Decenas de legiones conquistaron las provincias del Imperio romano. Cuando no fue posible extenderse más, defendieron incansablemente sus fronteras en el inhóspito muro de Adriano en Britania, en las gélidas riberas del Rin y el Danubio y en las ardientes arenas del desierto al oriente y al sur. Algunas fueron desmovilizadas cuando cumplieron su misión, otras desaparecieron despedazadas por hordas enemigas. Todas ellas se perdieron en la historia.
Una de estas legiones fue la V Macedonica, reclutada por Octaviano sobre el año 43 a.C. El futuro emperador Augusto, probablemente, reorganizó a los miembros de la V Urbana y de la V Galica. Esta nueva unidad sobrevivirá a la caída de Roma: su rastro se pierde en la invasión árabe del Egipto bizantino en el año 639 d.C., siete siglos después.
Los orígenes de esta legión se explican porque Roma llevaba casi un siglo entero de guerras civiles. Octaviano, pupilo del recién asesinado Julio César, estaba decidido a poner fin a estas luchas internas, y la utilizaría para enfrentarse con su antiguo amigo y triunviro Marco Antonio, casado con la última faraona del Antiguo Egipto: Cleopatra.
Fronteras candentes
La Legio V posiblemente participó en la enorme y decisiva batalla naval de Accio, en la actual Grecia, donde las tropas de Octaviano aniquilaron a las de Marco Antonio. El derrotado general romano se refugió en Alejandría buscando la ayuda de Cleopatra para detener el imparable avance de sus rivales. Viéndolo todo perdido, el matrimonio se suicidó.
Octaviano había triunfado y ni siquiera el Senado pudo hacerle sombra: pasó a los libros como el primer emperador. En aquel momento había unas 70 legiones en activo que fueron reducidas a 25. El princeps optó por profesionalizar a estas últimas y disperlas a los puntos calientes de los dominios imperiales. La Legio V Macedónica fue enviada entonces a Macedonia en el año 30 a.C., donde ganó su sobrenombre.
Ya en el año 6 de nuestra era fue movilizada al campamento de Oescus, en la provincia romana de Moesia. Ahí, enclavada en los Balcanes, debía vigilar la frontera del Danubio. Entre los años 58 y 63, varios vexiliatos de esta legión -destacamentos de una o dos cohortes- fueron movilizados por el emperador Nerón a las abruptas y primigenias montañas de Armenia donde combatieron a los avezados partos, temibles por su crueldad oriental y por su caballería acorazada.
Tres años después, la Legio V se movilizó a Galilea. Allí, junto a otras tres legiones al mando de Vespasiano, se encargaó de sofocar una virulenta revuelta judía. Bajo el implacable sol del Próximo Oriente, los hombres de esta unidad entraron de forma pacífica en Séforis y luego asolaron la montaña de Gerizim, el lugar más sagrado en la tierra para los samaritanos. En pleno verano, sus sedientos defensores resistieron hasta que fueron pasados a cuchillo. Vespasiano "los mató a todos", resume el historiador Flavio Josefo.
El hijo de Vespasiano, Tito, dirigió el asedio de Jerusalén durante cuatro meses hasta que en el año 71, los romanos entraron a sangre y fuego. El historiador relata que incluso "los soldados mataban y despedazaban, cuantos viejos y débiles hallaban". El Templo ardió hasta los cimientos dejando únicamente un muro en pie, el actual Muro de las Lamentaciones. La rebelión fue aplastada con la excepción de varios fanáticos que resistieron tenazmente en fortalezas inexpugnables como Masada. El grueso de las legiones, incluida la V Macedonica volvieron a sus cuarteles.
De vuelta a los Balcanes, la veterana legión se enfrentó a los temibles dacios en las fronteras danubianas, combatiendo entre 101 y 106. En los umbrosos y hostiles bosques de Tappae, los dacios contuvieron el asalto de los romanos hasta que una brutal tormenta rasgó el cielo. Los dacios, viendo en esto una señal de los dioses, decidieron retroceder y luchar otro día. El hispano emperador Trajano derrotó finalmente al dacio Decébalo y la Legio V fue movilizada a la fortaleza de Troesmis, al noreste de Moesia.
En esta fortaleza resistieron durante años las escaramuzas y asaltos de los fugaces roxolanos, experimentados jinetes de origen iranio definidos por Estrabón como "los últimos escitas conocidos". Estos roxolanos cruzaron la frontera en diferentes expediciones de saqueo y pillaje hasta que se daban a la fuga entre la niebla danubiana.
En esta angustiosa y feroz pequeña guerra fronteriza estuvieron ocupados los legionarios de la V hasta que estalló una nueva rebelión en las ardientes arenas de Judea liderada por el fanático Simón Bar Kojba en 132. Esta rebelión pilló por sorpresa al emperador Adriano, que empeñó numerosas legiones en su represión, más encarnizada incluso que la primera revuelta.
Fin del Imperio
Poco después, el Imperio romano comenzó a resquebrajarse. Una confederación de pueblos germanos compuesta por marcomanos, vándalos, suevos y sármatas burló las militarizadas fronteras danubianas entre 160 y 180 d.C., obligando al estoico Marco Aurelio a dirigir sus legiones, entre ellas la V Macedonica. La guerra fue larga, cruel e indecisa.
Ante la imposibilidad de expulsar a los bárbaros, algunos de ellos fueron reclutados para servir en las legiones. Una epidemia de peste negra acabó con el emperador filósofo e inundó Europa de cadáveres. La quinta legión fue homenajeada personalmente por el emperador Cómodo y después participó en varias guerras civiles. Se sabe que algunas unidades de caballería de esta unidad combatieron en 296 a las orillas de los indómitos Tigris y Éufrates contra los persas.
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Ya en el siglo IV, en la frontera del Danubio se hablaba entre murmullos de un extraño y vigoroso pueblo salido del infierno que empujaba naciones enteras hacia las fronteras imperiales. Este aguerrido pueblo se alimentaba de la sangre de sus monturas y comía carne semicruda. "La forma de vida de la nación de los hunos es la más salvaje de entre los bárbaros", resumió el militar e historiador romano Amiano Marcelino. En 411, los hunos burlaron el limes y destruyeron los cuarteles de la Legio V. El polvo y el humo de la caída de Roma dificultan seguir el rastro de la legión.
En la Notitia Dignitatum, un importante texto administrativo del siglo V d.C., se documenta la presencia de varios destacamentos de esta legión desplegados en Egipto, donde pasaron a engrosar las filas del ejército bizantino. La V Legio Macedonica aparece de nuevo en varias inscripciones de la fortificación libanesa de Heliopolis. La legión más longeva de Roma desapareció de forma definitiva en la arena del desierto sirio en 639. Ese año los árabes del califato Rashidun aplastaron las defensas bizantinas.