aumentó y Pedro fue llamado a Cuzco.
Allí rindió cuentas ante el virrey Pedro de La Gasca, quien reconoció sus títulos de capitán general y gobernador de Chile a cambio de que rompiera su relación con Inés; la Iglesia había aguantado demasiado aquella unión ilegitima. Inés aceptó la decisión de su amante y terminó casada con Rodrigo de Quiroga, amigo del conquistador. Nunca tuvieron hijos.
Pedro regresó a Santiago y siguió hacia el sur con el objetivo de encontrar el paso de Magallanes, desplazando la frontera 500 kilómetros al sur de Santiago. La ferocidad de los nativos exasperaba al conquistador que avanzaba con enorme lentitud. Enfurecido, Valdivia mutiló salvajemente a los nativos cortándoles brazos y piernas. Jamás lograría llegar al Estrecho.
El conquistador ya se encontraba algo desmejorado y fue descrito por Góngora de Marmolejo como "gordo, espaldudo, ancho de pecho". Tras años de combate con los mapuches, estos ya conocían las tácticas hispanas y lograron capturarle en 1553. Apenas hubo supervivientes de aquel encarnizado combate y las crónicas no se ponen de acuerdo sobre su truculento final.
La versión más extendida es la que reza que fue devorado por los mapuches. El Inca Garcilaso matiza que lo hicieron "no porque acostumbrasen a comer carne humana, que nunca la comieron aquellos indios, sino por mostrar la rabia que contra él tenían". De cualquier manera, el cuerpo de Pedro de Valdivia jamás se recuperó.
Este bravo y orgulloso pueblo indígena resistió a los conquistadores durante trescientos años. El gobierno chileno independiente tuvo que esperar hasta finales del siglo XIX para cumplir el sueño de Valdivia de llegar al estrecho de Magallanes. En el camino, aniquilaron a los mapuches y confinaron a los supervivientes en una suerte de "reducciones" a imagen y semejanza de las reservas de EEUU.