El pasado sábado 3 de febrero, decenas de cazabombarderos estadounidenses y británicos atacaron numerosas posiciones de los rebeldes hutíes en Yemen. La contundente campaña aérea aviva la tensión en el mar Rojo mientras las milicias, responsables de toda una serie de asaltos destinados a cortar la navegación comercial en respuesta al conflicto de Gaza, sacan músculo en Saná y aseguran que habrá represalias. Bajo el inclemente sol de la región, no es la primera vez que el Ejército británico combate en estas latitudes.
Después de la Segunda Guerra Mundial el vapuleado Imperio británico comenzó a desmoronarse en todo el mundo y Londres retrocedió en los campos de batalla coloniales. Perdido el control sobre el canal de Suez, nacionalizado por el general egipcio Abdel Nasser, una de las mayores debacles británicas se vivió en el lejano y estratégico puerto yemení de Adén, controlado desde 1839.
El 10 de diciembre de 1963 una violenta explosión desencadenó el caos en el aeropuerto adanés de Khormaksar cuando las granadas soltaron su metralla sobre sir Gerald Kennedy Nicholas Trevaskis, Alto Comisionado en la región. Trevaskis sobrevivió pero 50 personas quedaron heridas y uno de sus escoltas fue descuartizado en el ataque. Las autoridades declararon el estado de emergencia y Londres envió refuerzos.
Estado de Emergencia
Aquel país rezumaba odio hacia sus colonizadores. La guerra se libró en oscuros calabozos, olvidadas escaramuzas en el desierto, sucios combates callejeros y brutales atentados terroristas. Reino Unido abandonó la región en 1967 y el país ardió en llamas durante décadas de guerra civil. Los conflictos de descolonización dejaron miles de soldados huérfanos, desertores y aventureros que, convertidos en mercenarios, combatieron bajo banderas extrañas en los rincones más oscuros del planeta.
Ryszard Kapuściński, corresponsal de guerra y escritor polaco, recogió en Un día más con vida el desgarrador testimonio de un mercenario británico que luchó en Angola: "Cuando uno dispara sobre una pared humana en movimiento no mira, rostros, no ve personas (...). Cuando te topas con alguno cara a cara y luchas cuerpo a cuerpo, entonces sí que ves que es un hombre como tú (...). Tienes que matarlo antes de que él te mate a ti. Yo maté al primero cuando tenía cerca de diecisiete años. En Adén. Luego tuve pesadillas, me despertaba gritando en mitad de la noche".
En las navidades de 1964, los insurgentes lanzaron varios explosivos a una fiesta infantil celebrada en el cuartel de la Real Fuerza Aérea (RAF) del aeropuerto de Khormaksar. Una niña murió despedazada y cuatro infantes resultaron heridos. En Nochebuena un policía inglés mató a tiros a un civil árabe en plena calle. Adén hervía.
Los intentos por controlar el contrabando de armas y explosivos en Cráter, el barrio árabe de la ciudad construido sobre un antiguo volcán, acababan en tiroteos y apenas daban resultados. Las brutales represalias se sucedían unas tras otra. Los disturbios callejeros, pacificados a balazos, cubrieron el cielo de un macabro humo negro. Un inspector de policía nativo al servicio del protectorado fue tiroteado por la guerrilla en la puerta de su casa el 26 de diciembre.
"Adén fue la última campaña de contrainsurgencia colonial del Ejército británico y una de las menos exitosas. La evacuación británica del sur de Arabia completó la retirada final del Imperio, que había comenzado 20 años antes con la independencia de India y Pakistán", explica la página web del Museo Nacional del Ejército británico.
El protectorado se convirtió en una olla a presión donde los intereses del Egipto del general Nasser, Arabia Saudí, la Unión Soviética y el agonizante Imperio británico se entremezclaban y se confundían entre infinidad de tribus árabes enfrentadas entre sí. Escondidos en las montañas de Rafdan, la insurgencia árabe recibía toneladas de rifles, ametralladoras, medicinas y granadas soviéticas llegadas del país del Nilo.
Siniestros cazabombarderos de la RAF surcaron los cielos arrasando los campamentos rebeldes mientras unidades militares nativas se lanzaban al asalto de sus guaridas. A pesar de las continuas campañas de castigo, los insurgentes siguieron atacando con granadas y emboscando a las patrullas policiales. Los oficiales de inteligencia se daban golpes contra la pared de pura desesperación, incapaces de localizar colaboradores.
El último "sheriff"
En 1967 la situación era desesperada. Las manifestaciones y disturbios apenas podían controlarse. Los gritos y soflamas en árabe acallaban las voces metálicas de los altavoces policiales. Israel acababa de vapulear en seis días a los ejércitos egipcio, jordano y sirio en tres frentes de batalla diferentes y el mundo árabe encolerizaba. Una gran parte de la policía y el ejército nativo terminó por amotinarse y volvió sus armas contra los oficiales leales. Un avión comercial fue derribado por los rebeldes al poco de despegar del aeropuerto de Adén.
El motín fue aplastado con el peso de los tanques, pero no se resolvió nada. El 20 de junio, veintidós militares británicos fueron ametrallados en el bazar de Cráter y un helicóptero fue derribado. Entre lluvias de piedras, insultos y escupitajos, bajo el asfixiante y embrutecedor calor de junio, las fuerzas coloniales no pudieron rescatar los cuerpos de los caídos al ser expulsados por el fuego de francotiradores.
En una última y desesperada muestra de fuerza, los soldados escoceses de los Highlanders de Argyll y Sutherland, al mando del coronel Colin Campbell Mitchell y acompañados de blindados, se lanzaron al asalto de aquel hervidero bajo el tronar de sus gaitas, como si fuera una batalla de las guerras napoleónicas.
[Los crímenes ocultos y silenciados de Wiston Churchill: hambrunas, represión y racismo]
Aquel espectáculo sorprendió a los rebeldes. En apenas dos días retomaron el control del bastión y establecieron un puesto de mando en el Chartered Bank. La última planta, ocupada por oficinas de Rolex, se usó como sala de operaciones. El coronel, apodado por la prensa como "Mad Mitch", bromeó con que había llegado un nuevo sheriff a la zona e impuso la mano dura. Sus hombres patrullaron las calles encañonando a los sospechosos. Algunos oficiales vestían camisas azules y difundieron el rumor de que eran parte de una unidad de castigo formada por judíos -el color azul era usado por los rabinos-.
Esta última ocupación de Cráter por Campbell Mitchel fue muy discutida. Al fin y al cabo Londres ya había decidido abandonar el mar Rojo y las unidades del coronel solo agravaban el conflicto mientras el caos aumentaba. Se les acusó de saquear comercios, de disparar de forma indiscriminada y de propinar palizas a diestro y siniestro. Un funcionario colonial definió su actuación como la de "un grupo de matones de Glasgow".
El 27 de noviembre, los Highlanders de Argyll abandonaron territorio hostil y regresaron a Plymouth. Tres días después, sir Humphrey Trevelyan, último Alto Comisionado, hizo una breve ceremonia de entrega a las débiles autoridades locales y abordó un avión de la RAF. Aquel último avión dejaba tras de si un país en guerra civil y la tumba de 2.000 árabes y británicos fallecidos en acciones terroristas y combates callejeros.