Ruinas la Fortaleza de Santa Engracia

Ruinas la Fortaleza de Santa Engracia Rafael Balbás Pancorbo

Historia

El inexpugnable castillo levantado en Burgos para frenar a los franceses: sufrió tres guerras

La Fortaleza de Santa Engracia se levantó a finales del siglo XVIII. Menos de 30 años después fue arrasada por los Cien Mil Hijos de San Luis. 

8 abril, 2024 08:42

El escarpado desfiladero burgalés de Pancorbo, vigilado por aves rapaces, se sitúa como un potente cerrojo que domina la entrada de Castilla. Parte del Camino Real, a través de Burgos y Aranda de Duero, continúa comunicando Madrid con las ciudades de Miranda del Ebro, Vitoria, Bilbao y San Sebastián. Al sur del paso, una carretera sinuosa de gravilla conduce hacia una explanada donde pastan caballos losinos ajenos al rugir del viento que bate las ruinas de la fortaleza de Santa Engracia.

De vida breve pero siempre bajo el tronar artillero, en su día los ingenieros del ejército de Carlos IV se movían inquietos. En Francia había nacido una República a golpe de guillotina que estuvo asediada por tropas absolutistas, entre ellas las de España. Derrotados los hispanos más allá de los Pirineos, los galos atravesaron la frontera de Irún en abril de 1794 y, en estado de pánico, el 3 de septiembre se movilizaron a toda velocidad más de 1.455 obreros, 40 carpinteros y 120 canteros acompañados por 100 mulas y 20 carros. Su misión era levantar una fortaleza en Pancorbo que pretendía ser inexpugnable. 

Las bayonetas revolucionarias se acercaban y para ansiedad del coronel Fermín de Rueda, ingeniero jefe, Carlos IV exigía estar al tanto de los detalles más nimios. Al otro lado del desfiladero se hacía lo que se podía para adecuar el castillo medieval de Santa Marta, escenario de combates en el siglo XI entre castellanos y navarros. La paz llegó en 1796 ligando al trono de España con el nuevo gobierno francés. Al año siguiente terminaron las obras y menos de treinta años después ya era una ruina. 

Uno de los fosos que separaba los bastiones de la fortaleza

Uno de los fosos que separaba los bastiones de la fortaleza Rafael Balbás

Vida de un soldado

Rodeada por acantilados, la cima en la que se sitúa la fortaleza cuenta con dos entradas. Una es casi un camino de cabras por la que llegaba el correo desde el pueblo; la otra se estrellaba contra un fuerte en forma estrellada que cierra el camino hacia el resto del recinto: una sucesión de fosos y cuellos de botella formada por fortines y baluartes capaces de convertir cualquier asalto en un auténtico infierno. 

Erizado de cañones, los fuertes recibieron una advocación cristiana: Fuerte de la Cruz, Frente San Carlos o las Baterías de las Ánimas, el Calvario, San Fermín... Para el suministro de agua se excavaron varias cisternas y aljibes que debían abastecer a los casi 3.575 soldados que podía albergar. 

Restos de la plaza central donde se situaban los barracones de la tropa

Restos de la plaza central donde se situaban los barracones de la tropa Rafael Balbás

Su guarnición fue reclutada entre voluntarios, quintas y levas de vagabundos y ociosos a condición de ser católicos, medir mínimo 1,40 metros y ser mayores de 16 y menores de 40 años. Los "infames" estaban exentos de servicio militar: mulatos, gitanos, verdugos y carniceros. Los enfermos podían acceder a su enfermería excavada en la roca junto a la capilla del Frente de San Sebastian. Con dos comidas al día y una escueta paga, en su escaso tiempo libre, el que podía desempeñaba diversos oficios. 

Además de militares residió un grupo de civiles que atendían la panadería y la herrería de la tropa. En una serie de cuevas se excavaron refugios, almacenes de víveres y, en la más protegida de todas, el volátil almacén de pólvora. En el resto de la explanada central se construyeron varios barracones.

