La ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo, en el área occidental de la provincia de Zaragoza, constituyó una importante encrucijada viaria en la ruta entre la propia Caesar Augusta y el sur de Francia. Seguramente alcanzó el rango de municipio en época de la dinastía Flavia y su ocupación se prolongó hasta una notable crisis en la primera mitad del siglo III d.C. En alguno de esos momentos finales del asentamiento, se celebró en la domus de uno de los barrios residenciales un banquete privado con abundancia de ostras, un manjar cuyo consumo significaba un elemento de distinción social.
Al término del convite, las conchas de las ostras, y tal vez otros restos orgánicos, fueron arrojadas sobre la acera del cardo oriental de la ciudad, en su parte norte, que delimitaba el barrio septentrional y llevaba un tiempo en desuso. Aquella zona se había convertido en una suerte de basurero, a donde se arrojaban residuos desde algunas de las viviendas aledañas, como bien revela la abundante presencia de material mueble de vajilla doméstica. Todos estos hallazgos salieron a la luz durante unas excavaciones en el yacimiento en el año 2021.
Pero el depósito inédito de ostras, que pertenecen a la especie Ostrea edulis, la ostra común, europea o plana, como se le conoce popularmente, se ha dado a conocer ahora en un estudio arqueomalacológico publicado en la revista SPAL, de la Universidad de Sevilla, y firmado por los investigadores Darío Bernal-Casasola, Javier Andreu Pintado y Juan Jesús Cantillo Duarte.
El análisis del conjunto de conchas, que presentan un buen estado de conservación y pertenecen a un número mínimo de 71 individuos, fueron con bastante seguridad recolectadas dentro de su medio natural costero y no producto de un criadero. No obstante, aunque la ciudad de Los Bañales estuvo totalmente abierta a los influjos mediterráneos en cuestiones arquitectónicas, como la procedencia de los mármoles, no ha sido posible determinar su lugar de origen.
Es una incógnita si las ostras, que tenían un tamaño reducido, fueron enviadas desde el Cantábrico, quizá desde el puerto de Oiasso (Irún, Guipúzcoa), o si llegaron a través del Mediterráneo, puede que desde Tarraco (Tarragona), aprovechando la navegabilidad del río Ebro. En cualquier caso, los investigadores recuerdan que estos moluscos pueden aguantar vivos en condiciones normales 12 días fuera del agua, lo que permitía su transporte a cualquier lugar de la Península Ibérica.
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Hábitos itálicos
La sociedad romana sentía veneración por el consumo de ostras: su presencia en los convites era omnipresente y su consumo un elemento de distinción social. Los autores del estudio señalan cuatro factores interrelacionados para interpretar el conjunto del yacimiento zaragozano como los vestigios de un banquete o convivium. El primero de ellos es la cercanía de las conchas a una domus. "Se trataría de restos de comida descartados tras su consumo en uno de los solares vacantes del entorno de estas ricas viviendas urbanas, que habría generado un vertedero de los llamados 'no seleccionados', donde se entremezcló la materia orgánica y la inorgánica", escriben.
En este sentido, la presencia de vajilla fina de mesa, elaborada tanto con terra sigillata como con cerámicas engobadas, refuerzan la hipótesis de que se trataría de residuos relacionados con el consumo de bebidas y otros productos, y no simples desperdicios del procesado de alimentos. La cantidad de ostras también revelan la imposibilidad de que se trate del manjar de una sola persona —los investigadores barajan que en el banquete participaron mínimo seis individuos—. En último lugar, destacan que la ubicación de esta ciudad en el interior del área vascona, alejada varios centenares de kilómetros de las costas atlántica y mediterránea, dotan a estos recursos marinos de "un carácter exótico, una auténtica exquisitez si tenemos en cuenta la lejanía de su zona de hábitat".
"En un ámbito natural su presencia no ha de considerarse per se como un elemento de prestigio debido a su accesibilidad y posible reducido precio", reconocen en el artículo. Sin embargo, en localidades del interior, vinculadas a centros urbanos y villas de alto rango, "debieron incrementar notablemente su precio, haciéndolas asequibles únicamente para las clases dirigentes". En el caso de Los Bañales, el manjar de ostras fue una forma de demostrar su romanitas y de emular las tradiciones itálicas en la provincia de Hispania.
Aunque en otros yacimientos de la Península Ibérica se han documentado restos de esta especie de moluscos, el único paralelo de banquete similar se ha identificado en la ciudad de Baelo Claudia (Cádiz), en el área del estrecho de Gibraltar. En este posible convivium celebrado en el siglo I d.C., además de bivalvos se bebió el afamado vino itálico. "Ambos restos de banquetes evidencian con claridad que el consumo de ostras en Hispania como elemento de distinción social debió ser generalizado, como sabemos que así era en la Urbs y en muchos otros enclaves itálicos, pues los dos ejemplos traídos a colación fueron, pese a sus estatuto municipal, comunidades de segundo o tercer rango", destacan en sus conclusiones.