Hace unos 45.000 años, una reducida partida de Homo sapiens encontró un pequeño refugio en una cueva localizada en el valle del río Orla, en el moderno municipio alemán de Ranis. En el sitio, utilizado también por los osos de las cavernas durante su hibernación y por las hienas, consumieron la carne de sus presas —renos, rinocerontes o caballos— y se protegieron de las inclemencias de un clima continental muy frío en un paisaje estepario, similar al que se extiende en la actualidad en Siberia o el norte de Escandinavia. Pero las condiciones fueron tan extremas que algunos de los miembros del grupo —o todos— no lograron sobrevivir.
Los restos óseos de estos sapiens han salido ahora a la luz gracias a unas excavaciones realizadas en el yacimiento de Ilsenhöhle, un hallazgo que supone un auténtico hito en la historia de la evolución humana. Se trata de los fósiles más antiguos de H. sapiens identificados en el centro y noroeste de Europa, confirmando que llegaron a estas regiones y cruzaron los Alpes antes de lo que se pensaba. La investigación de un equipo internacional de científicos, publicada este miércoles en tres artículos en las revistas Nature y Nature Ecology and Evolution, ratifica además que nuestra especie convivió varios milenios con los neandertales antes de la extinción de estos últimos, como había desvelado la genética.
"El yacimiento de la cueva de Ranis proporciona evidencias sobre la primera dispersión del Homo sapiens por las latitudes más altas de Europa", explica Jean-Jacques Hublin, profesor del Collège de France y director emérito del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania). "Estos resultados cambian nuestras ideas sobre la cronología y la historia de la ocupación de Europa al norte de los Alpes", añade Tim Schüler, otro de los codirectores de una investigación multidisciplinar que ha combinado arqueología, dataciones con radiocarbono y estudios de isótopos y de ADN antiguo.
Las primeras excavaciones en el yacimiento —está ubicado bajo el castillo de Ranis— en la década de 1930 documentaron una enigmática industria lítica caracterizada por puntas de piedra alargadas parcialmente modificadas en ambas caras y que se han asociado a una cultura llamada Lincombian-Ranisian-Jerzmanowician (LRJ). Los investigadores asumían que este tipo de herramientas que han aparecido en otros sitios de Polonia, República Checa, Alemania y Reino Unido habían sido fabricadas por neandertales en el momento de transición entre el Paleolítico Medio y el Superior, aproximadamente entre hace 47.000 y 42.000 años.
Para clarificar la cronología del yacimiento e identificar a los artífices de esta tecnología, Hublin y su equipo reexcavaron entre 2016 y 2022 una zanja de ocho metros de profundidad. Debajo de una roca que probablemente se desprendió del techo de la cueva, los arqueólogos documentaron una capa intacta asociada a la LRJ con piezas líticas y fósiles humanos. Los análisis de proteínas de los huesos en el laboratorio desvelaron una gran sorpresa: pertenecían a algunos de los primeros humanos anatómicamente modernos que pisaron el Viejo Continente. La revisión de la colección de fragmentos óseos recuperados el siglo pasado y conservados desde entonces en un almacén mostró que algunos eran de homininos.
"Resulta que esos artefactos de piedra que se pensaba que habían sido producidos por neandertales formaban parte en realidad del conjunto de herramientas de los primeros H. sapiens", subraya Jean-Jacques Hublin. "Esto cambia básicamente nuestro conocimiento previo sobre este periodo: los sapiens alcanzaron el noroeste de Europa bastante antes de la extinción neandertal en el suroeste del continente". Hasta ahora parecía establecido que las primeras migraciones de humanos anatómicamente modernos hacia el Viejo Continente se registraron entre hace 45.000 y 42.000 años. El arqueólogo Ludovic Slimak ha propuesto recientemente en base a un diente hallado en la cueva de Mandrin, en la Francia mediterránea, que la primera oleada habría ocurrido realmente hace más de 54.000 años.
Las dataciones de los fósiles recuperados en Ranis apuntan en esa misma línea, hacia un escenario evolutivo más antiguo y complejo. "Descubrimos una coincidencia muy buena entre las dataciones de radiocarbono de los huesos de Homo sapienes de las colecciones de ambas excavaciones y las de los restos modificados de animales de las capas LRJ de la nueva prospección, logrando un vínculo muy sólido entre los restos humanos y LRJ". detalla Helen Fewlass, investigadora del Instituto Francis Crick de Londres. "Las evidencias sugieren que el Homo sapiens ocupó esporádicamente la cueva desde hace 47.500 años".
En total se han contabilizado 13 restos de esqueletos humanos. Su estudio genético ha destapado una sorprendente relación. "Curiosamente, varios fragmentos compartían las mismas secuencias de ADN mitocondrial, incluso los que procedían de diferentes excavaciones", detalla Elena Zavala, investigadora de la Universidad de California en Berkeley y el Instituto Max Planck. "Esto indica que los restos pertenecen al mismo individuo o eran familiares por línea materna, relacionando los nuevos hallazgos con los registrados hace décadas". Los científicos también han logrado extraer ADN de mamíferos antiguos de los sedimentos asociados a la cultura LRJ, completando el registro zooarqueológico del yacimiento.
Al comparar las secuencias de ADN mitocondrial de los fósiles de Ranis y con los restos humanos de otros sitios paleolíticos europeos, Zavala ha logrado elaborar un preliminar árbol genealógico de los primeros sapiens. Todos menos uno de los fragmentos del yacimiento alemán presentaban un genoma bastante similar entre sí, pero lo llamativo ha sido descubrir que su ADNmt se parecía al del cráneo de un individuo femenino identificado en una cueva de la República Checa. "¿Se trataba de una única población? ¿Cuál era realmente la relación", se pregunta la genetista. "Con el ADNmt solo tenemos una parte de la historia, el lado materno. Necesitaríamos ADN nuclear para poder responder a esto".
Estos sapiens pioneros —alguno de estos grupos habría llegado incluso hasta las Islas británicas, como prueba la presencia de herramientas LRJ— sobrevivieron a un clima de frío extremo durante su presencia en la región del valle del Orla. "Esto muestra que incluso los primeros grupos de Homo sapiens que se dispersaron por Eurasia ya tenían alguna capacidad para adaptarse a condiciones climáticas tan duras", destaca Sarah Pederzani, de la Universidad de La Laguna y responsable del estudio paleoclimático del sitio. "Hasta ahora se pensaba que la resiliencia a condiciones de frío no apareció hasta varios miles de años después, así que esto es un resultado fascinante y sorprendente. Quizá las frías estepas con mayores rebaños de presas fueron un medioambiente más atractivo para estos grupos humanos que lo anteriormente apreciado".