Ruinas de cuevas y barracones

Ruinas de cuevas y barracones Ayuntamiento de Pancorbo

La venganza de un rey

En 1835 Pancorbo tenía un ayuntamiento liberal que se fortificó y luchó contra las partidas carlistas que incendiaron el castillo de Santa Marta. Hay un silencio absoluto en las fuentes sobre Santa Engracia ya que, "muy probablemente se encontraría en avanzado estado de ruina, habiendo sido definitivamente desarmada y trasladadas las últimas piezas de artillería a Vitoria", explica Ángel Luis Palomino Lázaro, arqueólogo y principal autor de un estudio sobre el sitio publicado en la revista Estudios de patrimonio cultural. 

Doce años antes, sus cañones y mosquetes tronaron por última vez. Terminada la Guerra de la Independencia, Fernando VII ignoró la Constitución nacida en Cádiz y reinó como un monarca absoluto hasta que, en 1820, Rafael del Riego se amotinó con su ejército que debía embarcar rumbo a América para sofocar la rebelión independentista. El general liberal le obligó a jurar la Carta Magna y desde entonces el "rey felón" no veía el momento de ajustar cuentas.

El duque de Angulema después de asediar Cádiz según el pincel de Paul Delaroche

El duque de Angulema después de asediar Cádiz según el pincel de Paul Delaroche Wikimedia Commons

Las potencia europeas, hartas de revoluciones, confabularon en el Congreso de Verona autorizando una nueva invasión francesa en España para restaurar de nuevo la tiranía absolutista. En abril de 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército formado por realistas hispanos y soldados franceses al mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, entraron como un trueno en una España cansada de guerras.

En menos de un mes, Nicolás Charles Oudinot, mariscal veterano de la fallida invasión de Rusia, se plantó ante el castillo y lo rindió sin muchos contratiempos. Ante el peligro de dejar aquella posición a sus espaldas en su ruta a Madrid y Cádiz el duque de Angulema ordenó devastar Santa Engracia hasta los cimientos. A finales de agosto, un rencoroso y triunfante Fernando VII volvió a reinar con plenos poderes desatando su ira sobre los liberales. El 7 de noviembre, Riego terminó ahorcado de forma humillante en una ejecución que se parecía a un auto de fe rodeado de monjes rezando letanías. 

Algunos restos de murallas

Algunos restos de murallas Rafael Balbás

El equipaje del rey José

"Vengan invasiones que se han de estrellar; no temas Castilla que no pasarán; ni de Andalucía el moro feroz; ni del Pirineo el gran Napoleón; vela en Santa Engracia de España el león", reza el himno a Pancorbo compuesto por Teodoro de Izarra en 1940.

Según el himno en el castillo velaba el león de España, pero en marzo de 1808 fue ocupado sin resistencia por el ejército francés que, en teoría, seguía siendo un aliado hasta que dos meses después estalló la guerra. La guarnición tuvo que jugar al gato y al ratón con los guerrilleros hasta que 5 años más tarde, José I Bonaparte, rey de España, cruzó el desfiladero lo más rápido que pudo en su agitada retirada de 1813. 

[El castillo de La Mancha en el que murió el hijo del Cid durante una feroz batalla]

Cercado, el 21 de junio fue derrotado en Vitoria y huyó al galope abandonando en los caminos de Álava su famoso "equipaje" conseguido tras un lustro de saqueo sistemático: miles de obras de arte, tesoros y joyas expoliadas de museos, iglesias, conventos y palacios de toda la geografía española.

La guarnición del castillo de Santa Engracia quedó entonces completamente aislada y sitiada por el general Enrique José O'Donell que, tras un breve intercambio artillero, rindió la plaza y tomó prisioneros a los 700 soldados allí abandonados que tuvieron la mala suerte de no acompañar a tiempo al hermano del emperador.