Las embarcaciones de los primeros conquistadores europeos desembarcaron en la playa de las Coloradas, en Lanzarote, en los primeros días del mes de julio de 1402. Allí, en la desembocadura del actual barranco de Los Pozos, encontraron un paisaje ideal para establecer su asentamiento: había un puerto natural, fácil acceso a agua potable y el terreno resultaba idóneo para ser fortificado. Se levantaron una torre, una iglesia, pozos y diversas zonas de hábitat doméstico. Desde ahí, el normando Jean de Bethencourt y el pictavino Gadifer de la Salle emprendieron su expedición militar.
El campamento y fortaleza de San Marcial de Rubicón, ubicado en el moderno municipio de Yaiza, fue la primera ciudad europea fundada en Canarias. Así lo certificó una bula papal firmada en Marsella el 7 de julio de 1404, que también convirtió su templo en catedral, lo que supuso la constitución de un nuevo obispado como sufragáneo del arzobispado de Sevilla —sería trasladado a Gran Canaria en 1485—. Normandos y nativos "quedaron en muy buena relación", según relataron fuentes contemporáneas como la francesa Le Canarien, la primera crónica conocida de la expansión europea bajomedieval en el Atlántico.
Las investigaciones arqueológicas en el yacimiento, excavado desde mediados del siglo pasado, han confirmado que a lo largo del siglo XV las poblaciones aborígenes y europeas convivieron en el mismo espacio, manteniendo sus tradiciones culturales. También han sacado a la luz una necrópolis con una decena de enterramientos entre los que destacan los restos óseos de tres bebés y un infante que podría ser uno de los primeros mestizos de Canarias.
Ahora, en un artículo publicado en la revista Arqueología y Territorio Medieval, los investigadores del Proyecto Rubicón han dado a conocer otro singular hallazgo: un conjunto "realmente excepcional" de monedas que ofrece la primera muestra documentada de los inicios de la circulación monetaria en las Islas Canarias. En concreto, se trata de nueve acuñaciones de vellón pobre —piezas con prevalencia de la cantidad de cobre sobre el porcentaje de plata—, dos de las cuales están fragmentadas, seis enteras y otra incompleta.
Las acuñaciones —una blanca de rombo de Enrique IV, dos medias blancas acuñadas en tiempos de Enrique III, soberano a quien Bethencourt rindió pleito, y la otras seis son dineros coronados que se atribuyen a la época de Enrique II— se documentaron durante varias excavaciones realizadas en 2021 en el sector fabril del yacimiento, en la zona de hábitat europeo —formaban parte de un vertido masivo de residuos de consumo asociado a un hogar doméstico— y en la torre-fortaleza, situada sobre un promontorio rocoso contiguo a la desembocadura del barranco de Los Pozos y que proporcionaba una ventana posicional y un amplio dominio visual del asentamiento y el fondeadero.
Lo más curioso de las monedas es que casi todas presentan una contramarca, una letra B gótica que evoca "casi sin lugar a duda", a juicio de los investigadores, la inicial del apellido de Jean de Bethencourt, el artífice de la conquista señorial del archipiélago canario. Según Le Canarien, al normando le había sido concedida por designio real la facultad de "fazer moneda en las dichas yslas o en qualquier dellas, del cuño e ley que a vos bien visto fuere, e que non sea del cuño nin de la ley de la moneda de los mis regnos".
Hasta ahora, los historiadores y numismáticos han discutido mucho sobre si realmente Bethencourt hizo efectivo, a su manera el derecho concedido —inusualmente— por los monarcas castellanos a crear su propia moneda. La corriente predominante se inclinaba a pensar que no lo había hecho, pero el hallazgo del nuevo conjunto que ha aparecido en San Marcial de Rubicón demuestra que las crónicas no exageraban.
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"Si la letra B evoca el apellido del conquistador, como creemos, y si es la prueba material de que existió de verdad esa concesión real al normando, estaríamos ante las evidencias más antiguas de contramarcas en monedas castellanas", subrayan los investigadores en el estudio, liderado por María del Cristo González Marrero, arqueóloga de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. "Constituyen el primer indicio conocido de la presencia de moneda castellana en la isla y nos atrevemos a decir que son el ejemplo más antiguo acreditado de la práctica de contramarcar, restringido hasta ahora al reinado de Enrique IV".
El lote monetario confirma que el militar francés puso en marcha la circulación local de moneda en San Marcial de Rubicón bien fuese como forma de propaganda o a modo de entender el privilegio concedido por el rey. "Quizá podamos afirmar —concluyen los investigadores— que, al contramarcar el numerario con su inicial, Bethencourt materializó al mismo tiempo una idea y un hecho. Sin duda, con esta práctica, inédita en aquel momento y en ese escenario de frontera atlántica, el conquistador normando buscó también sancionar simbólicamente su lugar político en la isla, como señor de Canarias, alejando todavía más si cabe las pretensiones de quien, en otro momento, había sido su colaborador y cómplice, el pictavino Gadifer de la Salle."