Durante 322 días, dos millones de alemanes esperaron con ansiedad el ruido de los motores de cientos de bombarderos. Sobre los cielos de Berlín, el piloto estadounidense Gail Halvorsen solía saludar agitando las alas de su pesado C-54. Poco después, cientos de chucherías caían del cielo en diminutos paracaídas para regocijo de los niños. Antes temían aquel rugido de aviones que anunciaba la destrucción de sus hogares, pero entre 1948 y 1949 pasaron a ser conocidos como Rosinenbomber, bombarderos de golosinas.
Todo empezó a las seis de la mañana del 24 de junio de 1948. El Ejército Rojo cortó las autopistas que accedían a los sectores occidentales de Berlín bajo ocupación francesa, británica y estadounidense. La ciudad seguía en ruinas y sus habitantes sufrían una penosa posguerra. Poco después se cortó la luz, el ferrocarril y las vías fluviales. Stalin usaba el hambre en Berlín para presionar a Occidente. Solo quedaron abiertos tres corredores aéreos y los aliados occidentales aceptaron el reto de crear un gigantesco puente aéreo.
Planteada en un inicio para 45 días se convirtió en una de las grandes proezas logísticas de la historia. Más de 300 aviones estuvieron constantemente en uso. Había días en los que cada 90 segundos aterrizaba o despegaba un avión en Berlín, y en las más de 280.000 misiones de vuelo se transportaron más de 2,3 millones de toneladas de comida, carbón y medicinas. La URSS intentó presionar a los occidentales, pero el 4 de abril de 1949, hace 75 años, doce naciones firmaban un tratado militar de defensa mutua en Washington. Nacía la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) en plena Guerra Fría.
La Alianza militar, que miraba de reojo a la URSS, estuvo formada en un inicio por EEUU, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos y Portugal. La adhesión de este último país levantó cierta polémica. Gobernado por el dictador Antonio de Oliveira Salazar, había contado con un pasado filofascista y no formó parte de los Aliados en la II Guerra Mundial. Sin embargo, sus islas atlánticas eran una gran posición estratégica para EEUU y Reino Unido.
Un mes más tarde, el Kremlin levantó el bloqueo, pero el puente aéreo siguió activo hasta septiembre. La desconfianza entre los bloques capitalista y comunista iba en aumento desde 1945 a medida que cada uno dibujaba su propia Europa de posguerra. Los roces fueron constantes y, en 1948, la introducción del marco alemán, vista como una amenaza por Moscú y sus satélites, fue respondida con el fracasado bloqueo, la primera confrontación real de la Guerra Fría.
Temor rojo
A pesar del triunfo aliado en Berlín, el ambiente en los despachos a estrenar de la OTAN era asfixiante. El bloqueo había sido duro y, de haber querido, Stalin podría haber derribado sus aviones sobre Alemania.
"La velocidad con la que se creó la OTAN era en parte un reflejo de la debilidad militar de Estados Unidos y sus nuevos aliados sobre el terreno en Europa", explica Odd Arne Westad, historiador y catedrático de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, en La Guerra Fría: una historia mundial (Galaxia Gutenberg).
El general estadounidense Lucius D. Clay, gobernador de Alemania, informó a Washington que tenía la sensación de que la III Guerra Mundial podía "llegar de una forma dramáticamente repentina". Al otro lado del globo, Mao comenzaba a imponer su puño de hierro en China. El mundo estaba al borde del abismo y Europa seguía en ruinas. Además del bloqueo, comunistas y monárquicos griegos seguían combatiendo en las montañas de Epiro. Medio millón de alemanes estaban sin hogar solo en Hamburgo.
"El consejo que la Junta de Jefes de Estado Mayor le había dado al presidente Truman era claro: las tropas estadounidenses no podían defender Europa continental occidental frente al Ejército Rojo, ni siquiera en caso de que se utilizara la bomba atómica", explica el historiador.
Las estimaciones eran demoledoras. Si los blindados soviéticos se lanzaban al asalto tardarían menos de dos meses en controlar Europa. En ese plazo, el ejército de EEUU solo contaría con las islas británicas como base y, con suerte, algunas cabezas de playa dispersas en Italia y Francia. Además, se esperaba que aquella ofensiva fuera global incluyendo Asia y Próximo Oriente.
La guerra parecía inminente a pesar de que, en la actualidad, "los historiadores no han encontrado pruebas de que los soviéticos planearan una guerra ofensiva antes de los años cincuenta", explica el historiador.
La bomba de Stalin
En este clima de nerviosismo y estrés, una inmensa nube de polvo emergió de las infinitas estepas centroasiáticas. El 29 de agosto de 1949 detonó en Kazajistán el RDS-1, la primera bomba atómica de la URSS. Stalin sonreía satisfecho mientras los teléfonos no dejaban de sonar de forma estridente en el Pentágono. Los aliados de la OTAN no esperaban que aquella arma estuviera lista hasta bien entrada la década de 1950.
Los espías occidentales pronto descubrieron que la RDS-1 era una copia casi exacta de la famosa Fatman, la bomba que borró del mapa la ciudad japonesa de Nagasaki acabando en un instante con 40.000 personas en el radiante e infernal verano de 1945. El KGB había conseguido robar los secretos atómicos gracias a sus espías en EEUU y Reino Unido.
Al miedo a una invasión de la URSS en una Europa defendida por la OTAN se le sumó el pánico a una conspiración comunista infiltrada en los órganos de poder de EEUU que degeneró en una caza de brujas espoleada por el senador republicano Joseph McCarthy. La Guerra Fría se enquistaba y la Alianza Atlántica añadió a Grecia y Turquía en 1952. Tres años después incluyó a la República Federal de Alemania y, en resupuesta, la URSS creó su propia alianza que se disolvió en 1991: el Pacto de Varsovia.
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"Los primeros efectos de la OTAN en Europa no fueron ni militares ni políticos. Fueron básicamente psicológicos. Los europeos occidentales no comunistas empezaron a convencerse de que Estados Unidos no iba a retirarse del continente en un futuro próximo. Eso significaba que Europa iba a seguir dividida. Pero también implicaba seguridad frente a un ataque soviético", cierra Odd Arne Westad.