Solo se conocen tres ciudades de la Antigua Roma que tuviesen el privilegio de tener a Julio César como patronus municipi. Interamna Lirenas, un asentamiento erigido sobre una terraza fluvial en medio del valle del río Liri, una ruta fundamental para las comunicaciones en el centro de la Península Itálica, recibió esta prebenda en el año 46 a.C., y probablemente porque el dictador romano interpretó a esta población estratégica como un valioso enclave para consolidar su apoyo durante la guerra civil que le enfrentó con Pompeyo Mago y sus sucesores.
A pesar de esta curiosa relación con César, no se trató de un lugar singular. Fundada como colonia latina en 312 a.C. y en un territorio que entre finales del siglo IV a.C. y principios del III a.C. presenció la guerra entre los romanos y los samnitas, la ciudad desapareció y cayó en el olvido en algún momento de la Antigüedad. Apenas había restos visibles entre los modernos campos de cultivo cuando un equipo de arqueólogos canadiense decidió investigar el yacimiento entre 1978 y 1983. Sus conclusiones, basadas principalmente en la distribución de fragmentos de recipientes cerámicos, fueron que el máximo esplendor de Interamna se registró en los siglos II-I a.C. y que su ocupación se había reducido de forma dramática para el siglo I d.C.
Sin embargo, un proyecto arqueológico liderado por la Universidad de Cambridge que ha combinado las excavaciones sobre el terreno con las últimas técnicas no invasivas ha desvelado un desarrollo urbanístico muy diferente y complejo. El asentamiento, que gozó de un crecimiento sostenido entre el periodo republicano y comienzos de la etapa imperial, no mostró signos reales de decadencia hasta la última parte del siglo III d.C., desafiando la idea de un retroceso en la Península Itálica en esa época, según explica Alessandro Launaro, profesor de la Facultad de Clásicas del centro británico y autor del estudio publicado en el volumen Roman Urbanism in Italy donde se presentan los resultados de los trabajos científicos.
Los nuevos análisis de decenas de miles de fragmentos de recipientes y ánforas de cerámica común recuperados en el yacimiento, al sur de la región de Lazio, indican que el ocaso de Interamna Lirenas comenzó unos 300 años más tarde de lo que se pensaba. Por otro lado, una sistemática prospección geofísica ha desvelado el sorprendente desarrollo urbanístico de la urbe, que en su momento de auge se habría extendido unas treinta hectáreas y contaba con un atípico teatro con un tejado rectangular, una basílica, un puerto fluvial, tres complejos termales —uno de ellos disponía de una gran piscina rodeada por un pórtico—, almacenes o viviendas que habrían acogido a una población de unas 2.000 personas.
"Es muy raro en Italia, pero se trataba de un sitio tan poco prometedor que nadie había intentado excavarlo. No había nada en la superficie, ninguna evidencia visible de edificios, solo trozos de cerámica rota. Pero lo que descubrimos no fue un lugar atrasado, ni mucho menos, sino una ciudad próspera que se adaptó a todos los desafíos que se le presentaron durante 900 años", resume Launaro. El abandono del enclave se registró a mediados del siglo VI, probablemente antes de la invasión lombarda ya que no se han documentado evidencias de una destrucción violenta.
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"No estamos diciendo que esta ciudad fuera especial, es mucho más emocionante que eso", añade el investigador. "Creemos que muchas otras localidades romanas medianas de Italia fueron igual de resistentes. Lo que pasa es que los arqueólogos estamos empezando a aplicar las técnicas y los enfoques correctos para ver este fenómeno".
El equipo de Launaro ha prospectado con radar de penetración terrestre (GPR por sus siglas en inglés) una zona cercana al río Liri —era navegable en la Antigüedad, como testimonia un plan del emperador Claudio para aumentar su caudal desviando las aguas de un lago cercano— donde han identificado un gran almacén (400x12 metros), un templo y un complejo de baños. Según su interpretación, se trataría de un puerto fluvial que estuvo en uso entre los siglos I a.C. y IV d.C. "Estos espacios no solo necesitaban depósitos: la gente pasaba mucho tiempo trabajando y descansando en los alrededores, por lo que necesitaban todo tipo de comodidades como las que encontramos aquí", subraya el arqueólogo.
"Este puerto fluvial permitió a Interamna Lirenas beneficiarse del comercio entre Aquinum y Casinum, centros clave al norte, y Minturnae y la costa del Tirreno al sureste. Habría sido crucial para el éxito de la ciudad", añade Launaro. Las excavaciones en las inmediaciones del foro han sacado a la luz una veintena de edificios con patios que pudieron haber funcionado como mercados cubiertos (macella), almacenes públicos (horrea), escuelas (scholae) y bloques de apartamentos (insulae), y que respaldan la importancia comercial de la localidad. También se ha documentado otro espacio que podría haber actuado como mercado de ovejas y ganado.
En el sector localizado al norte del foro los arqueólogos han descubierto los restos de un teatro que se elevó sobre una terraza abierta y tenía una capacidad para 1.500 espectadores. Probablemente patrocinado por un liberto de una rica familia llamado Anoptes, lo más llamativo es que estuvo techado, una mejora significativa para su acústica, y contaba con mármoles importados desde todo el Mediterráneo. "Un edificio tan refinado no encaja con la idea de lugar apartado y en decadencia. Era un importante símbolo de estatus y mostraba la riqueza, el poder y la ambición de la ciudad", destaca el arqueólogo, recordando que estuvo en uso hasta los siglos III-IV d.C.
Densa ocupación
Uno de los aspectos que ha llamado más la atención a los investigadores es la densa ocupación de la ciudad. 190 de las casas eran pequeñas, con menos de 500 metros cuadrados, pero se intercalaban con 25 viviendas más grandes (500-1000 m2) y otras cinco de más de 1.000 m2. Como se aprecia en otros lugares como Herculano o Pompeya, en Interamna Lirenas parece que no hubo separación en función del estatus social.