Las desoladas ruinas de la ciudad romana de Acinipo se encuentran a poco más de mil metros de altura, sobre una mesa de roca caliza a media hora en coche desde el centro de la malagueña ciudad de Ronda. Aún hoy, su gran teatro sigue cumpliendo a la perfección la tarea para la que fue construido hace más de 2.000 años al atrapar como un imán las primeras miradas de los turistas.
"Es uno de teatros romanos mejor conservados de la Bética y de Hispania, aún mantiene el frente escénico [la parte elevada], que es lo primero que suelen perder. Se sitúa en la parte más alta de la ciudad, controlando el valle del Guadalquivir y el tránsito desde la costa hasta el interior. Está hecho para ver y que se lo vea en varios kilómetros a la redonda. Roma fue muy hábil políticamente y con estas construcciones demostraba su poder", explica a este periódico Pilar Corrales Aguilar, profesora titular del Área de Arqueología de la Universidad de Málaga.
Allí no solo se escenificaban obras de Plauto o las comedias más vulgares y sencillas de mimos y pantomimos, adoradas por la plebe. Algunas "procesiones" dedicadas al culto imperial o a ensalzar sus victorias comenzaban o terminaban en su escenario que, en tiempos de campaña electoral, servía también para realizar mítines políticos de las diferentes magistraturas.
Espectáculos y termas
Semiexcavado en la roca en la segunda mitad del siglo I a.C., en tiempos del emperador Augusto, el teatro tenía capacidad para los habitantes de Acinipo y sus alrededores, una población de cerca de 1.000 personas. Sin embargo, el recinto contaba con el doble de gradas destinadas a gente más o menos pudiente, que tenían derecho a llevar togas y el privilegio de disfrutar de los actos sentados cómodamente.
Los más pobres, que debían esperar alguna fecha señalada para disfrutar de entradas gratuitas en alguna de las fiestas o celebraciones, debían apiñarse de pie en el gallinero, que no ha logrado soportar el paso del tiempo. "Cada uno se sentaba en el lugar que le correspondía según su posición social", apunta Corrales Aguilar, directora de un proyecto de investigación sobre el yacimiento y el paisaje antiguo de la Serranía de Ronda.
El otro desahogo con el que contaban sus habitantes, las termas, se abastecían aprovechando varios manantiales naturales del lugar. Allí debatían sobre política, cerraban negocios, charlaban amigablemente, hacían gimnasia en su palestrae y nadaban en sus piscinas.
En el siglo IV d.C., un presbítero cristiano de Acinipo aparece mencionado en el Concilio de Eliberis (Granada), por lo que aún era una ciudad de cierta entidad, al menos hasta que una centuria después sus últimos habitantes se marcharon. Para entonces, las risas de su teatro y el rumor del agua de las termas hacía tiempo que se habían apagado para siempre.
"El teatro y las termas en el siglo III d.C. estaban ya en proceso de abandono. Eran muy caros de mantener y las élites preferían invertir en villas rurales. La ciudad se fue transformando; monumentalmente pierde relevancia y sus edificios públicos pasaron a usarse como cantera de donde sacar sillares. Ya habían cumplido su papel", explica la arqueóloga de la Universidad de Málaga.
Presente y futuro
Las ruinas de la ciudad admiradas por viajeros y curiosos al menos desde los siglos XV y XVI comenzaron a ser estudiadas de forma desordenada en la década de 1980. Una gran parte de su historia aún permanece oculta. Toda la meseta está cubierta de majanos, montículos de piedra de viejos edificios que los arados fueron incapaces de sortear en sus labores agrícolas.
"En realidad conocemos muy poco de la ciudad más allá de sus termas, su teatro y un par de casas y eso es lo que nos ha motivado, instigados por el Museo de Ronda, a excavar el lugar de forma sistemática dentro de nuestro proyecto", apunta la arqueóloga que, junto con su compañero Manuel Moreno, profesor de Arqueología de la Universidad de Málaga, planean comenzar este verano las primeras prospecciones geofísicas y geomagnéticas para estudiar las posibilidades del yacimiento y no excavar a ciegas.
En un principio pretenden buscar estructuras desconocidas como el templo y la curia de su foro, el corazón político y administrativo de la misma. "Seguramente también nos encontremos con espacios domésticos, templos, su necrópolis al exterior de la ciudad, partes de la muralla... Tenemos muchos frentes abiertos y un tiempo limitado", avanza la arqueóloga.
Uno de los frentes que más preocupan a los investigadores es el de la difusión y puesta en valor del lugar. A pesar de su cercanía a la ciudad de Ronda no hay servicios de transporte público hasta el yacimiento, carece de centro de recepción de visitantes y la caseta donde se refugia el guardia y los baños ofrecen un aspecto "casi desolador".
Además, sus carteles de información están anticuados y, curiosamente, de los pocos visitantes que se interesan por Acinipo muy pocos vienen de Ronda. La mayoría lo hacen desde Alemania, Australia y EEUU. "Tiene categoría de Bien de Interés Cultural y es propiedad de la Junta. Hace unos años estaba en la Lista Roja del patrimonio español y la Junta comenzó a preocuparse por el yacimiento. Este es un proyecto en el que las instituciones se tienen que volcar", cierra Corrales Aguilar.
¿Un etrusco en Acinipo?
La cima de 32 hectáreas esconde numerosos vestigios de las diferentes poblaciones que allí vivieron a lo largo de la historia. Abandonada de forma misteriosa en el Bronce Final no volvió a ser poblada hasta el siglo IV a.C. por los íberos. Este oppidum entró en contacto con Roma sobre el año 206 a.C., momento en el que, antes de su transformación urbana, comenzó a acuñar monedas de bronce grabadas con el nombre de la ciudad y decoradas con racimos de uvas y espigas de trigo.
Una de ellas, acuñada en el siglo II a.C., menciona a un tal Lucio Folceo o Folcenio, uno de sus primeros magistrados. Las investigaciones indican que este edil era originario de Etruria, una región que en aquel momento llevaba dos siglos conquistada por Roma y estaba plenamente romanizada.