Cerca del pueblo de Dendra, en el sur de Grecia, un equipo de arqueólogos halló en 1960 la excepcional y rica tumba de un guerrero de la enigmática civilización micénica. Con una antigüedad de unos 3.500 años, el enterramiento escondía un cuantioso ajuar funerario que incluía fragmentos de cerámica, un alfiler y una copa de plata, una jarra y un espejo de bronce, un anillo bañado en oro... Pero lo más llamativo fue el descubrimiento de objetos bélicos: además de una daga y un cuchillo y trozos de colmillos de jabalí que habrían formado parte de un caso, allí se había depositado una de las armaduras completas más antiguas de la Edad del Bronce europea.
El elemento más extraordinario de la panoplia era una coraza de placas de bronce compuesta de peto y espaldar que se completaba con hombreras, avambrazos y grebas del mismo material. Desde el momento de su hallazgo los investigadores han tratado de descifrar cuál fue su verdadera función: ¿pudo haber sido empleada en batalla tanto por un guerrero que iba a pie como en un carro o, por el contrario, se trataba de un equipamiento pesado y engorroso destinado a un uso ceremonial?
Un proyecto internacional liderado por Andreas Flouris, fisiólogo de la Universidad de Tesalia, ha confirmado que la armadura resulta "totalmente compatible para ser usada en un combate prolongado". Los investigadores han realizado cuatro estudios, combinando evidencias históricas y experimentales, para llegar a esta conclusión, basada en la simulación realizada con trece marines de las Fuerzas Armadas de Grecia. Los militares fueron equipados con réplicas de la panoplia y de armas de la época y fueron capaces de completar una lucha de once horas de duración según los parámetros bélicos de la Edad del Bronce. Los resultados se han publicado este miércoles en la revista PLOS ONE.
La simulación del combate se realizó siguiendo los relatos sobre la guerra de Troya recogidos por Homero en la Ilíada que detallan el escenario de las batallas, las horas del día en las que se llevaban a cabo las operaciones, las actividades típicas realizadas por los combatientes y sus características físicas y grado de experiencia, el consumo de comida y agua en este contexto, los tipos de enfrentamientos y las técnicas, movimientos y armas utilizadas.
Después se equipó a los militares con una réplica de la panoplia de Dendra hecha en 1984 en la Universidad de Birmingham —con un peso de 23,32 kilos frente a los aproximadamente 18 kg de la original—, de una espada cruciforme micénica de 1,2 kg y una lanza de madera. Acicalados como guerreros antiguos, fueron sometidos a un esfuerzo máximo de combate en diferentes intensidades de lucha —individuales o subidos a un carro— y de condiciones medioambientales. El experimento mostró que la armadura de Dendra no limitaba la capacidad combativa de su portador ni causaba una tensión severa: solo acabaron exhaustos y con dolor en la parte superior del cuerpo debido al peso de las protecciones.
Potencia mediterránea
El hallazgo de la armadura de Dendra, además de espectacular, fue importante porque cambió dos ideas enraizadas entre los académicos. En primer lugar, se sabía que los micénicos, marinos expertos y bien organizados que ya utilizaban sistemas burocráticos avanzados y la escritura en lengua griega en el siglo XV a.C., tenían una relevante industria armamentística, pero hasta 1960 no se había encontrado ninguna panoplia completa. Por otro lado, el descubrimiento refutó las afirmaciones de que las referencias a armaduras de bronce incluidas por Homero en la Ilíada eran anacronismos y licencias poéticas para que sus héroes se asemejasen a los hoplitas de la época clásica.
"Nuestros resultados sostienen la idea que los micénicos tuvieron un poderoso impacto en el Mediterráneo oriental —como confirman los documentos hititas y egipcios— debido, al menos en parte, a su tecnología de armaduras", escriben los investigadores, que han desarrollado un software de libre acceso que permite simular las condiciones de combate en los más variados escenarios para probar la eficacia de la armadura. "Esto puede ayudar a arrojar una luz muy necesaria sobre uno de los puntos de inflexión más espantosos de la historia: el colapso de las civilizaciones mediterráneas de la Edad del Bronce hacia finales del II milenios, una época de destrucción y convulsiones que marcó el inicio de la Edad del Hierro".
La época micénica se desarrolló entre los siglos XVIII y XII a.C. y se caracterizó por una sociedad avanzada y organizada en torno a estados palaciales urbanizados, con producción literaria y artística propias y una religión que podría considerarse precursora de la griega. La guerra también desempeñó un papel relevante, como manifiestan los hallazgos registrados en la última centuria y media de enormes fortificaciones en lugares como Micenas, su capital, o de tumbas de una élite guerrera inhumada con espadas, lanzas o placas de cascos hechas con colmillos de jabalí. Las pinturas murales o los grabados en piedra cuentan también con imágenes de escudos y luchas de carros.
"Sesenta años después del descubrimiento de la panoplia de Dendra, ahora sabemos que estos registros representan un equipamiento proporcionado por los centros palaciegos a los guerreros de élite", señalan Andreas Flouris y su equipo. "Comprendemos, a pesar de su apariencia incómoda a primera vista, que no solo es lo suficientemente flexible como para permitir todos los movimientos de un guerrero a pie, sino también resistente como para protegerlo de la mayoría de los golpes. Además, nuestros experimentos han demostrado, esperamos que de manera convincente, que la armadura tiene un peso y una estructura que permite un uso prolongado en combate, día tras días, durante hasta 11 horas y sin perjuicio para un portador en forma".