El conjunto arqueológico de Cástulo (Linares, Jaén) encierra atractivos irresistibles al visitante. Se superponen feraces horizontes culturales de más de tres mil años de antigüedad, que se remontan a la Edad del Cobre. Íberos, cartagineses, romanos, paleocristianos, judíos, visigodos y almohades dejaron indelebles huellas pétreas en la trama urbana. Como si de una máquina del tiempo se tratase, Marcelo Castro López, director del yacimiento, detalla a este periódico los más flamantes descubrimientos.
Cástulo había sido un enclave estratégico en la red de comunicaciones desde los primeros asentamientos estables allá por el siglo VIII a.C. gracias a la navegabilidad del río Betis hasta sus inmediaciones. A lo largo de su dilatada historia consiguió centralizar el comercio del cobre, de la plata y del plomo de Sierra Morena. Estos recursos metálicos fueron explotados intensamente por pueblos que colonizaron el territorio. En época ibérica llegó a ser la urbe más extensa de la Península Ibérica hasta el punto de acuñar en su ceca moneda propia, usando la esfinge como símbolo identificativo.
En el año 206 a.C. Roma conquistó definitivamente Cástulo gracias a la intervención del general Publio Cornelio Escipión. Tras la concesión de la municipalidad romana (municipium castulonensis), desde el siglo II a.C. al III d.C., las autoridades locales aceleran un integral proyecto de reformas urbanísticas enmarcado en la ordenación espacial de la acrópolis, del centro monumental y de la ciudad baja con el levantamiento de edificios públicos (templos, termas mayores, barrio residencial, talleres artesanos y tiendas o tabernae) y equipamientos críticos (castellum aquae, cisternas, red de alcantarillado, cardo y decumano máximo, etcétera).
En cuanto a los vestigios que están aflorando en las más recientes excavaciones y catas arqueológicas, destaca una sorprendente sinagoga de planta basilical con doble entrada (una para hombres y otra para mujeres) y ábside orientado hacia el este, perteneciente a la época bajo imperial. Prueba la presencia de una comunidad judía en torno a los siglos IV- V d.C. que llegó a convivir con los primitivos cristianos.
Según Marcelo Castro, la clave ha residido en el descubrimiento de una lucerna o lámpara de aceite elaborada en cerámica y decorada con la menorah. Se halló en su lugar original bajo un derrumbe provocado por un incendio. El director del conjunto explica que su decoración (el candelabro de los siete brazos bordeado por espigas) es un símbolo palmario de la identidad del pueblo judío asentado en Cástulo.
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En las inmediaciones, los arqueólogos han terminado de desenterrar una vivienda romana de 600 metros cuadrados, reutilizada por una familia de comerciantes hebreos que, con probabilidad, mantenía negocios en el norte de África (Túnez). El muro principal, elevado mediante técnica de aparejo u Opus africanum, abre espacios a la vía pública: de planta cuadrada, fueron talleres de artesanía, locales comerciales y tiendas (tabernae).
Añadieron una segunda planta a la que se accede por una escalera. Los investigadores han identificado horno, hipocausto, cisterna y brocal (del fondo emergieron rastros de ostras/ostiones de Cádiz y de escamas del caparazón de tortugas), piscina, panadería con moliendas, balanza de precisión y crisol para la fundición de monedas. Precipitadamente, sus propietarios huyeron en la segunda mitad del siglo V d.C. a causa de un seísmo.
De manera despiadada, la destrucción de la arquitectura monumental y de los conjuntos escultóricos se aceleró en esta época bajo imperial como consecuencia de la intolerancia religiosa. Lo atestigua el enterramiento de una cabeza de mármol romana bajo el pavimento de la calle próxima al templo consagrado a Augusto, en torno a los años 355-360 d.C. Se trata de un busto del siglo I-II d.C. ataviado con casco ático representando a un oficial del ejército romano de avanzada edad. Su rostro desfigurado había sido dañado intencionadamente para borrar su identidad (damnatio memoriae).
Mucho por descubrir
En septiembre de 2022 emergió la delicada Dama de Cástulo, también conocida como Valeria Tosca, que personifica el modelo ideal de belleza, donde la túnica y el manto cubren a esta noble patricia desde los pies hasta el cuello, dejando traslucir los detalles de su anatomía. "Tapar y dejar ver", comenta Castro López. La inveterada pudicitia. Los pies están cubiertos por unos botines de cuero tan finos que transparentan los dedos. "Se adivina un cuerpo idealmente proporcionado, como si fuera una encarnación de la divina Venus", añade.
