Poco después de recuperarse de una grave enfermedad que se extendió por todo el Mediterráneo y creyéndose una suerte de dios, Calígula ordenó que se erigiesen estatuas de él por todo el Imperio romano y creó una nueva orden religiosa para ser adorado. En Alejandría, las imágenes en piedra del emperador se colocaron incluso en las sinagogas, provocando un profundo malestar en la comunidad judía. En el año 37 d.C. se rebelaron y estalló un violento conflicto con la mayoría griega de la ciudad. A principios del invierno de 39 d.C., una delegación de cinco líderes judíos embarcó hacia Roma para pedir ayudar al princeps y revertir las duras medidas adoptadas por el gobernador.
La expedición estaba encabezada por Filón de Alejandría, un historiador y filósofo con contactos en el palacio imperial y que relató este episodio en su obra Legatio ad Gaium. Los judíos tuvieron que esperar varios meses a que Calígula regresase de la Galia, hasta que en algún momento de mayo o junio del año siguiente el emperador los recibió cortésmente en los jardines de su madre, los Horti Agripinae, situados al oeste del río Tíber sobre la ladera del monte Janículo, si bien derivó las gestiones a un funcionario que no les hizo mucho caso.
Los arqueólogos que están excavando la plaza Pía de Roma, a unos pasos del Vaticano, creen haber encontrado el lugar de ese encuentro entre Calígula y la delegación de judíos alejandrinos. Las obras para la construcción de un paso subterráneo para las celebraciones del Jubileo de 2025 han sacado a la luz, que ya habían documentado una lavandería romana al aire libre del siglo II d.C., han sacado a la luz en un nivel inferior los vestigios de una residencia imperial.
Según ha anunciado el Ministerio de Cultura italiano, se trata del basamento de lo que hace dos milenios fue un pórtico columnado que daba a un jardín en un edificio construido entre las épocas de Augusto y Nerón y que en algún momento fue de Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, un apodo que le pusieron los legionarios cuando era un niño.
Además de la información que proporciona la obra de Filón, los arqueólogos han podido relacionar los nuevos vestigios con el que fue emperador romano entre los años 37 y 41 d.C., hasta que fue víctima de una conspiración, gracias a una inscripción localizada en una tubería de agua de plomo (fistula plumbea) con la siguiente leyenda: C(ai) Cæsaris Aug (usti) Germanici.
Este descubrimiento tiene "una importancia histórica considerable", según Alessio De Cristofaro, arqueólogo de la Superintendencia Especial de Roma y director de los trabajos de investigación, porque sitúa la excavación dentro del área de los jardines de Agripina la Mayor, madre de Calígula. "Es probable que esta lujosa residencia fuera heredada primero por Germánico, padre del emperador, luego por su esposa y luego por el propio Calígula", ha explicado el experto. En esta zona unas excavaciones realizadas el siglo pasado hallaron otras canalizaciones con el nombre de Julia Augusta, presumiblemente Livia Drusilla, segunda esposa de Augusto y abuela de Germánico, un general nunca derrotado en batalla y que recuperó dos de las águilas imperiales perdidas en la batalla de Teutoburgo.
No más disturbios
Los trabajos arqueológicos han revelado además una importante serie de losas de campana (terracotas figurativas utilizadas para la decoración de tejados) con escenas mitológicas, reutilizadas como cubiertas para las alcantarillas pero "probablemente realizadas originalmente para cubrir alguna estructura del jardín", según los arqueólogos.
¿Pero cómo acabaron las reclamaciones de Filón y sus compañeros judíos? Durante el verano del año 40 d.C., el emperador volvió a recibirlos mientras supervisaba la construcción de unos baños públicos en el otro extremo de la ciudad, pero esta vez no estaban solos: había una pequeña delegación de la comunidad griega de Alejandría. "En cuanto nos llevaron a su presencia, en el instante en que lo vimos, nos inclinamos hasta el suelo con todo el respeto y la adoración imaginables", narró el historiador.
Pero la respuesta de Calígula los descolocó: "Vosotros odiáis a dios. No os creéis que yo sea un dios. ¡Yo, que ya les he confesado a todas las naciones que soy un dios! Pero vosotros me negáis ese título". Filón y sus compañeros se defendieron diciendo que los judíos de Alejandría habían presentado ofrendas y oraciones por su seguridad tanto cuando ascendió al trono como cuando enfermó, y habían rezado en acción de gracias cuando se informó de su victoria en Germania. "Estos hombres no me parecen tan malvados como desafortunados y necios por no creer que he sido dotado con la naturaleza de Júpiter", concluyó el princeps, ordenando a ambas delegaciones que se retirasen.
El desenlace del episodio no se registró hasta finales del año 41 d.C., con Calígula ya asesinado y Claudio nombrado emperador. Envió una carta diciéndoles a los gentiles de Alejandría que permitiesen que los judíos egipcios viviesen y celebrasen su religión en paz, pero reprendió a estos últimos por haber perturbado anteriormente los festivales religiosos romanos. También prohibió que se asentasen en la ciudad más judíos procedentes del Alto Egipto o de Siria y señaló: "Les ordeno específicamente a los judíos que no provoquen disturbios en busca de más privilegios".