Entre los siglos III y II a.C., el gélido cierzo de la meseta portó el aroma ahumado de ciudades devastadas y campamentos en pie de guerra. La bota de las legiones romanas retumbó con fuerza en toda la Celtiberia protagonizando feroces combates y crueles asedios. El pueblo de los arévacos, disperso en diferentes castros fortificados, desafió a un orgulloso Senado y Pueblo de Roma que se sentían imbatibles después de imponer una humillante paz a Cartago.
Una de aquellas pujantes ciudades indígenas al norte del Duero fue la enigmática Uxama Argaela, "[la] ciudad que se yergue sobre muros sármatas", detalló el escritor Silio Itálico en su obra sobre las guerras púnicas. Situada en el Alto del Castro, en el actual municipio soriano de Osma, el núcleo de la ciudad arévaca a cerca de 70 kilómetros de la indómita Numancia se levantaba a una altura de más de 900 metros. Abrazada en gran parte de su extensión por las aguas del río Ucero, una serie de escarpadas cuestas completó sus defensas naturales al oeste y al sur.
Sin embargo, los cronistas de las guerras celtíberas prefieren guardar silencio sobre su participación en la contienda que sacudió Hispania. "Uxama no solo no tomó parte activa en él sino que fue una de las ciudades arévacas que mantuvieron la paz firmada tras la primera guerra celtibérica, entre 154 y 151 a.C., y que durante el resto del siglo II a.C. no provocó la intervención directa del ejército romano, desligándose de los numantinos", explica Carmen García Merino, catedrática de Arqueología de la Universidad de Valladolid en su artículo Uxama Argaela: mucho más que el Alto del Castro.
Uxama romana
Poco excavada en su totalidad, se cree que llegó a ocupar una extensión de casi 100 hectáreas aunque una gran parte de sus ruinas permanecen enterrados bajo siglos de historia. Una gran parte de su estudio se realiza mediante excavaciones de urgencia cuando en la cercana localidad de Osma se construyen nuevos edificios. Con datos dispersos, recomponer el rompecabezas de Uxama se vuelve todo un reto para los investigadores. "Desgraciadamente las condiciones en las que se han tenido que realizar ese tipo de intervenciones, tan frustrantes para los arqueólogos, imposibilitan apreciar la continuidad de los edificios, la obtención de datos y realizar la cartografía", lamenta García Merino.
Por lo poco que se conoce, en el siglo I d.C. experimentó una frenética actividad expansiva cuando ya en época tardo celtibérica llegaron personas desplazadas de otras regiones quizá obligadas por las legiones o buscando un lugar donde olvidar la guerra. En el corazón de la urbe, como muestra del poder de Roma se construyó una gran terraza artificial que alcanzó los 8 metros de altura. Sobre esta, un templo dedicado al culto imperial proclamaba la victoria de la Urbs. Cerca, en la basílica, los decuriones decidirían la política de la ciudad.
Se cree que un complejo de termas sigue oculto bajo el cerro de Uxama y que contaba con unas grandes cisternas. Toda la ciudad estuvo repleta de grandes aljibes y depósitos de agua además de contar con la presencia de un acueducto, que en parte excavado en la roca, moría en la ciudad. Al salir de la reunión del foro, alguno de los decuriones descendería la escalinata del foro. En la calle, esquivaría las tabernae del centro donde los comerciantes luchaban por vender sus variados productos hasta llegar a las puertas de su majestuosa domus de 980 metros cuadrados que ocupaba una manzana completa.
En la fachada, junto a la puerta principal, le recibiría un falo en relieve en uno de los sillares que "auguraba fertilidad y servía como talismán para el mal de ojo", apunta la arqueóloga. Aquella mansión adaptada al frío cierzo y organizada en torno a un pequeño patio porticado contaba con una entrada para carruajes. Sus paredes levantadas en piedra y adobe lucieron pinturas al fresco de las que no queda nada. Un incendio sobre el año 250 d.C. consumió aquella mansión que se levantó sobre varias casas indígenas. Poco más al norte, los musulmanes levantaron en el siglo X una atalaya defensiva como punto de avanzada del temible castillo de Gormaz.
Abandono y saqueos
Durante le siglo III d.C. la ciudad comenzó a resentirse. El imperio estaba corroído por el caos político y económico y muchos edificios comenzaron a echarse a perder. En época bajo imperial una vivienda privada se asentó sobre las terrazas del foro cuando sus edificios se abandonaron. Alrededor del siglo V, cuando los limes imperiales comenzaron a ser burlados con frecuencia, se levantó un anillo de murallas que redujo la ciudad a las 38 hectáreas. En una de las domus del oeste del foro se encontró un alijo de chatarra oculto por algún desesperado saqueador. Al sur, a ambos lados de una calzada los suburbios aún gozaban de vida en una región donde el cultivo y la ganadería eran prósperos desde tiempos prerromanos.
Antes de que Uxama olvidase la lengua de sus antepasados y abrazase el latín, sus guerreros eran temidos en el campo de batalla. Mientras que en las guerras celtibéricas sus líderes guardaron un cauteloso silencio, sus guerreros, que remataban sus armaduras con representaciones de animales, seguían siendo temidos. "En sus cascos causan terror las fauces abiertas de una fiera", relató Silio Itálico en su obra Punica. Su último combate conocido lo libraron cuando la República romana se desgarraba en guerras civiles.
El general Quinto Sertorio, tomando partido por los populares se refugió en Hispania en el año 82 a.C. y recabó el apoyo de los pueblos indígenas. Después de resistir diez años las persecuciones de las legiones optimates, Sertorio murió a manos de algunos de sus seguidores en una oscura conjura. Uxama, que tomó partido por el popular, se mantuvo fiel a aquel general asesinado y fue una de las cuatro últimas ciudades en caer en manos optimates.
Con la rendición descartada, las legiones de Pompeyo asediaron aquel gran castro en el año 72 a.C. Cuando el fuego devoraba sus hogares y unos encolerizados legionarios se desparramaron por sus calles sembrando la muerte, ebrios de victoria, quizá algunos de sus moradores recordaron el escabroso final de Numancia, la ciudad que dejaron a su suerte cuando más les necesitaba.