La rebelión que estalló en el invierno del año 52 d.C. obligó a Julio César a afrontar los mayores retos de su gobierno de las Galias. Liderados por el arverno Vercingétorix, grupos enteros de nativos se congregaron para defender la causa de la libertad. Se les empujó a practicar una política de tierra quemada para reducir los recursos de los romanos. La tribu de los bituriges, por ejemplo, quemó veinte poblados en un día, aunque se negaron a sacrificar Avárico, su asentamiento más próspero e importante, y hasta allí se desplazaron las legiones de futuro dictador.
Hambrientos ante la falta de alimentos, el primer asalto de los soldados de César al oppidum fracasó debido a las poderosas defensas del sitio. El cónsul ordenó entonces la construcción de una pasarela o terraplén de madera que sobrepasase las fortificaciones, plan que también falló: los obstinados galos la incendiaron con grasa y brea. Un día de lluvia, las torres de asedio lograron aproximarse a las murallas y los romanos atacaron al unísono. Avárico cayó y toda su población fue arrasada, incluyendo mujeres y niños. Según el propio general, de los 40.000 habitantes de la ciudad solo lograron escapar unos 800.
La historia de esta batalla, una de las más destacadas de la guerra de las Galias, se esconde hoy en día bajo la moderna Bourges, en la región francesa de Centro-Valle de Loira. A varias decenas de kilómetros de este enclave, en la localidad de Villedieu-sur-Indre, unas excavaciones arqueológicas han sacado a la luz un extraordinario hallazgo que podría remontarse a la época del enfrentamiento entre las tropas de Julio César y las tribus galas: los restos de 28 caballos depositados de forma cuidadosa en una serie de pozos funerarios.
Aunque las prospecciones realizadas por los arqueólogos del Instituto Nacional de Investigación Arqueológica Preventiva (INRAP) han documentado un yacimiento tardoantiguo con diversas estructuras, fosos y hasta un camino, los niveles estratigráficos más bajos han desvelado un desconcertante misterio: ¿por qué se enterraron esos animales ahí y además con tanto mimo? Las dataciones radiocarbónicas han fechado los restos ente el siglo I a.C. y el I d.C. Sin embargo, a la espera de los resultados de los análisis genéticos, los investigadores solo pueden por el momento lanzar interrogantes.
"Creemos que, debido al lugar donde fueron enterrados, se pueden relacionar con la guerra de las Galias librada por Julio César en el siglo I a.C., pero esto sigue siendo solo una hipótesis", ha explicado Isabelle Pichon, directora de los trabajos arqueológicos. "Sabemos que hubo una batalla importante y que el Ejército romano pasó no muy lejos de aquí, pero tenemos muy pocas evidencias sobre ello. Hasta ahora no hemos encontrado nada que indique cómo murieron los caballos. Sin embargo, no podemos excluir que se trate de un entierro ritual a pesar de que no se haya descubierto ningún ajuar".
¿Un sacrificio?
De momento solo se ha completado la excavación de dos de las fosas. La primera contenía los esqueletos de 10 équidos completos, acostados sobre su lado derecho, con la cabeza en dirección sur y organizados en dos filas con dos niveles. La posición de los cuerpos y las conexiones óseas muestran que fueron enterrados simultáneamente, muy poco tiempo después de su muerte y de forma delicada. El estudio arqueozoológico ha mostrado que se trata de ejemplares pequeños, de 1,20 metros de altura, que sería característico de la ganadería gala de hace dos milenios. Otro dato relevante es que todos son machos y adultos mayores de cuatro años.
Ambos enterramientos —en el segundo tan solo se inhumaron dos caballos con las mismas características— también incluyen una pareja de perros de tamaño mediano que recibieron un tratamiento similar, aunque con la cabeza en dirección oeste. Si bien la excavación de los otros espacios se encuentra todavía en marcha, la documentación de cráneos y huesos de cadera apunta a un número de al menos 28 équidos, según ha informado el INRAP en una nota de prensa.
Los investigadores descartan que la postal arqueológica sea el resultado de una epidemia. Apuntan más bien a un sacrificio o a unos animales que murieron en batalla y por eso fueron enterrados de manera especial. En otros yacimientos galos localizados más al sur, en la meseta de Gergovia, la antigua capital de los arvernos y donde Julio César fue derrotado, también se han encontrado espacios funerarios similares: en Gondole se identificó una tumba rectangular con los cuerpos de ocho guerreros de la Edad del Hierro y sus monturas. En l'Enfer los restos de 53 caballos se distribuyeron en cinco fosas.
La hipótesis del ritual la refuerza el hecho de que todos los animales son machos, lo que constituiría un importante sacrificio a nivel de recursos. El enterramiento de Gondole de hecho se ha interpretado también como el suicidio voluntario de los soldados de un supuesto rey celta que habría sufrido una muerte violenta. A falta de más datos, los descubrimientos de Villedieu-sur-Indre sirven para reconsiderar las prácticas religiosas y funerarias de finales de la Edad del Hierro y comienzos de la época galorromana.
"Sabemos que los galos tenían caballos pequeños de estos tamaños, pero también algunas unidades de auxiliares romanas, así que esperemos que las muestras de ADN que hemos obtenido nos den alguna respuesta", ha señalado la arqueóloga Isabelle Pichon. "Es un hallazgo extraordinario por su rareza, pero es un misterio. Lo que sabemos es que los caballos fueron enterrados con especial atención. No los arrojaron simplemente a la fosa, sino que los trataron con cuidado y respeto". Resta la difícil misión de averiguar por qué fue así.