Las termas de Bath, localizadas en el condado de Somerset, son uno de los grandes atractivos de la antigua Britania romana. Construidas a partir de mediados del siglo I d.C. en torno a un santuario dedicado a la diosa Sulis-Minerva, sus aguas, además de espacio de socialización y ocio, eran famosas por sus propiedades curativas. Incluso se han conservado inscripciones que narran que los legionarios destinados a este extremo del Imperio acudían a este lugar para tratar sus dolencias. Los vestigios de este templo y de la pretérita ciudad de Aquae Sulis sobreviven en la actualidad bajo un monumental complejo neoclásico erigido en el siglo XVIII.

Diversos estudios han revelado que las aguas termales de los baños de Bath proceden de la lluvia que cae sobre Mendip Hills. Calentadas por la energía geotérmica y enriquecidas por minerales, alcanzan los 42ºC en la piscina del llamado "Baño del Rey" y los 30ºC en el "Gran Baño", una piscina enorme de 1,6 metros de profundidad que en la Antigüedad estuvo cubierta por una bóveda de cañón que se alzaba a unos 20 metros. El complejo estuvo abierto al baño público —hasta se celebraba anualmente un evento de natación y baile— hasta 1978, cuando se cerró por motivos de salud.

Una nueva investigación realizada por científicos de la Universidad de Plymouth (Inglaterra) ha desvelado ahora otra interesante sorpresa: las termas de Bath conservan una amplia gama de microorganismos que podría ser esencial en la lucha global contra la resistencia a los antimicrobianos, uno de los grandes retos actuales a la salud humana. El trabajo, publicado en la revista The Microbe, es el primero en arrojar un examen detallado de las comunidades de bacterias y aqueas que se encuentran en las aguas del popular complejo.

Cabeza de bronce de la diosa Sulis-Minerva hallada en Bath. Roman Baths

Los investigadores tomaron muestras de agua, de sedimentos y de biopelículas de diferentes espacios de las termas de Bath y las analizaron utilizando las tecnologías más modernas para aislar alrededor de 300 tipos de bacterias. Entre ellas, destaca la presencia de algunos grupos clave con actividad antibiótica. De hecho, algunos de estos microorganismos son capaces de vencer patógenos comunes pero potencialmente mortales como E. coli, una bacteria presente en los intestinos que puede causar graves intoxicaciones alimentarias; o Staphylococcus Aureus, capaz de generar afecciones de la piel, neumonía, meningitis o sepsis y muy resistente a los antibióticos.

"Esta es una investigación realmente importante y muy emocionante. La resistencia a los antimicrobianos se reconoce como una de las amenazas más importantes para la salud mundial y la búsqueda de nuevos productos naturales antimicrobianos se está acelerando", expone Lee Hutt, científico de la Escuela de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Plymouth y autor principal del artículo. Se estima que en la actualidad la resistencia de las bacterias a los medicamentos es responsable de la muerte de 1,25 millones de personas en todo el mundo cada año. Una cifra que podría ascender hasta los 10 millones para 2025 según los cálculos de los científicos.

Hutt subraya que este estudio "ha sacado a la luz por primera vez algunos de los microorganismos presentes en los baños romanos, revelándolos como una fuente potencial de nuevos descubrimientos antimicrobianos". "No es poca ironía el hecho de que las aguas de los baños romanos hayan sido consideradas durante mucho tiempo por sus propiedades medicinales y ahora, gracias a los avances de la ciencia moderna, podríamos estar a punto de descubrir que los romanos tenían razón", añade.

En el artículo, los científicos reconocen que todavía se requieren muchas más investigaciones antes de que los microorganismos identificados en las termas de Bath puedan utilizarse en la lucha contra enfermedades e infecciones a nivel mundial. Sin embargo, aseguran que este estudio inicial pone de manifiesto que existe un claro potencial para explorar más a fondo las aguas termales con dicho fin.

"La gente ha visitado los manantiales de Bath durante cientos de años para realizar ofrendas, bañarse o beber sus aguas. Ya en la época victoriana, el centro de tratamientos de Bath utilizaba las aguas naturales por sus aparentes propiedades curativas en todo tipo de duchas, baños y tratamientos", expone por su parte Zofia Matyjaszkiewicz, coautora de la investigación y responsable de las colecciones del museo del complejo. "Es realmente emocionante ver que investigaciones científicas de vanguardia como esta se llevan a cabo aquí, en un sitio con tantas historias que contar".