Vista de la Puerta del Sol y la Real Casa de Correos a principios del siglo XIX.

Vista de la Puerta del Sol y la Real Casa de Correos a principios del siglo XIX. Wikimedia Commons

Historia

El oscuro e ilustre edificio de Madrid que fue epicentro de la represión policial durante un siglo

El historiador Pablo Alcántara reconstruye la historia de la Dirección General de Seguridad, el palacio del terror franquista en plena Puerta del Sol.

22 mayo, 2024 08:17

Para los intelectuales y científicos de la década de 1840, la Real Casa de Correos constituía uno de los lugares "más suntuosos que adornan el sitio más concurrido de Madrid". Pero la afluencia a la Puerta del Sol no se debía exclusivamente a los paseos de vecinos y curiosos, sino que el céntrico espacio de la capital se estaba convirtiendo en escenario organizativo de dos fenómenos que iban a definir los siglos XIX y XX: la catarata de protestas y revueltas populares y la emergencia de las fuerzas del orden público.

El edificio que debía coordinar el sistema postal se iba transformando, debido a su centralidad, en un sitio eficaz para acallar tanto los motines civiles como los levantamientos militares. Las leyendas en torno a su construcción casi cobraban un sentido menos fantasioso en este contexto: diseñado originalmente por Ventura Rodríguez, con la llegada de Carlos III al trono el proyecto recayó en el arquitecto francés Jaime Marquet. Durante las obras, en las que se derribó una treintena de viviendas, ocurrió un suceso paranormal.

Según las crónicas, los trabajos se pararon ante los rumores de que existían presencias fantasmagóricas y ruidos extraños en la zona. Pero los golpes se acentuaron y los andamios siguieron moviéndose. "Debéis parar las obras, pues tal casa que estáis levantando pertenece al infierno, que para concebirla se ha llamado a un endemoniado arquitecto francés", aseguraba una voz de ultratumba que reflejaba el sentimiento antigalo que imperaba en la época entre los madrileños. Un sacerdote tuvo que realizar un exorcismo y formar parte de la cuadrilla para que los obreros concluyesen la Real Casa de Correos en 1778, reconvertida a Ministerio de la Gobernación en 1847.

Revueltas populares durante la Vicalvarada en 1854 frente a la Real Casa de Correos.

Revueltas populares durante la Vicalvarada en 1854 frente a la Real Casa de Correos. Wikimedia Commons

Desde entonces hasta la Transición su historia está ligada a las políticas represivas estatales, con un capítulo especialmente tenebroso: la dictadura de Franco, cuando entre los muros que hoy acogen la sede de la Comunidad de Madrid se estableció la Dirección General de Seguridad. "Es un edificio que no solo moldea la historia de Madrid, sino también la de España", explica Pablo Alcántara, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid y autor de La DGS. El palacio del terror franquista (Espasa).

Si en La Secreta de Franco (2022) arrojaba luz sobre la historia de la oscura Brigada Político-Social con información inédita procedente de los expedientes de los agentes, ahora reconstruye la biografía de uno de los edificios en donde la guardia pretoriana del régimen llevó a cabo algunos de los episodios más bestiales de torturas y asesinatos. Pero lo más novedoso del ensayo consiste en subrayar esa extensa relación de la Real Casa de Correos con la violencia política en la España contemporánea.

La Real Casa de Correos iluminada con la bandera de España durante el día de la Constitución de 2022.

La Real Casa de Correos iluminada con la bandera de España durante el día de la Constitución de 2022. CAM

"La época franquista no tiene parangón, pero hay antecedentes de esta represión policial en la monarquía isabelina, en la Restauración, momento en el que aparecen las primeras brigadas para combatir al anarquismo y al movimiento obrero, o en la dictadura de Primo de Rivera", expone el historiador. Frente a ese legado como epicentro represor se contrapone el de la Puerta del Sol como escenario de rebelión —las primeras referencias en este sentido se remontan a los comuneros de Castilla— y de oposición y lucha, desde la proclamación de la Segunda República hasta el Movimiento 15-M.

