A los pies de su centro de interpretación, a cinco kilómetros de Jaén, arranca un camino que conduce a una pequeña colina de 430 metros de altura protegida al oeste por el río Guadalbullón. A medida que la vieja ciudad íbera de Puente Tablas toma forma lo primero que sobrecoge al visitante es la monumentalidad de sus restauradas murallas de piedra salpicadas por torres cuadradas que protegieron a sus habitantes y amenazaron a los pueblos enemigos. Sus lienzos, que estuvieron enlucidos con barro, cal y pintados en blanco y rojo, conducen hacia la puerta este, la Puerta del Sol.
Durante siglos, en cada equinoccio de otoño y primavera, los rayos solares penetraron en la ciudad desde esta puerta y se posaron danzantes en un juego de luces y sombras sobre una gran estela de piedra ligeramente esculpida que representa a una ignota diosa de la fertilidad. Fundado entre los siglos IX y VIII a.C., a pesar de que tan solo se ha excavado un 20% del total, los restos de este asentamiento ofrecen resultados prometedores.
"Lo más destacado es que las áreas excavadas son muy diversas, se complementan entre sí y nos permite meternos en el día a día de estas sociedades", explica a este periódico Carmen Rueda Galán, miembro del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén y directora del Proyecto General de Investigación del oppidum de Puente Tablas. Lo último que ha encontrado el equipo que lidera la arqueóloga ha sido un gran horno comunitario y una zona productiva. La ciudad que ocupó unas 6 hectáreas nunca se romanizó, sino que quedó "fosilizada" y marcada por dos eventos traumáticos que forzaron su abandono.
El exilio
En el siglo IV a.C. la caprichosa diosa a la que rendían culto en la estela les retiró su gracia. Sus pobladores, con los estómagos rugientes, buscaron campos más fértiles cuando el entorno atravesó una gran crisis agrícola. Un siglo después volvieron y tomaron partido por Cartago cuando el humo y el fuego de la segunda guerra púnica (218-201 a.C.) asfixiaron la tierra que Roma conocía como Hispania.
Cuando la contienda rozaba su fin, las legiones de la Urbs se abalanzaron sobre las murallas del lado norte de Puente Tablas. Toda una serie de restos de armas ofensivas y defensivas cuentan la historia de un combate encarnizado. Con Roma dueña de gran parte de la región, aquel choque fue suficiente para impresionar y desmoralizar a los anónimos íberos que poblaban la ciudad. A cambio de preservar su vida y sus posesiones, fueron desterrados bajo la atenta mirada de las águilas romanas y obligados a abandonar para siempre aquella colina, la tierra de sus antepasados.
En su marcha al exilio dejaron atrás el Santuario de la Puerta del Sol y la pesada estela de la diosa que les abandonó, además de un ara que representa a un héroe legendario, posible fundador de la ciudad. De 300 metros cuadrados, estuvo formado por tres terrazas, una gran torre y tres cuevas donde se realizaban libaciones y ofrendas. El ajuar cerámico encontrado presenta restos de azufre, mineral posiblemente utilizado para purificar los objetos que entraban en contacto con lo sagrado.
También quedó atrás el palacio del príncipe local que ofreció suculentos banquetes y recibió poderosos personajes. Organizado en torno a un gran patio central, una hilera de columnas flanqueaba la sala del trono y la zona residencial de la familia. Al suroeste se abría una capilla dedicada al culto a unos antepasados que en la otra vida lloraban amargamente ante el destino de sus sucesores. Al menos conservaron la vida y pudieron llevarse sus posesiones.
Últimos hallazgos
Ese magro consuelo para sus últimos moradores se convierte en todo un reto a la hora de estudiar el lugar. Conocido desde la década de 1970, fue en los 80 cuando los catedráticos del área de prehistoria y arqueología Arturo Ruiz Rodríguez y Manuel Molinos abordaron la complicada investigación del oppidum. "Sus pobladores se llevaron de todo, hay casas donde se llevaron hasta las vigas del techo cuando se fueron. Esto nos fuerza a repensar métodos y estrategias de investigación. La verdad es que Puente Tablas no nos lo pone fácil, pero estos retos son los que nos hacen avanzar en arqueología", desarrolla Rueda Galán, antigua alumna que ha tomado el relevo a sus maestros.
En la campaña de este año su objetivo era terminar de excavar una manzana del entramado urbano. Se sospecha que una casa de grandes dimensiones tenía dos pisos y albergó un gran horno en su patio para cocinar alimentos que, por su tamaño, debía ser de uso comunitario compartido por varias estructuras domésticas.
En la investigación, este horno "funcionó como un laboratorio de experimentación, lo desmontamos entero, recogimos sedimentos, muestras de fitolitos, análisis de temperatura...", apunta la directora, que continúa explicando los últimos descubrimientos que sirven para explorar los misterios de la sociedad íbera.
Cerca de una casa aristocrática, de espaldas a un gran almacén de grano que contaba con una entrada para carros, se encuentra un patio de 160 metros que tiene una gran plataforma labrada en yeso. Al lado hay otra de pisado asociada a una serie de cubetas, un canal doble de desagüe y estructuras de adobe. "Aún no sabemos qué se producía en esta estructura inédita en Puente Tablas, estamos esperando a ver qué nos dicen las diferentes analíticas. Hemos recogido material cerámico al que haremos análisis físico-químicos, muestras de sedimentos para buscar marcadores químicos, análisis microestratigráficos...", explica la Rueda Galán.
Cuando sus habitantes marcharon al exilio, Puente Tablas permaneció en el olvido. Una serie de fosas basurero, alguna tumba y los restos de una cabaña acompañados de vidrio, vasitos de bronce y candiles demuestran la existencia de un asentamiento de cierta importancia en la época en la que los emires de Córdoba gobernaban al-Ándalus.
Con la campaña finalizada llega el momento de reflexión, meditación y estudio de los últimos descubrimientos que incluyen una ingente cantidad de restos cerámicos. Los siguientes objetivos pasan por ampliar las zonas visitables y, con fuerzas renovadas, seguir excavando en la manzana. El estudio del yacimiento es un gran ejemplo de coordinación entre instituciones como el Museo de Jaén, el Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica, el Museo Ibero y la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes. "Estamos en un momento muy interesante en la investigación del sitio", cierra la arqueóloga.