Ubicada a menos de una hora del centro de Pamplona, la monumental ciudad vascónica-romana de Santa Criz de Eslava domina desde sus alturas los valles de Aibar y del río Aragón. En su basílica cientos de ajetreados habitantes, que hablaban un latín con acento peculiar, pagaban multas e impuestos. Fuera barrían las calles del foro o, si la sed apretaba, quedaban en las tabernas cercanas para refrescar sus gargantas.
Poblado por los vascones entre los años 500 y 300 a.C., los habitantes del castro ya tenían conciencia de la existencia de Roma que, desde 178 a.C., campaba a sus anchas por gran parte de la Península Ibérica. Ese año, las tropas del pretor Tiberio Sempronio Graco acababan de fundar Graccurris, actual Alfaro, en La Rioja, tras destruir la ciudad de Ilurcis. En este asentamiento, las costumbres romanas entraron en escena en el valle del Ebro y pronto alcanzaron la actual Navarra.
Se desconoce por qué bando se decantaron los pobladores de Santa Criz en las guerras civiles romanas que salpicaron Hispania, pero fuera el que fuese cambió su forma de ver el mundo. "Se puede observar perfectamente el éxito que alcanza entre estas poblaciones nativas el vivir a la romana", explica a este periódico Javier Andreu, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Navarra y director científico del proyecto de investigación de Santa Criz. Este yacimiento es un ejemplo perfecto para estudiar la integración de las comunidades vascónicas y celtíberas en el modo de vida romano y para saber cómo eran este tipo de municipios en época altoimperial.
Registro epigráfico
Al entrar en contacto con la Urbs, el castro se transformó por completo. Abandona las alturas del cerro y duplica su tamaño, alcanzando unas 14 hectáreas a finales del siglo I a.C. Por el momento no se ha podido identificar con qué nombre fue conocida la ciudad en época imperial. Los cerca de mil habitantes de esta increíble y rica "burbuja romana" no son anónimos gracias a los esfuerzos del equipo de arqueólogos e investigadores.
En su necrópolis han aparecido decenas de estelas votivas y funerarias. "Su catálogo de inscripciones es el más generoso que tenemos en Navarra, las poblaciones locales comenzaron a emplear el medio escrito", afirma Andreu, que ha dedicado años a descifrar los misterios de esta magnífica biblioteca de piedra.
En una inscripción dedicada a una tal Antonia Crysaeis y que se conserva en la actualidad en el Museo de Navarra se puede leer en el cuarto renglón "Ant Cry", por lo que, según explica el arqueólogo, con el paso de los años el nombre del sitio fue derivando hasta Santa Criz.
Gracias a este registro arqueológico, se puede conocer a sus habitantes, sus nombres, poder adquisitivo y saber a qué deidades rendían culto. Los Calpurnios, Valerios y Emilios, por ejemplo, eran importantes familias de la élite local. A través de la calzada romana que construyeron las legiones entre Caesar Augusta (Zaragoza) y Pompaelo (Pamplona), llegó el excelente mármol de las canteras de Carrara y Pharos.
Con este lujoso material llegado desde el otro lado del Mediterráneo, estas familias de Santa Criz inmortalizaron sus nombres en estelas de todo tipo o, como Aurelius Ursinos, se dedicó estatuas en el "Hall of fame" del impresionante foro.
Este espacio era el centro de la vida pública y administrativa de la ciudad. En su parte más destacada salió a la luz recientemente un imponente templo dedicado al culto imperial del divino Augusto. Los habitantes de Santa Criz lo levantaron en el siglo I de nuestra era y, en sus tiempos de gloria, alcanzaba entre 5 y 7 metros de altura. En palabras del director del yacimiento, "los habitantes de Santa Criz quisieron tener un templo dedicado al emperador que representase en cierta medida que ellos ya eran romanos".
Dioses locales
En materia religiosa, los dioses se mezclaron, creando híbridos. Un ancestral dios vascón de las alturas y las aguas llamado Lacubegi aparece asociado al Júpiter romano en varias inscripciones. "También existen pruebas de una divinidad celtibérica llamada Peremusta muy venerada por los pobladores de Santa Criz: los cultos locales se transformaron a imagen de Roma. Estas poblaciones celtibéricas y vasconas que rendían culto a Peremusta y a Lacubegi no tuvieron ningún problema en incorporar el culto al emperador Augusto", detalla Andreu.
A juzgar por todos estos datos, la ciudad de Santa Criz, en el corazón del territorio vascón, se caracterizó por la gran diversidad de sus pobladores en el plano étnico, lingüístico y cultural, todos ellos bajo el influjo de la romanización.
Sin embargo, la próspera ciudad terminó abandonada por completo. Su impresionante foro en terrazas, siguiendo la moda imperial, se hundió. Tras un nuevo enfoque, lo reconstruyeron fortificando sus bases que volvieron a colapsar por segunda vez a finales del siglo II. Ante este derrumbe, sumado a la crisis económica que atravesaba todo el imperio, la ciudad no pudo hacer frente a su mantenimiento y sus habitantes se esfumaron. La última conocida, Pícula, fue enterrada en la necrópolis de la ciudad por su hermana Apruncula en la primera mitad del siglo III.
Sus pobladores probablemente pasaron a habitar en el medio rural que abastecía Santa Criz. Toda una serie de villas que, con el paso de los siglos, generarían los actuales municipios de Eslava, Ayesa o Lerga que rodean el asentamiento.
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En 1917, un sacerdote local descubrió un miliario del año 238 d.C., lo que abría la posibilidad de la existencia de un importante yacimiento. El tiempo le daría la razón. En 1946 aparecieron algunas estelas funerarias y edificios públicos, pero no sería hasta la década de 1990 cuando Santa Criz comenzó a ser excavada de forma continuada.
Desde que Javier Andreu comenzó a dirigir las excavaciones en 2017, lo primero que le cautivó, además de sus inscripciones, fueron las enormes posibilidades que ofrecía esta ciudad para la investigación científica. El proyecto está todavía en marcha y Santa Criz de Eslava esconde bajo tierra numerosos secretos sobre su monumental pasado.
Pese al aumento de turistas y visitantes a su museo, Andreu asegura que "hace falta una mayor voluntad e inversión por parte de la administración foral. Este es un proyecto que puede hacer de tractor para este municipio de la España vaciada".