En su momento, la expedición que Francisco Vázquez de Coronado lideró por territorio norteamericano entre 1540 y 1542 se consideró un fracaso. De hecho, a su regreso a Ciudad de México, el conquistador salmantino fue sometido a juicio por la mala gestión de su ejército y por las crueldades cometidas contra los pueblos nativos. No se habían descubierto poblaciones grandes con casas altas, repletas de oro y plata, como había proclamado un indio llamado Tejo y como otros aventureros españoles habían escuchado de boca de los habitantes de esa inhóspita e inmensa región.
Tras recorrer más de 6.000 kilómetros y lugares emblemáticos como el Gran Cañón, Vázquez de Coronado y sus más de trescientos hombres no vieron otra cosa que pequeñas aldeas con cabañas con techos de paja. Sin embargo, la expedición, desde otro punto de vista, fue éxito extraordinario: era la primera incursión prolongada de los europeos en el oeste del moderno Estados Unidos y se recabaron datos sobre un territorio y sus habitantes de los que nada se sabía en el Viejo Mundo. La empresa del conquistador español encontró la divisoria continental de las aguas de los ríos que van al Atlántico o al Pacífico y se recabó un conocimiento certero de la anchura del continente. También abrió la ruta para nuevas exploraciones y la puerta a la colonización hispana del sudoeste de EEUU.
Además, como recuerdan los escritores Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales en su obra Banderas lejanas (Edaf), se dice que Coronado dejó en 1540 algunos colonos en el actual pueblo de Bernalillo, en Nuevo México, con lo que esta sería la primera ciudad fundada por los españoles en Estados Unidos y no San Agustín, en Florida.
La expedición de Francisco Vázquez de Coronado ha recobrado actualidad gracias al supuesto hallazgo de un artefacto empleado por uno de sus integrantes. Se trata de una pequeña pieza de obsidiana, de cinco centímetros de largo, descubierta en un rancho del norte de Texas, en el llamado Mango. La herramienta de piedra tallada con un borde afilado probablemente fue arrojada por alguno de los 800 indios que, según las crónicas de la época, engrosaban un contingente que se desplazó por los modernos estados de Texas, Nuevo México, Arizona, Oklahoma y Kansas. Al menos esa es la hipótesis que defiende Matthew Boulanger, antropólogo de la Universidad Metodista del Sur (SMU).
Su teoría, publicada en el Journal of the North Texas Archeological Society junto a Charlene Erwin, miembro de la citada sociedad, asegura estar respaldada por los análisis de espectrometría realizados para averiguar la composición química de la pieza: los resultados indican que procede de la Sierra de Pachuca, en el centro de México, donde los indígenas, antes de ser conquistados por los españoles, usaban la obsidiana para fabricar herramientas de corte.
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"Este pequeño y modesto artefacto cumple con todos los requisitos para una evidencia convincente de la presencia de Coronado en el Mango de Texas", destaca Boulanger. "Es la forma correta de la herramienta y es totalmente consistente con otros hallazgos: no hay indicios de un engaño intencional", añade el director de las colecciones de investigación arqueológica del Dedman College de Humanidades y Ciencias de la SMU. En una nota de este centro se destaca que las hojas de obsidiana, que se rompían fácilmente y se arrojaban por el camino, han servido a otros investigadores para seguir el rastro de los exploradores españoles y sus intérpretes a través del norte americano.
Tres hipótesis
El propietario del objeto era un hombre llamado Lloyd Erwin, dueño de un rancho en el pueblo texano de McLean y aficionado desde bien pequeño a coleccionar piezas de supuesto valor histórico halladas en sus dominios. Su nuera le empujó a confirmar la autenticidad de los hallazgos y se pusieron en contacto con los investigadores. Analizando más detalladamente la pieza de obsidiana, Matthew Boulanger identificó un llamativo tinte verdoso en el borde. Los análisis en el laboratorio situaron el origen de la pieza en el centro de México.
¿Cómo pudo acabar ese artefacto concreto tan al norte? No se conoce ninguna red comercial o de intercambio que hubiera conectado a los pueblos indígenas del Mango de Texas y México central antes de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo. Boulanger ofrece tres posibilidades: que Lloyd Erwin obtuviese la hoja mediante algún tipo de trueque con otro coleccionista, que se trate de una falsificación o que realmente la encontrase en su rancho. El antropólogo, tras indagar en la biografía y el historial de viajes de su compatriota y entrevistar a varios miembros de su familia, se decanta por la tercera hipótesis. Es, claro, la más seductora.
En este sentido, la hoja de obsidiana habría formado parte del petate de alguno de los indígenas que acompañaron a Vázquez de Coronado en su empresa, concretamente en otra exploración paralela que realizó con un puñado de hombres hasta Quivira, otra de las ciudades que según algunas informaciones podían esconder grandes cantidades de riqueza, pero que resultó ser un poblado humilde más. Boulanger asegura que si se pudiesen realizar una prospección en el lugar del hallazgo tal vez se podrían recabar más pistas sobre el recorrido seguido por el conquistador salmantino.
"Como sabemos que Erwin encontró el cuchillo en el rancho de su familia, podemos especular que alguien en la expedición de Coronado lo descartó", cierra el investigador. "Cuando hablo con personas que coleccionan artefactos, les digo que documenten dónde los encuentran. Como la mayoría de nosotros ahora tenemos teléfonos móviles, podemos registrar las coordenadas GPS fácilmente. Ahora puedes proporcionar a los arqueólogos ubicaciones precisas, lo que les ayuda a autentificar hallazgos y posiblemente conducir a más descubrimientos".