Esta escultura acéfala se ajusta a las pautas de representación de las mujeres de la dinastía Julio-Claudia (siglo I d. C.). Está tallada en mármol, mide 1.35 metros de altura y pesa más de 250 kilos. Fue encontrada de manera fortuita mientras se ejecutaban obras de acondicionamiento ambiental y de infraestructuras a cargo de la Junta de Andalucía para un nuevo pavimento en la entrada de la ciudad íbero-romana, cerca de unas termas, al lado de la piscina y de la exedra (construcción descubierta, de planta circular, con asientos fijos en la parte interior de la curva). Además, las trazas de la pieza, con la parte trasera enrasada sin el volumen de la parte frontal, sugieren que fue esculpida para ocupar una hornacina o nicho prominente en las termas o en alguno de los monumentos funerarios próximos.
Aunque la zona que más sorpresas está deparando a los arqueólogos es la ciudad baja, al suroeste de Cástulo. Allí, cerca del edificio público de finales del siglo I d.C. dedicado al culto del emperador Domiciano y convertido en templo cristiano a mediados del siglo IV d.C., descubrieron la Patena de Cristo en Majestad o patena de Cástulo. De 22 centímetros de diámetro y 4 de altura ofrece un estado admirable, conservándose el 81% de la pieza. Los investigadores confirman que procede de unos de los talleres de artesanía de vidrio más afamados de Roma.
Asimismo, se trata de una de las manifestaciones de iconografía cristiana sobre este soporte más antiguas y mejor conservadas de la Península Ibérica. La composición muestra a tres personajes con aureola, sobresaliendo en el centro la figura de Cristo, flanqueado por dos apóstoles, probablemente Pedro y Pablo. La escena se desarrolla en el orbe celestial, enmarcada entre dos palmeras, que simbolizan la inmortalidad. Cristo, imberbe y con el cabello rizado al estilo alejandrino, se completa con atributos propios del paleocristianismo: la cruz gemada (crux gemmata) en una mano, encarnación de la resurrección, y las Sagradas Escrituras en la otra. Asimismo, en un lado se dispone el anagrama de Cristo, el crismón, elemento que enfatiza la realeza y la divinidad. Las figuras laterales portan en sus manos un rollo o rotulus legis.
El Mosaico de los Amores fue desenterrado en 2012 a 1.5 metros de profundidad dentro del templo de Domiciano. Este complejo edilicio, cuya obra fue interrumpida súbitamente, se abandonó a raíz del asesinato del emperador tras una conspiración palatina urdida por el chambelán imperial Partenio y la posterior damnatio memoriae en el año 96 d.C. Gracias a este magnicidio y la premeditada demolición de los muros, pudo conservarse este impresionante Opus tesellatum, de estilo pompeyano.
La obra llega a ocupar una superficie de 70 metros cuadrados pavimentados, recubierta por más de 750.000 teselas de piedra y pasta de vidrio. En la zona central emergen dos tondos circulares en los que focalizan dos escenas de la mitología clásica: El juicio de Paris y El mito de Selene y Endimión, en cuyas esquinas se alegorizan las cuatro estaciones.
En noviembre de 2013, en el transcurso de unas prospecciones arqueológicas y trabajos de consolidación, se descubría un león en la muralla norte de Cástulo. La imponente escultura, realizada sobre un bloque de piedra arenisca de casi una tonelada de peso, muestra un león rugiente, echado sobre sus garras entre las que se retuerce posiblemente un hombre de raza negra a punto de ser devorado. Permaneció durante siglos guardando una puerta de un monumento integrado en la muralla, al exterior de la ciudad. Según interpretación de Castro López, esta figura podría aludir a la conquista y anexión del norte de África por Roma gracias a las campañas de Escipión.
En conclusión, solo el 3% de la superficie de Cástulo ha sido excavada aunque el objetivo para los próximos años es alcanzar el 5%. Queda muchísimo por hacer. Tal es el reto que, a finales de 2016, se detectaron mediante georradar (tecnología LiDAR) estructuras romanas en el subsuelo que corresponderían a un circo y a un anfiteatro. Pero, como advierte su director, la complejidad de este yacimiento reside en su capacidad de retroalimentación: se destruye con la misma facilidad que se vuelve a levantar, reutilizando los materiales constructivos de este asentamiento pero en distintos períodos históricos. Y aquí radica la fascinación de Cástulo.