El primero de los cráneos, que todavía conserva la mandíbula, es el de un hombre de entre 30 y 35 años que vivió en algún momento del Reino Antiguo de Egipto, entre 2687 y 2345 a.C. El otro corresponde a una mujer más mayor, que superaba los 50, y que habitó en época saíta-persa (664-332 a.C.). Conservados hoy en día en la Universidad de Cambridge, en el laboratorio Duckworth, una de las colecciones de antropología biológica más grandes del mundo, lo poco que se sabe de estos restos humanos es que fueron recuperados en la zona de Guiza y enviados a Inglaterra a principios del siglo XX. Sin embargo, su revisión con nuevas técnicas de estudio ha desvelado un hallazgo extraordinario en la historia de la medicina.

Hasta ahora se sabía que los antiguos egipcios podían identificar, describir y tratar enfermedades y lesiones traumáticas, fabricar prótesis y colocar empastes dentales. Pero al parecer, también intentaron abordar otras condiciones como el cáncer. Según los resultados de un estudio que ha analizado los cráneos con análisis microscópicos, ambos presentan evidencias de intervenciones quirúrgicas relacionadas con tumores cancerosos.

"Esto revela que los antiguos egipcios no solo reconocían el cáncer, sino que también intentaban comprenderlo y, posiblemente tratarlo mediante cirugía. Este hallazgo cambia nuestra comprensión de la historia de la medicina, mostrando que la oncología quirúrgica tiene orígenes mucho más antiguos de lo que se pensaba", explica a este periódico Edgard Camarós, paleopatólogo de la Universidad de Santiago de Compostela y uno de los autores del artículo científico publicado este miércoles en la revista Frontiers in Medicine.

Marcas de corte en el cráneo 236. Tondini, Isidro, Camarós, 2024

El más antiguo de los cráneos, bautizado con el número 236, presentaba una lesión de gran tamaño compatible con una neoplasia, una masa anormal de tejido que aparece cuando las células se multiplican más de lo debio o no se mueren cuando deberían. Además, se observó una treintena de lesiones metastásicas pequeñas y redondas repartidas por toda la calavera. Sin embargo, lo más soprendente que se vio en las imágenes fue una serie de marcas de corte alrededor de la zona dañada que probablemente fueron realizadas con un objeto punzante, como un instrumento metálico.

"La finalidad del cirujano egipcio al realizar las incisiones podría haber sido intentar tratar el tumor o explorar la enfermedad para entenderla mejor, dependiendo de si las incisiones se realizaron en vida o después de la muerte del enfermo", reflexiona Camarós. "Y es que es difícil determinar si estas incisiones se realizaron en una persona viva o después de su muerte, por lo que se consideran cortes perimortem. Sin embargo, ambas posibilidades son fascinantes porque muestran un intento claro de intervención médica relacionada con tumores cancerosos".

Según confirma el investigador, se trata de la intervención quirúrgica documentada hasta la fecha más antigua vinculada con lo que hoy en día llamamos cáncer, no solo en el Antiguo Egipto, sino de la historia. "El descubrimiento de estas incisiones quirúrgicas en relación con tumores cancerosos muestra un nivel de sofisticación y curiosidad médica que no se había evidenciado antes", subraya.

El otro cráneo (E270) también presenta una importante lesión compatible con un tumor canceroso que provocó destrucción ósea. Además, los análisis en el laboratorio han identificado que este individuo femenino sufrió otras dos heridas traumáticas. Una de ellas se produjo probablemente por un arma punzante en un episodio violento a corta distancia. Ambas lesiones, que lograron ser curadas, podrían evidenciar que esta mujer recibió algún tipo de tratamiento que le permitió sobrevivir.

Cráneo de una mujer de más de 50 años dato entre 663-343 a.C. Tondini, Isidro, Camarós, 2024

"¿Estuvo involucrada en algún tipo de actividad bélica? Si es así, debemos repensar el papel de las mujeres en el pasado y cómo participaron activamente en los conflictos durante la Antigüedad", analiza Tatiana Tondini, investigadora de la Universidad de Tubinga (Alemania) y coautora del estudio. Reconoce, no obstante, que el estudio de restos óseos implica una serie de desafíos que dificultan las afirmaciones categóricas: "En arqueología trabajamos con una porción fragmentada del pasado, lo que complica un enfoque certero".

Uno de los objetivos principales del estudio radicaba en tratar de arrojar luz sobre la aproximada cantidad de casos de cáncer en la Antigüedad, una condición que ha estado presente en los seres humanos desde el principio. "Aunque la prevalencia exacta es difícil de determinar, la evidencia sugiere que el cáncer no era tan raro como se suele pensar", afirma Edgard Camarós. "Este descubrimiento ayuda a cambiar el paradigma de que el cáncer es una enfermedad exclusivamente moderna".