A unos 67 kilómetros de Toledo, rodeado por un paisaje de molinos de viento en un paisaje que evoca a las escenas narradas en Don Quijote de la Mancha, el castillo de Consuegra vigila el horizonte sobre el cerro Calderico. Hoy el rumor de los turistas impresionados por los paisajes del ingenioso hidalgo sustituye al ruido de los cascos de las monturas que durante siglos transmitieron mensajes urgentes. En el siglo XVII, tras sus fríos muros de mampostería de 4,5 metros de grosor medio, quedó encerrado durante casi tres años tras caer en desgracia Fernando de Valenzuela. Aquel valido de Mariana de Austria, madre de Carlos II "el Hechizado", solo salió de Consuegra cuando fue desterrado a las islas Filipinas.

Antes del saqueo de las fuerzas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia, la fortaleza jugó un importante papel en el ocaso del reinado de los Austrias. Con el futuro dinástico pendiente de un hilo, el influyente don Juan José de Austria, bastardo de Felipe IV, fue alejado de la corte madrileña y enviado a su encomienda en Consuegra ante el recelo de la madre de "el Hechizado", su medio hermano. Después de una vida forjada en los campos de batalla de Portugal, Cataluña y Flandes, el bastardo creó un grupo de oposición enviando cartas desde el castillo hasta que logró colocarse como primer ministro hasta su muerte por fiebres en julio de 1679.

Cedido en el siglo XII a los monjes guerreros de la orden de san Juan de Jerusalén, más conocidos como hospitalarios, estos habitaron el castillo hasta que las desamortizaciones de Mendizábal del siglo XIX les obligaron a abandonar la encomienda que en otro tiempo habían convertido en sede de un pujante priorato. La última reforma de los caballeros consistió en una ampliación de la ermita. Lejos de sus deseos píos fue imposible borrar el aire marcial que desprende la fortaleza toledana que vivió uno de sus últimos combates durante las guerras civiles que azotaron Castilla en el siglo XV.

Una de las entradas al castillo de Consuegra Wikimedia Commons

"Un castillo hay en Consuegra / que en el mundo no hay su par; / mejor es para vos, rey, / que lo sabréis sustentar. / No sufráis más que le tenga / ese prior de San Juan", se hace eco de la fortaleza el Romance del prior de San Juanfechado en el siglo XIII.

Sobre su puerta principal aún se conservan los escudos de la Orden y los del intrigante Juan José de Austria, mudos testigos del ocaso de la fortaleza. En 1809, el general José Miguel de la Cueva y de la Cerda, duque de Alburquerque, movió a sus unidades hasta la altura del cerro Calderico para vigilar al ejército francés que avanzaba imparable por La Mancha tras conquistar Madrid y Toledo.

Vista del castillo Turismo Castilla-La Mancha

El 22 de febrero el ejército español fue derrotado en los caminos hacia Mora y las botas de los invasores hurgaron en la sala capitular, echando a perder gran parte de los archivos de la Orden rebuscando algo de valor en los estrechos pasillos del castillo. Pasada la guerra y con una España descuartizada, los hospitalarios fueron expulsados y el castillo en ruinas quedaría medio abandonado hasta que fue adquirido en 1962 por el Ayuntamiento de Consuegra, organismo que comenzó su rehabilitación y puesta en valor. 

El hijo del Cid 

Sobre el cerro se levantó un poblado prerromano que en época romana se convirtió en Consavurum una pujante ciudad de la que aún queda en pie una presa sobre el río Amarguillo. Los gobernantes de al-Ándalus construyeron la primera fortaleza en el siglo X con mampostería, cal y ladrillo. Poco después, el rey Al Mutamid de Sevilla la entregó a Alfonso VI como parte de la dote de su hermosa hija Zaida. Al estar situada en la frontera protegiendo la ruta hacia Toledo se convirtió en un enclave estratégico a batir por los ejércitos cristianos y musulmanes.

Interior del castillo durante una recreación de la batalla de Consuegra Consuegra Medieval/Ayuntamiento de Consuegra

El emir Yusuf cruzó el estrecho, sometió a las taifas y se lanzó contra los reinos cristianos. Sus ejércitos formados por almorávides, árabes y andalusíes se presentaron ante las murallas de Consuegra el 15 de agosto de 1097. El combate fue brutal. El cronista Ibn al Kardabus dejó escrito que "hubo entre ellos cargas y retiradas hasta que Alá hizo temblar las piernas de los politeístas, se tomaron fugitivos y las espadas les penetraron". Diego Rodríguez de Vivar, único hijo del Cid, se encontraba entre estos últimos y la villa de Consuegra lo recuerda todos los años con eventos teatralizados. El señor de la guerra burgalés recibió la noticia en sus posesiones de Valencia.

Cubiertos de polvo y con las armaduras melladas, los supervivientes de la escabechina, con el rey Alfonso VI a la cabeza, se parapetaron en el castillo que se perfilaba inexpugnable mientras la villa caía en manos almorávides. El asedio fue duro, la comida escaseaba y los refuerzos aún estaban lejos, pero al menos contaban con algo de agua de los aljibes, uno de los cuales fue protegido por una bóveda de cañón.

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En aquel momento se sintieron seguros. Según informa la página web del Ayuntamiento de Consuegra, además del tramo amurallado, los asaltantes debían forzar siete pesadas puertas bajo una lluvia de proyectiles procedentes de los adarves. Si aún así, tenían éxito y lograban abrirse paso por su patio de armas ebrios de victoria, los defensores podían resistir un tiempo más resguardados en la gran torre albarrana de cuatro pisos, último bastión semi independiente del resto de defensas.

Tras el desastre de la batalla campal "entro el rey D. Alfonso en Consuegra, e cercaronlo y los almoravedes ocho días", relatan de forma lacónica los Anales Toledanos. Pasado ese tiempo, el ejército de Yusuf se retiró. Años después volverían, cercarían Toledo y Consuegra cambiaría de manos varias veces. Transcurridos los siglos entre las llamas de la guerra, y las nubes de humo y el polvo levantado por huestes en marcha, los ejércitos cristianos de Castilla, Aragón y Navarra vencieron en 1212 en las Navas de Tolosa al emir almohade al-Nasir, desplazando la frontera hacia el sur. En este momento, en manos de los caballeros hospitalarios, la fortaleza de Consuegra quedó relegada a la retaguardia.