En la campaña de excavaciones de 2020 en la vieja ciudad romana de Satala (Capadocia, Turquía) un equipo de arqueólogos del Laboratorio Regional de Ankara desenterró el único ejemplar completo en el mundo de una armadura legionaria romana del tipo lorica squamata, traducida como "armadura de escamas". Según el último comunicado del Ministerio de Cultura y Turismo de Turquía, al año siguiente fue llevada, aún con restos de tierra, a los laboratorios de Erzurum para ser examinada mediante rayos X y una serie de microtomografías computarizadas. 

Los análisis desvelaron que la armadura se encontraba prácticamente intacta a pesar de haberse perdido hace más de 1.500 años. Gracias a este estudio, se pudieron determinar sus dimensiones y algunas de sus propiedades. Tras más de tres años de cuidadoso trabajo de restauración en la Universidad Atatürk de Erzurum, las placas metálicas de la armadura se volvieron a colocar en su sitio, se devolvió su forma original y se montó de nuevo sobre un maniquí. 

"El único modelo completo de armadura lorica squamata conocido en el mundo, que volvió a la vida en manos de expertos del Laboratorio Regional de Restauración y Conservación de Erzurum, ha llegado hasta nuestros días casi sin problemas. Me gustaría agradecer al personal de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Museos que contribuyó a la recuperación de este magnífico artefacto, que abre una ventana única al pasado guerrero del Imperio romano", expresó en su cuenta de X Mehmet Nuri Ersoy, ministro de Cultura y Turismo de Turquía. 

Flexible pero costosa

Este tipo de armaduras fueron muy populares entre los legionarios romanos. Según explica los profesores M. C. Bishop y J. C. N. Coulston en su obra El equipamiento militar romano (Desperta Ferro), esta coraza era utilizada tanto por legionarios como por auxiliares de infantería y de caballería. A partir del siglo III d.C. incluso fue portada por los elitistas pretorianos.

A diferencia de la lorica segmentata, compuesta de placas rígidas y pesadas, la lorica squamata estaba compuesta por multitud de pequeñas piezas metálicas superpuestas una sobre otra y cosidas a un soporte de tela o cuero, lo que las hacía más flexibles y ligeras. Cada escama, normalmente elaborada en bronce o hierro, contaba con pequeños agujeros para permitir su costura.

Aunque eran más fáciles de fabricar que la cota de malla (lorica hamata), exigía un alto coste de mantenimiento para mantener las escamas en su sitio y retirar las que se oxidaban con el tiempo. En la actualidad, encontrar armaduras de legionarios romanos es algo poco habitual. Estas no estaban diseñadas para un único usuario y solían repararse multitud de veces. Cuando los arreglos no eran posibles, las piezas se reciclaban y volvían a fundirse, jamás se abandonaban. 

Fotografía de algunas de las ruinas de Satala, antiguo campamento militar romano. Wikimedia Commons

Una ciudad fronteriza

A pesar del hallazgo novedoso, la presencia de legionarios romanos en la vieja Satala ya era conocida. En el año 72 d.C., el emperador Vespasiano construyó un campamento militar permanente a orillas del arroyo de Aksu, afluente del Kelkit, conocido en la Antigüedad como "río Lobo", que desemboca en el mar Negro.

Ubicado en el cruce de caminos con fácil comunicación con las rutas comerciales a través del Éufrates y Mesopotamia, desempeñó un papel muy importante en las diferentes guerras entre la Urbs y el temible Imperio parto.

En tiempos del emperador bizantino Justiniano I, Satala siguió siendo un importante centro militar para sus conflictos con los persas sasánidas que ya se había convertido en toda una ciudad con termas, teatros, templos y un foro. En el siglo VII, un nuevo pueblo y una nueva religión conquistaron Asia y Oriente Próximo y la ciudad desapareció en el marco de las conquistas árabes.