Cuando el Imperio romano estaba cerca de ver su final, la mayoría de las pequeñas ciudades romanas de Hispania fueron abandonadas. Las que no lo fueron, se fortificaron ante el temor de las incursiones bárbaras. En este contexto, en algún momento del siglo IV d.C., la vieja ciudad de Itálica, construida en el 206 a.C. en tierras de los turdetanos y lugar de nacimiento de los emperadores Trajano y Adriano, decidió levantar una muralla que protegiera la vida y posesiones de sus habitantes en un imperio que tenía los días contados.
Esta muralla lleva siendo objeto de estudio desde hace cinco años, especialmente en la nova urbs, la zona de Itálica que creció durante la expansión urbanística promovida por Adriano. La vetusta urbs por su parte se encuentra enterrada bajo un cúmulo de casas pertenecientes al actual municipio de Santiponce. Según revela un reciente estudio elaborado por la sevillana Universidad de Pablo Olavide (UPO) y la alemana Universidad de Marburgo, mientras los investigadores realizaban la datación de una torre defensiva con planta cuadrangular, hallaron “un área cementerial extramuros inmediata al tramo de muralla y la torre”, según informa el artículo al que ha tenido acceso Europa Press.
El equipo de investigadores comenzó a excavar un área que según las prospecciones geofísicas de 2015 y 2018 aparecía repleta de “anomalías”. En esta necrópolis descubierta por accidente, encontraron los restos de un bebé de menos de un año de edad enterrado sin ninguna clase de ajuar en un ánfora. Junto a esta escalofriante tumba infantil, apareció otra serie de tumbas, entre ellas la de otro menor de edad, también enterrado en un ánfora y del que por el momento se desconoce la edad concreta.
La muralla
En total los arqueólogos localizaron once enterramientos datados a finales del siglo IV y principios del V d.C., algunos solo dipusieron de tierra como único ataúd mientras que otros permanecían cubiertos por cistas de ladrillo. Algunas de estas últimas tumbas presentaban en su interior otros ”compartimentos para acoger enterramientos secundarios”, lo que sería una prueba de que estas tumbas fueron reutilizadas por los familiares de los difuntos.
Dejando a un lado el cementerio, la investigación de la línea defensiva no ha estado exenta de sobresaltos y sorpresas. A pesar del resultado de los análisis de Carbono 14 en sectores del muro, Rafael Hidalgo, Inmaculada Carrasco y María Teresa Velázquez de la UPO y por Florian Hermann, Ulrich Kiesow y Félix Teichner de la Universidad de Marburgo, concluyen que según el análisis de los restos cerámicos y la estratigrafía, la fecha de construcción de línea defensiva sería más tardía.
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Los primeros esfuerzos de este proyecto arqueológico se centraron sobre las construcciones del sector de la Casa de la Cañada Honda debido a que constituyen “uno de los más interesantes ejemplos de arquitectura doméstica”. En una de ellas, se encontró un lecho de banquetes o stibadium anexo a una fuente con peristilo cercano a la fortificación defensiva.
En cuanto a esta última, excavaron en diez zanjas que permitieron aislar en cinco fases la evolución de las construcciones erigidas en el periodo bajoimperial y tardoantiguo. En la fase más antigua, sobre el siglo IV d.C., se han conseguido desenterrar varios restos de cerámica y otros materiales relacionados a “actividades indeterminadas” en el área donde después se levantó la muralla, cerca de la necrópolis construida en el tercer periodo documentado.
En la segunda fase, rozando el siglo V, comenzó la construcción del recinto defensivo como tal usando materiales procedentes de otros edificios de la ciudad que se encontraban en estado de ruina. El resto de fases corresponden a un periodo de saqueos y expolios que culminaron con el total abandono de la zona como necrópolis, torre y sistema defensivo.