La cultura iberomauritana se desarrolló en el norte de África a finales del Pleistoceno, aproximadamente entre hace 25.000 y 11.000 años. Además de elaborar una industria lítica caracterizada por gran abundancia de hojitas de dorso, algunos estudios científicos han desvelado que esta comunidad de cazadores-recolectores puso en práctica ciertos comportamientos típicos del sedentarismo, como la recolección selectiva y el almacenamiento de algunas especies de plantas comestibles. Sin embargo, las investigaciones zooarqueológicas han mostrado que su dieta se basó principalmente en el consumo de carne animal, desde ovejas a caracoles.
Ahora, los análisis de una serie de individuos identificados en la cueva de Taforalt, en Marruecos, una de las necrópolis más grandes de la cultura iberomauritana y uno de los cementerios más antiguos del norte de África, ocupada entre hace 15.000 y 13.800 años, desafía la noción de que la carne desempeñó el papel principal en la dieta de los cazadores-recolectores antes de la revolución neolítica y la emergencia de la agricultura en Oriente Próximo hace unos 12.000 años. Al menos en esta comunidad, las plantas se consumieron de forma abundante.
Así lo sugiere un estudio liderado por un equipo internacional de científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Leipzig, Alemania), el laboratorio de Geociencias y Medioambiente de Toulouse (Francia) y el Instituto Nacional de Ciencias de la Arqueología y del Patrimonio (Rabat, Marruecos) y publicado este lunes en la revista Nature. Tras analizar 25 dientes y 7 huesos de individuos enterrados en Taforalt, los investigadores concluyen que la dieta de los cazadores-recolectores iberomauritanos se nutrió de plantas mediterráneas varios milenios antes de la llegada de la agricultura a la región. Una idea respaldada por la presencia en el sitio de restos arqueobotánicos de bellotas, piñones o legumbres silvestres.
"Nuestros hallazgos no solo arrojan luz sobre las prácticas dietéticas de los grupos humanos anteriores al desarrollo de la agricultura, sino que también subrayan la complejidad de las estrategias de supervivencia en diferentes regiones. Comprender esos patrones es crucial para desentrañar la historia más amplia de la evolución humana", explica Zineb Moubtahij, autora principal del artículo científico.
Hasta el momento, la noción más extendida entre los investigadores era que la dieta de los cazadores-recolectores se basaba principalmente en las proteínas de sus presas animales. La llamada revolución neolítica, la evolución hacia un modo de vida basado en la agricultura, la ganadería y el sedentarismo, fue uno de los principales cambios en la historia humana. Su semilla se encuentra en Oriente Próximo, concretamente en la cultura natufiense, cuyos miembros explotaron las plantas silvestres hasta tal extremo que empezaron a cultivarlas y las domesticaron.
Por el contrario, la agricultura no habría llegado al norte de África hasta hace unos 7.500 años. Según un estudio reciente de ADN antiguo, este proceso se debió a una migración desde la Península Ibérica a principios del Neolítico. Por lo tanto, no se pensaba que los iberomauritanos, que fueron contemporáneos y estaban genéticamente relacionados con los natufienses, hubieran aprovechado los recursos vegetales en gran medida.
Productos de destete
Pero Moubtahij y su equipo han observado sorprendentes características relacionadas con las prácticas dietéticas de esta comunidad. Los análisis de isótopos de zinc y de estroncio del esmalte dental de los individuos de la cueva de Taforalt, de carbono, nitrógeno y azufre de las muestras de colágeno recuperadas, así como de aminoácidos de restos humanos y de fauna, les han permitido descifrar las proporciones de carne, pescado y plantas que integraron las dietas de estos cazadores-recolectores norteafricanos.
[El ADN revela los secretos de un imperio nómada que dominó Europa central entre los siglos VI y IX]
Los resultados muestran que aunque los iberomauritanos consumían proteínas animales, sus principales alimentos fueron las plantas, probablemente nueces y cereales, que pudieron haber almacenado durante todo el año para asegurar un suministro constante a los miembros de la comunidad. Además, el estudio sugiere que los alimentos vegetales también se introdujeron en las dietas infantiles y pueden haber servido como productos de destete. Un hallazgo con implicaciones significativas, ya que sugiere el potencial de prácticas de destete más tempranas en comunidades preagrícolas en comparación con las normas previamente atribuidas a las sociedades de cazadores-recolectores.
El gran interrogante, no obstante, reside ahora en responder a por qué, con estos antecedentes, la agricultura no se desarrolló de forma independiente en el norte de África. "Aunque las poblaciones natufiense e iberomauritana tenían amplias similitudes en cuanto a las condiciones previas para el surgimiento de la producción de alimentos (consumo intensivo de plantas y mayor sedentarismo) y las conexiones genéticas (63% de los genes compartidos), estos factores no condujeron en el norte África a un desarrollo local similar de la agricultura y la ganadería a pesar de la gran dependencia de las plantas como alimento básico durante la Edad de Piedra tardía", valoran los investigadores en las conclusiones.
Una hipótesis que plantean es que un fenómeno de enfriamiento registrado hace 13.000 años redujo la abundancia de recursos vegetales y explicaría la caída en la ocupación de los yacimientos iberomauritanos. Curiosamente, este mismo evento de deterioro del clima y pérdida de especies silvestres habría sido el principal detonante del cultivo sistemático en Oriente Próximo.