La derrota cristiana en la infausta jornada de la batalla de Alarcos (1195), una humillante capitulación para Alfonso VIII de Castilla tras la que siempre rogó a Dios que le permitiese vengarse, permitió a las fuerzas almohades conquistar Calatrava la Vieja, la fortaleza principal de la Orden de Calatrava, fundada a mediados del siglo XII y a la que se encomendó defender la frontera de los ataques musulmanes. Los monjes guerreros trasladaron su cuartel general a Zorita de los Canes, en Guadalajara, a un castillo erigido sobre la cumbre de un cerro calizo de fuertes pendientes en la orilla izquierda del Tajo y uno de los mejores ejemplos de construcción defensiva medieval del centro peninsular.
En el interior del recinto fortificado, en la explanada del Corral de los Condes, establecieron una necrópolis en la que los freires, los sacerdotes guerreros, serían enterrados hasta finales de la Edad Media. Algunos de los cuerpos que han salido a la luz en las excavaciones arqueológicas que se realizan desde hace una década presentan evidencias de traumas, improntas físicas de episodios violentos como una batalla. Quizá son las víctimas de batallas como las de Alarcos o las Navas de Tolosa, o de alguna otra escaramuza de la llamada Reconquista.
La Orden de Calatrava, que con el tiempo se convirtió en una institución dotada con importantes recursos e influyente en la política castellana, estaba compuesta por miembros religiosos y laicos que asumían responsabilidades militares. Según las fuentes históricas, los reclutas procedían principalmente de la baja nobleza y las oligarquías urbanas, aunque además de los freires la fuerza militar la completaban voluntarios temporales, mercenarios y vasallos. A pesar de la información recogida en las crónicas y documentos se sabe relativamente poco sobre cómo se expresaron estas distinciones en términos de dieta y de estatus económico.
Los análisis de isótopos estables de los huesos de 25 individuos —23 hombres, una mujer y un bebé— inhumados en el castillo de Zorita entre los siglos XII y XV, así como de 19 restos de fauna de la misma época, han desvelado unos patrones dietéticos típicos de la élite social del Medievo ibérico: una alimentación rica en aves (gallos, pollos, gansos, ocas) y en pescado marino pese a ser una población de interior. Los resultados del trabajo, liderado por Patxi Pérez-Ramallo, investigador del Instituto Max Planck de Geoantropología (Jena, Alemania) y la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, se acaban de publicar en la revista Scientific Reports.
"Ha sido un proyecto muy bonito ya que no existen muchos casos de poder estudiar monjes guerreros que se hayan podido identificar como estos. No solo por las evidencias de cortes o traumas, detectados por Carme Rissech (Universidad Rovira i Virgili), sino que nuestros análisis de la dieta han ido un paso más y han permitido ver la complejidad de la Orden. Hemos detectado a sus dirigentes, los caballeros, además de otros individuos vinculados a la Orden y a la guerra. Todo esto a través de la dieta. Nuestro nuevo enfoque, ha permitido ver en mayor detalle qué tipo de alimentos comían", explica Pérez-Ramallo a este periódico.
Diferencias sociales internas
En el cementerio del interior de Zorita —hay otros cuatro en los alrededores del castillo— predominan los cadáveres de hombres adultos llenos de heridas de arma blanca y de lesiones producidas por objetos contundentes. Los arqueólogos consideran que la presencia de freires de la Orden de Calatrava es evidente y algunos de ellos pudieron perder la vida en episodios bélicos como los citados anteriormente. Entre Alarcos y las Navas de Tolosa, la fortaleza se convirtió en el baluarte principal de la institución y en el lugar de enterramiento de sus miembros más destacados. Tras el gran triunfo cristiano sobre el califa almohade al-Nasir en 1212, el cuartel general se trasladó a Calatrava la Nueva (Ciudad Real).
Los análisis de los individuos hallados en el castillo —en origen una alcazaba musulmana de mediados del siglo IX situada en un punto clave en el trasiego de los caminos desde el centro peninsular al Levante durante toda la Edad Media, que fue conquistada definitivamente por Alfonso VII en 1137— han confirmado que se trata de miembros de la élite social de su época. Sin embargo, los valores que presentan algunos de los restos óseos confirman la existencia de diferentes orígenes sociales. Este descubrimiento puede relacionarse con la heterogeneidad de la fuerza militar de la Orden, engrosada también por guerreros a tiempo parcial, mesnaderos o siervos de su jurisdicción. Aunque no se descarta que puedan ser sujetos de las comunidades cristianas que habitaron el lugar antes de que fuese cedido a la Orden en 1174 o de repoblaciones en tiempos de paz.
Los resultados muestran que el alimento principal de los freires calatravos fueron las aves, en especial el gallo (Gallus gallus), coincidiendo con los relatos históricos que indican que estos animales eran uno de los manjares favoritos de la élite hispana. El reseñable consumo de pescado, sobre todo marino, y eso que vivían al lado de un río, pudo haber estado influido por la filiación de la Orden de Calatrava a la Cisterciense, que promovía el estricto cumplimiento de las restricciones de ingesta de carne. Otro pilar de su dieta fue la cebada o el trigo en lugar del mijo, destinado a los estamentos sociales más bajos.
Los estudios osteológicos y de isótopos estables de esta muestra de Zorita de los Canes —se calcula que puede haber hasta medio millar de enterramientos— ofrecen, según los investigadores, una comprensión más matizada de las prácticas dietéticas en la Iberia medieval en función del grupo social. Si bien los hombres enterrados en la fortaleza eran de la élite, no alcanzan los valores de nitrógeno y de carbono de los miembros de la realeza. Solo dos casos pueden adscribirse a la alta nobleza, y curiosamente ambos individuos presentan traumas perimortem provocados por un episodio violento.
"En general, nuestros resultados de isótopos estables sugieren que el cementerio del Corral de los Condes del castillo de Zorita de los Canes estaba destinado principalmente a caballeros y sargentos de la Orden, cargos ocupados por la alta nobleza, pero particularmente por la baja nobleza y la élite urbana", explican los investigadores en sus conclusiones. "Sin embargo, los individuos con dietas más típicas de otros estatus sociales implican que el cementerio podría no haber estado reservado exclusivamente para la élite de la Orden, sino que también incluía a miembros de estatus inferiores dentro de ella. Considerando el papel de la orden como mecanismo para el avance social, estos individuos masculinos pueden haber sido de la baja nobleza o de la élite urbana con menos medios materiales".
En cuanto a la presencia de una mujer de entre 25 y 30 años en la necrópolis, la principal hipótesis es que podría tratarse de una sirvienta del castillo. Lo que sí han podido desvelar los análisis de isótopos es que no se trata de la madre del bebé de unos ocho meses que también ha salido a la luz. La progenitora, todavía desconocida, gozó de una dieta más rica en proteínas animales y marinas, lo que sería una muestra de la existencia de diferencias sociales también entre las mujeres que habitaron Zorita de los Canes.