Una inmensa mole de piedra se levanta sobre un pequeño islote en el puerto de A Coruña. Hoy, el castillo de San Antón, declarado Monumento Histórico Artístico en 1994, protege la colección del Museo Arqueológico e Histórico Provincial, pero el 4 de mayo de 1589 protegió Galicia. Aquella mañana esperaba impaciente y a medio construir su bautismo de fuego. El tiempo apremiaba y se dispusieron las baterías de artillería que, con creciente ansiedad, apuntaban a las más de ciento veinte naves de guerra dirigidas por el legendario corsario inglés Francis Drake.
Días antes cundió el pánico. Las campanas de las iglesias clamaban al cielo llamando a las armas mientras el cercano faro de Hércules, construido en época romana, advertía con la luz de sus llamas del inminente peligro que amenazaba a la región. El primer impacto del vendaval de fuego de la armada enemiga martilleó aquella inexpugnable fortaleza costera que, hoy indefensa, constituye uno de los principales atractivos turísticos coruñeses.
La idea de construir esta fortificación se remonta hasta 1522, cuando, un puñado de hombres convertidos en fantasmagóricos esqueletos descendió de la nao Victoria en el gaditano puerto de Sanlúcar de Barrameda. Habían dado la primera vuelta al mundo y traían especias de las Molucas. Mientras la corte se frotaba las manos con esta nueva ruta, se decidió convertir A Coruña en la sede de la Casa de la Especiería para centralizar la exploración del lejano océano Pacífico.
Guerras y batallas
Al amparo de esta institución, una expedición al mando de García Jofre de Loaísa partió de la ciudad en 1525 con destino a las Molucas sin saber que años después sería traicionada por Carlos V. Debido a este nuevo papel otorgado a la ciudad gallega, se decidió reforzar sus defensas con la edificación de tres fortalezas. Una de ellas se construiría en aquella isla de San Antón que, junto a los castillos de San Diego y Santa Cruz, debían hacer de cerrojo de la bahía y el puerto de la ciudad brigantina.
Las obras se retrasaron casi cinco décadas hasta que en 1587, reinando Felipe II, comenzó su construcción. Fue planeado siguiendo las últimas novedades de la arquitectura militar. Al fondo de la plaza de armas se encontraba la Casa del Gobernador, edificio que alberga gran parte de las colecciones medievales expuestas en el actual museo y al que se accede siguiendo unas escaleras de caracol.
Debido a su condición de fortaleza costera, se levantó para que fuera militarmente autosuficiente. Contaba con un aljibe que se llenaba con agua de lluvia para dar de beber a su guarnición y a los presos, encarcelados cerca del polvorín, la parte más inaccesible de la fortificación. Sus semibaluartes artillados en forma de estrella se construyeron para resistir un feroz bombardeo como el sufrido en 1639 por una poderosa flota franco holandesa de 37 navíos al mando de Henri de Sourdis, almirante francés y arzobispo de Burdeos.
Aquel día, la flota enemiga no pudo cumplir los deseos del cardenal Richelieu. Los castillos de San Antón y Santa Cruz, escupiendo un devastador fuego cruzado, impidieron que pudieran siquiera hacer el amago de desembarcar. Cincuenta años antes, cuando en mayo de 1589 llegó la Contraarmada inglesa al mando de Francis Drake, la historia fue mucho más dramática.
Aprovechando la desbandada de una fracasada Armada Invencible, la flota de Drake decidió que la ciudad brigantina sería un objetivo fácil. Con apenas 4.000 habitantes, su guarnición de menos de mil hombres apenas bastaba para cubrir las ruinosas murallas medievales. El 4 de mayo, aún en obras, la fortaleza de San Antón, erizada de cañones y encrespada como un gato panza arriba, cañoneó durante todo el día a los buques ingleses que se aventuraban en la bahía.
A pesar de los esfuerzos de la guarnición, los ingleses lograron desembarcar al día siguiente, poner cerco a la ciudad y comenzar a bombardear la plaza. La muralla medieval se resquebrajó nueves días después. Miles de soldados ingleses se abalanzaron sobre los agotados defensores. Un oficial inglés, enarbolando una bandera, se encaramó en lo alto de la muralla repleta de muertos y heridos. Cuando todo parecía perdido, una vecina llamada María Pita ensartó con una pica al osado oficial enemigo, congelando los ánimos de los asaltantes y enardeciendo a unos desesperados defensores que lograron repeler, in extremis, aquel asalto.
Otros usos
Muchos años antes de aquellos violentos choques, en la recóndita Illa da Pena Grande se levantó una ermita medieval que daría nombre al castillo. Dedicada a San Antón, fue usada como centro de cuarentena y rudimentario hospital donde se acogían y se trataban a los marineros y habitantes afectados por enfermedades infecciosas, incluida la temida lepra. Su acceso, hasta que en 1940 se construyó un puente sobre el que hoy se encuentra un parking, debía realizarse a través de un embarcadero excavado en la roca del islote y que quedaba inservible los días que el mar se embravecía.
Este complicado acceso propició que el castillo fuera utilizado como prisión desde el siglo XVIII. El acuartelamiento de la tropa se reformó para convertirlo en un conjunto de celdas que se sumaron a las ya existentes. En estas recónditas y húmedas celdas se apiñaron desde delincuentes comunes hasta prisioneros políticos como Rafael Melchor de Macanaz, ministro de Felipe V perseguido por la Inquisición debido a su ideal reformista e ilustrado.
[El castillo que protegió Oviedo de los vikingos y forjó uno de los mayores símbolos de España]
Este anciano ministro fue finalmente liberado por Carlos III en 1760 cuando, casi completamente ciego, solo esperaba a la muerte."Allí permaneció más de doce años prisionero, completamente aislado de su familia, entre los setenta y ocho y los noventa de edad", resume el historiador de derecho José María Vallejo García-Hevia en su biografía de la Real Academia de la Historia.
Después de servir a la represión franquista, en 1960 fue cedido al Ayuntamiento de A Coruña que, decidió instalar al resguardo de sus murallas el Museo Arqueológico Provincial. En la actualidad, alejado de su triste pasado, en octubre de este año cumplió 55 años como faro de conocimiento donde jóvenes, ancianos y adultos pueden conocer y aprender del pasado.