El viejo molino de Segovia que convirtió al Imperio español en potencia económica mundial
En 1588 Felipe II construyó una nueva ceca en Segovia. Allí una novedosa máquina venida del Tirol acuñó monedas de gran calidad.
11 junio, 2024 08:33El monarca Felipe II contaba con varias cecas en sus dominios europeos y americanos que acuñaban monedas de oro y plata siguiendo técnicas medievales. En 1580 llegó a sus oídos la existencia de una novedosa máquina, propiedad de su primo Fernando I, archiduque de Tirol, que funcionaba desde 1567 en la ceca de Hall, actual Austria. Conocida como "el Ingenio" era capaz de acuñar en serie gracias a un rodillo impulsado por la fuerza mecánica del agua de forma mucho más rápida y precisa.
Agobiado por los continuos gastos de su corte, la construcción de palacios, jardines y asediado por constantes guerras en Flandes y la preparación de la Armada Invencible, el Rey Prudente pronto se interesó por el portento técnico de la máquina germana. Ordenó a Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial, la búsqueda de un lugar apropiado para albergar su propio "Ingenio". Descartado Madrid por la poca agua del Manzanares, viajó por toda España hasta que encontró un viejo molino junto a las orillas del río Eresma, a las afueras de Segovia, que pasó a propiedad real.
En el conocido Quijote de Avellaneda, su autor afirmaba que esta novedosa máquina escupía reales de a ocho "más redondos que hostias". Nunca se había visto semejante calidad en España. Mientras se preparaba la Real Fábrica de la Moneda, la primera ceca mecanizada de España, en Tirol se construyó un modelo similar que fue transportado en 25 carros hasta Génova y llevado en barco hasta Barcelona, acompañado en todo momento por obreros especializados. En 1585 llegaron a Segovia y comenzaron a producir.
El edificio, abandonado desde 1968, se benefició en 2007 de un ambicioso proyecto de documentación, rehabilitación, musealización y puesta en valor del lugar que perdió su importancia económica a partir de 1868, con la adopción de la peseta. Sin embargo, en el siglo XVI simbolizaba el poder de Felipe II. Entre los profesionales y funcionarios que trabajaron en el complejo del "Ingenio" se encontraban nueve esclavos encargados de las tareas más pesadas como manejar los fuelles de la fragua. Uno logró escapar, cinco enfermaron y el resto fue vendido y no se volvió a emplear mano de obra esclava.
El propio Felipe II se presentó en el complejo industrial que llenó de admiración a sus contemporáneos por la calidad de sus monedas acuñadas "con ruedas hidráulicas, cosa increíble, aún después que se ve, y la facilidad y presteza con que se hace", apuntó el cortesano portugués Pinheiro da Veiga en 1605. Hoy se pueden observar reproducciones de partes de la máquina: varios canales de madera y cuatro ruedas hidráulicas con sus saetines.
Construcción accidentada
"La fundación en España de esta nueva Casa de Moneda es significativa, pues supuso la introducción en Castilla de nuevas técnicas que se aplicaban ya en la fabricación de moneda de otros países europeos y en especial en Alemania y Francia", explica María Ruiz Trapero, catedrática de Epigrafía y Numismática de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo El Real de a ocho: su importancia y trascendencia, publicado en el volumen de la IV Jornadas Científicas sobre Documentación de Castilla e Indias en el siglo XVI.
Juan de Herrera, a pesar de la ayuda de los ingenieros llegados de Innsbruck, partió de cero a la hora de construir el complejo industrial. Nunca se había visto nada semejante en España y además había que aplicar novedosas técnicas de ingeniería hidráulica apenas usadas un par de veces en la Península Ibérica.
Las obras, terminadas definitivamente en 1588, contaron con varios contratiempos. El más irónico de todos fue la falta de presupuesto. "Se necesitan dineros para pagar hierros, clavezones y rejas", se puede leer en un informe elaborado en 1585, año en el que se acuñaron las primeras remesas.
En 1771 se abandonó el "Ingenio", que palideció ante la técnica a volante o balancín en la que las piezas se acuñaban por el anverso y el reverso con dos cilindros en los que se grababa la cara y la cruz de una sola vez. La última reforma, promovida por Fernando VII, consistió en la construcción de una puerta monumental en la ceca que sería abandonada en 1879 y reconvertida en una fábrica de harina que cerró casi un siglo después.
Sueño de reyes y emperadores
Esta ceca segoviana, unida al uso de mercurio para la extracción de plata en las minas americanas de Potosí y Zacatecas, permitió aliviar un poco la asfixiante penuria económica de la Monarquía Hispánica, siempre al borde de la bancarrota en el siglo XVI.
Los reales de a ocho tenían cerca de 27 gramos de plata y estaban grabados con las columnas de Hércules, el lema "plus ultra" y una representación de los dos hemisferios sobre los que regía la autoridad española. Inundaron los mercados, convirtiéndose en una divisa mundialmente aceptada y anhelada. Todas las monedas contaban con la marca de su ceca para diferenciarse y las acuñadas en Segovia se identificaban por un pequeño acueducto.
En el siglo XVIII, los mercaderes europeos usaban los reales casi de forma exclusiva para comprar exóticas mercancías en Levante y en el Extremo Oriente, incluido el inescrutable Imperio chino. La mitad de las monedas en circulación en todo el mundo eran reales de a ocho.
Y es que ya lo escribió en uno de sus poemas satíricos más mordaces Francisco de Quevedo: "Poderoso caballero es don Dinero". Piratas, corsarios, soldados y reyes libraron batallas, mataron, murieron, dirigieron flotas y dedicaron noches de insomnio a estas monedas que movieron el globo y cuyos signos, universalmente reconocidos, fueron copiados por el famoso dólar estadounidense.