El "Belsen español"

En la mañana del 12 de noviembre de 1912, el anarquista Manuel Pardinas, que supuestamente iba a atentar contra el rey Alfonso XIII, se encontró cara a cara con José Canalejas, entonces presidente del Consejo de Ministros, frente a la librería San Martín, en la misma Puerta del Sol, y le descerrajó dos tiros por la espalda. Un par de semanas después del asesinato, la DGS, cuyas raíces se extendían hasta mediados del siglo anterior, volvió a instaurarse con el objetivo de centralizar los esfuerzos de los distintos Cuerpos de Vigilancia y Seguridad y hacer que todos respondieran a un criterio "único y uniforme"

La Puerta del Sol durante la proclamación de la Segunda República. La Real Casa de Correos era el Ministerio de la Gobernación.

La Puerta del Sol durante la proclamación de la Segunda República. La Real Casa de Correos era el Ministerio de la Gobernación. BNE

"Ese es el momento en el que la DGS coge fuerza: las autoridades se ven sobrepasadas por el auge del movimiento obrero y los atentados anarquistas e intentan modernizar y crear una fuerza policial", asegura Alcántara. En esos primeros años las tareas de la institución, todavía instalada en el palacio del Marqués de la Vega de Armijo, en la calle de Victor Hugo —allí permanecería hasta el final de la Guerra Civil—, consistieron en reprimir los movimientos políticos en el interior del país y vigilar la acción de los exiliados españoles en lugares como Cuba o Argentina. Sus actividades se incrementaron durante el régimen primorriverista: la DGS fue quien desterró a Unamuno a Fuerteventura o quien clausuró el estadio del Barça durante seis meses porque los aficionados silbaron el himno español antes de un partido benéfico.

En el franquismo, la Real Casa de Correos pasó a conocerse como el "Belsen español", en referencia al campo de concentración nazi y a las torturas practicadas, sobre todo por los agentes de la Brigada Político-Social. "Así lo decía la propia oposición antifranquista, fue una forma de hablar de este edificio como un lugar de represión", recuerda el historiador. "Para la mayoría de los detenidos entrar allí era hacerlo en el palacio del terror: sabían que iban a pasar varios días en los calabozos y que los iban a torturar, a insultar, a golpear, a interrogar durante horas sin poder dormir... Podían pasar tres días o más si se aplicaba el estado de excepción. Ese era el trato estándar, pero hubo personas que murieron o que se cayeron por las ventanas".

Portada de 'La DGS'.

Portada de 'La DGS'. Espasa

La lista de algunos de los represaliados —el número total resulta a todas luces imposible de calcular— es de sobra conocida: el dirigente comunista Julián Grimau, el president Lluis Companys, el socialista Tomás Centeno, el estudiante Enrique Ruano, el poeta Marcos Ana, el sindicalista Marcelino Camacho... incluso Santiago Carrillo fue llevado a los calabozos del edificio en diciembre de 1976. Alcántara menciona otros casos menos conocidos, como el de Pedro Pastor, un antiguo miembro de Falange cuya "moral muy deficiente" lo había llevado a la cárcel, que murió en la DGS por agotamiento y avitaminosis; y recuerda que al escritor Fernando Arrabal lo encerraron por firmar un libro con la siguiente dedicatoria: "A Antonio, me cago en Dios, en la patria y en todo lo demás".

El historiador presenta en el libro el organigrama de la DGS, una documentación conservada en la Fundación Francisco Franco. "Era una policía estructurada que se utilizaba para el control de la población, no solo de la oposición antifranquista", detalla.

"Aunque cada vez sale más en la prensa, es verdad que se ha intentado borrar lo que fue el pasado de este edificio. Hay placas a los héroes del 2 de mayo, a las víctimas del 11-M y a las de la Covid-19, pero ninguna que recuerde que allí se torturaba a militantes antifranquistas", lamenta el historiador, que propone hacer una exposición en el propio edificio. En la obra se incluyen ejemplos en este sentido de lugares de memoria, como la cárcel Modelo de Barcelona o el Museo do Aljube de Lisboa, antaño uno de los principales centros de detención de la policía política de la dictadura de Salazar.