Entre los años 77 y 76 a.C., Quinto Sertorio, un pretor romano de origen sabino declarado en rebeldía, se revolvía en Hispania luchando contra las fuerzas optimates que obedecían al dictador Lucio Cornelio Sila. Pompeyo, conocido entonces como "el carnicero adolescente", cruzó los Pirineos junto a tres legiones para aplastar de una vez por todas al militar proscrito. El rebelde, en inferioridad numérica, se lanzó sobre la ciudad íbera de Lauro. El recién llegado mordió el anzuelo y marchó a defender a sus aliados pensando que atraparía a Sertorio entre la espada y la pared.
La jugada le salió al revés. En una emboscada perdió 10.000 hombres, una legión entera. Sus tropas estaban cargando mulas y acémilas después de forrajear a cierta distancia de su campamento cuando cayeron sobre ellos. Pompeyo desplegó a sus otras dos legiones para socorrerlos, pero el grueso de sus enemigos estaba a su espalda y solo pudo retirarse. Mientras huía, lleno de rabia, Lauro ardía. Sertorio ordenó saquear la ciudad para humillar a su rival. Así todos sabrían en Hispania que el adolescente no podía proteger a sus amigos.
La ciudad, famosa por las monedas de su ceca, reconocibles por tener grabada la imagen de un joven y un caballo, desapareció de la historia, perdida en una confusa maraña de contradicciones de los textos clásicos que narran las campañas del sabino. Los últimos estudios arqueológicos sugieren que la ciudad íbera se corresponde con las ruinas del yacimiento catalán de Puig del Castell, en el municipio de Cànoves i Samalús (Barcelona).
Vino, monedas y juegos
El oppidum de 4 hectáreas se descubrió en la década de 1950 en la cima de una colina de 630 metros que aún domina la vía que atraviesa la comarca de Vallés. Según apunta Jaume Noguera Guillén, profesor titular de la Universidad de Barcelona y autor del estudio ¿Dónde está la ciudad de Lauro, destruida durante las guerras sertorianas?, el grueso de las monedas acuñadas en Lauro se localizaron en un radio de 30 kilómetros del yacimiento.
Fue fundado en el siglo IV a.C. por los íberos layetanos, una nación famosa por sus vinos incluso entre los exquisitos paladares romanos. Su riqueza venía de la agricultura y el comercio de productos con latinos, cartagineses e incluso griegos, asentados en Emporion, a 100 kilómetros de Puig del Castell, unos cinco días de marcha.
Apenas se conoce mucho de la ciudad que hoy está devorada por un espeso bosque. En algún momento del siglo II a.C. se blindó con una potente muralla cuajada de torres. En ese mismo momento, bajo la colina se situó la villa romana de Can de San Martí, una de las más antiguas de Hispania, por lo que los habitantes del oppidum ya estaban dentro de la esfera de influencia romana.
En uno de los bastiones de la entrada se localizó una tessera lusoria, un hueso inscrito que formaba parte de un juego popular en la cultura itálica, por lo que todo indica que había alguna clase de guarnición romana. En algún momento del siglo I a.C., la ciudad fue abandonada y reocupada por fugitivos hasta la década de los años 50 a.C. Pero la ubicación presenta un problema para ser la ciudad de Lauro arrasada por Sertorio. No hay rastros de cenizas ni de ninguna gran destrucción.
En tierra hostil
"Pompeyo había perdido diez mil soldados en una emboscada y en la lucha posterior, pero aún así el grueso de su ejército estaba intacto. Evidentemente, acababa de ser derrotado y se encontraba en una posición comprometida, pero también hay que tener presente que igualmente era difícil para Sertorio proceder a la expugnación de la ciudad de Lauro con un ejército a su espalda", explica Noguera Guillén en su estudio.
Porque, según defiende el profesor de la Universidad de Barcelona, esta ciudad se situaba al norte del Ebro y no al sur, como defiende la tradición historiográfica sobre la posible ubicación de Lauro. Se llegó a apuntar que estaría ubicada en el yacimiento de Sant Miquel, en Llíria, a 30 kilómetros de Valencia. Sin embargo, aquel lugar se trataría de Edeta, capital de los íberos edetanos que fue arrasada y abandonada un siglo antes de las guerras sertorianas.
El general proscrito de origen sabino había formado una línea fortificada en el Ebro. En algunos de estos asentamientos se han encontrado proyectiles de honda grabados con la inscripción Q. SERTORI. Si el rebelde quería provocar a Pompeyo para caer en una trampa la mejor forma era cruzar sus líneas y asediar una ciudad. Además, no quedaría del todo claro por qué, si Lauro estuvo situada al sur del río, el corazón de los dominios de Sertorio, esta fuese partidaria de Pompeyo. Por lo tanto, a pesar de derrotar al "carnicero adolescente", el rebelde seguía en una zona peligrosa y no podía arriesgarse a un dudoso asalto, por lo que tuvo que llegar a un acuerdo con los defensores.
"Pero la población quedó libre, y Sertorio se limitó a incendiarla, seguramente de un modo más ejemplarizante que efectivo, según Plutarco. Ello nos lleva a pensar que el incendio y saqueo de Lauro fue un acto rápido, una razia, y no un acto sistemático que consistiera en arrasar la ciudad", apunta el profesor de la Universidad de Barcelona. Poco después, el rebelde marchó a sus posiciones al sur del Ebro y Pompeyo a su base en Emporion, donde tramó su venganza.
Sobre el año 75 a.C., el optimate marchó como un trueno y burló las defensas de las ardientes orillas del Ebro y persiguió al rebelde durante años en una costosa guerra de asedios y escaramuzas. El sabino, que para hechizar a sus aliados indígenas afirmó que hablaba con la diosa Diana a través de una cierva blanca, murió apuñalado por sus hombres en una oscura conjura el año 72 a.C. tras más de una década de feroces combates en Hispania.
Se cree que los refugiados de Lauro fueron recompensados de alguna manera por el optimate y por ello volvieron a ocupar, al menos por un tiempo, las ruinas de su ciudad. Su ceca no volvió a emitir monedas nunca más y abandonaron su viejo hogar para buscar suerte en un asentamiento en la llanura. Este podría ser el actual pueblo de Llerona, cerca del yacimiento de Puig del Castell y cuyo nombre puede derivar de la perdida Lauro.
"La propuesta de ubicar la ceca de Lauro en la ciudad ibérica del Puig del Castell (Cànoves i Samalús) implica también localizar en el mismo lugar la Lauro sertoriana. Esperamos que en un futuro esta hipótesis sea confirmada, o desmentida, por el avance de las excavaciones arqueológicas", concluye Noguera Guillén.