El menhir estaba caído junto a un árbol, en posición horizontal y semienterrado. Llevaba así siglos, incluso milenios, por alguna razón desconocida, pero eso no hizo que perdiese el uso ritual que le brindaron a la enorme piedra de forma cilíndrica y alargada (unos 5,20 metros de longitud y cerca de 1,20 m de diámetro) los habitantes neolíticos del oeste de la Península Ibérica. Cuando la región se conocía con el nombre de Lusitania, algún antiguo romano que vivió en Hispania durante de los siglos III y IV d.C. depositó junto al monumento megalítico una ofrenda religiosa. Quizá pedía ayuda a los dioses para solventar alguna cuestión personal, o tal vez les pidió clemencia para no ser devorado por la crisis que amenazaba la estabilidad del Imperio.
Situado en una colina elevada en el distrito portugués de Évora, en el municipio de Arraiolos, el menhir de Caeira constituye "un ejemplo excepcional" de monumento megalítico tanto en términos morfológicos y artísticos como por los complejos ceremoniales asociados a él. Lo llamativo es que tres campañas de excavación del sitio han desvelado que su uso sacro/religioso no se restringió exclusivamente al Neolítico, sino que se han documentado depósitos intencionales de materiales de otras dos épocas: la Edad del Bronce y la romana.
Los menhires, aislados o en grupo, eran lugares de culto donde se celebrarían ceremonias y rituales de carácter mágico-religioso, probablemente en determinadas épocas del año, como un cambio de estación (solsticios y equinocios). El de Caeira, decorado en dos de sus lados con bajorrelieves que representan cazoletas, motivos circulares y largas líneas onduladas, se erigió hacia principios del Neolítico, hace unos 7.000 años, aunque su datación exacta ha sido imposible ante la ausencia de materiales orgánicos. En la zona circundante se han documentado más monumentos megalíticos funerarios y no funerarios y vestigios de asentamientos de la prehistoria reciente.
Su colapso se debió registrar en algún momento anterior a la Edad del Bronce ya que todos los materiales de esa época o posteriores se han identificado apoyados sobre el menhir. En este momento, se colocaron junto a la base de la piedra docenas de pequeñas cazuelas carenadas, algunas con pequeñas asas. Dicho conjunto presenta algunas características peculiares que conducen a atribuirle un supuesto carácter votivo: son piezas bien cuidadas, de buena calidad y con engobe externo, y se encuentran superpuestas, enteras o poco fragmentadas.
"Como los restos materiales son los mejores elementos para caracterizar el comportamiento de las poblaciones, las deposiciones intencionales alrededor de los monolitos revelan la supervivencia de los cultos a las piedras, independientemente del tipo de culto que se realizaba (funerario o religioso) en la Edad del Bronce", explica Leonor Rocha, profesora de la Universidad de Évora y autora de un artículo sobre el monumento publicado en la revista Complutum.
¿Cultos secretos?
La ocupación romana consistió en depositar alrededor del menhir docenas de fragmentos de cerámica común, cerámicas finas, ánforas, un pequeño objeto metálico, seguramente una hoja, y un conjunto de 17 monedas del periodo imperial, datadas entre los siglos III y IV d.C. Hasta ahora se conocían casos en la misma región de Portugal de otros monumentos prehistóricos que fueron fuentes de materia prima para diversas construcciones, con lo que muchos de ellos terminaron siendo truncados, transformados y retirados para ser utilizados como contrapesos de prensa, sillares o columnas.
"Si en algunos casos es cierto que hubo una destrucción intencional de los menhires durante el periodo romano, en otros los datos apuntan a una situación completamente opuesta, es decir, no solo se mantiene como un lugar religioso, sino que incluso se realizan ceremonias junto a ellos, con el depósito de piezas de cerámica y monedas", valora Rocha. En una de las obras de Estrabón se confirma que en Hispania había cultos alrededor de las piedras en el actual territorio portugués y de ello se desprende que Roma fue bastante tolerante con los dioses indígenas, al menos hasta su cristianización.
El menhir de Coira, así como varios ejemplos más del distrito de Évora con evidencias de un uso ritual en época romana, se encontraban además alejados de los principales centros urbanos. Una posible explicación, según la investigadora, es que si estos cultos religiosos se celebraban en los siglos III-IV d.C. cerca de piedras, sería conveniente efectuarlos en lugares más remotos al no estar autorizados por el poder político y religioso romano. Un curioso ejemplo la heterogeneidad del mundo de las creencias en el mundo antiguo.