El yacimiento de Pompeya vuelve a desvelar una imagen fascinante y estremecedora sobre el mundo romano. Las excavaciones en una zona central de la antigua ciudad devorada por el Vesubio en el año 79 d.C. han sacado a la luz una "panadería-cárcel", un pequeño y estrecho espacio en el que los esclavos, con ayuda de burros atados al suelo y con los ojos vendados que caminaban durante horas haciendo girar las ruedas de moler, fueron confinados para trabajar el grano y fabricar pan. Se trataba de una zona de producción sin vistas al mundo exterior, solo con unas pequeñas ventanas enrejadas en lo alto de la pared por las que se colaba algún rayo de luz.
"Es, en otras palabras, un espacio en el que tenemos que imaginar la presencia de personas de estatus servil cuya libertad de movimiento fue restringida por el propietario", explica Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya, en un artículo académico publicado este viernes en el E-Journal de las excavaciones en el yacimiento. "Es el lado más impactante de la antigua esclavitud, el que carecía tanto de relaciones de confianza como de promesas de manumisión, donde todo se reducía a la violencia brutal, una impresión que se confirma totalmente asegurando las pocas ventanas con rejas de hierro".
La panadería se ha descubierto en la Regio IX, concretamente en la Insula 10, una zona ubicada en el corazón de la urbe separada por la vía denominada de Nola de la Regio V, y en el marco de un proyecto de consolidación de un área todavía no excavada de la antigua urbe romana. En una de las habitaciones aledañas a este espacio, probablemente un almacén, los arqueólogos descubrieron hace unos meses los cuerpos de tres víctimas del volcán: dos mujeres adultas y a un niño de unos 3-4 años sobre los que se derrumbó el techo cuando trataban de buscar refugio de los flujos piroclásticos y de la lluvia de lapilli o pequeños fragmentos de piedra.
Los trabajos de investigación han desvelado que el edificio, dividido en una zona residencial con exquisitos frescos y en otra de producción, se encontraba en fase de renovación cuando se registró la erupción que enterró Pompeya bajo metros de ceniza. Este descubrimiento testimonia el agotador trabajo al que fueron sometidos hombres, mujeres y animales en las antiguas panaderías, como ya recogió el escritor del siglo II d.C. Apuleyo, que en su novela Las metamorfosis narra la historia de un tal Lucio convertido en burro y vendido a un molinero. Además, permite investigar cómo funcionaba uno de estos espacios, aunque en el momento de la catástrofe no estaba en funcionamiento.
En las losas de basalto volcánico que rodean las cuatro ruedas de molino se pueden observar una serie de hendiduras semicirculares. Dada la robusta durabilidad del material, es probable que lo que a primera vista podrían parecer "huellas" sean en realidad tallas deliberadas hechas para evitar que los animales de tiro resbalasen sobre el pavimento, apuntan los investigadores. Es decir, los burros trazarían un camino que formaba un "surco circular" (curva canalis), como también lo describió Apuleyo: una suerte de mecanismo perfectamente engranado para estar funcionando todos los días.
"Las fuentes iconográficas y literarias, en particular los relieves de la tumba de Eurisaces en Roma, sugieren que la piedra de molino era movida normalmente por una pareja formada por un asno y un esclavo. Este último, además de empujar la piedra de moler, tenía la tarea de incitar al animal y el seguimiento del proceso de molienda, la adición del grano y la recogida de la harina", describe Gabriel Zuchtriegel.
"Son espacios como este los que también nos ayudan a comprender por qué hubo quienes creyeron necesario cambiar ese mundo y por qué en los mismos años Pablo, miembro de un pequeño grupo religioso, quien luego fue canonizado, escribió que es mejor ser todos servidores, douloi, es decir, esclavos no de un amo terrenal, sino de uno celestial", cierra el director del Parque Arqueológico.
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Las primeras excavaciones en el área se iniciaron a finales del siglo XIX, pero fueron interrumpidas. Hasta esa época la zona se había utilizado como área de cultivos y los invernaderos de los agricultores se mantuvieron hasta 2015. En esa primera fase se documentaron parcialmente dos edificios que fueron transformados en talleres de producción en el siglo I d.C. Los arqueólogos han podido determinar que se trata de una lavandería (fullonica), con mesas y pilas para lavar y teñir ropa; y de una panadería con horno que disponía de diversos espacios para la elaboración y venta de los alimentos.