Rodeado por las montañas del norte, al pie de imponentes farallones y ambos márgenes del arroyo de Barrunta, un grupo reducido de personas entre los siglos VII y XI d.C. excavó en la roca caliza cerca de 13 cuevas artificiales que convirtieron en su hogar. Algunas cuevas no eran más que agujeros abiertos en la pared. En otras se excavaron hasta 2 iglesias y viviendas de más de una estancia.

Habitado en dos fases diferentes, un equipo de investigadores internacional y multidisciplinar acaba de analizar el ADN de 33 personas enterradas en el yacimiento cuando este fue ocupado. Buscaban entre sus huesos desvelar como afectó a esta comunidad cinco siglos de cambios demográficos, políticos y sociales que sacudieron toda Hispania además de conocer las posibles enfermedades que padecieron.

Sus resultados "revelan intrincadas relaciones familias y continuidad genética en el seno de la población consanguínea, al tiempo que identifican varias zoonosis indicativas de interacciones estrechas con animales", explica Ricardo Rodríguez-Varela, miembro de la Universidad de Estocolmo y autor principal del último estudio publicado en la revista Science Advances. En uno de aquellos 33 individuos se identificaron restos de una cepa de la viruela documentada en el norte de Europa, lo que altera las visiones tradicionales que se tenían sobre esta mortal enfermedad que aterrorizó al mundo durante siglos.

Interior de la necrópolis de Las Gobas. Junta de Castilla y León

El hallazgo de esta cepa antigua "sugiere que el virus llegó al individuo de Las Gobas desde Europa en lugar de las rutas islámicas [del norte de África], lo que era una de las ideas predominantes sobre cómo llegó la viruela a Iberia", explican en el artículo.

En los siglos que estuvo habitado Las Gobas, la Península Ibérica vivió un periodo sumamente agitado de conflictos e invasiones. En el año 711 un ejército islámico al mando del caudillo Tariq Ibn Ziyad derrotó al rey Rodrigo en las montañas Transductinas y conquistó gran parte de Hispania. El estudio ha desvelado que está expansión del Califato omeya apenas afectó a la genética de la población de Las Gobas, de los que solo se detactaron 6 individuos con más de un 10% de genes norafricanos.

Ilustración idealizada de enterramientos en Las Gobas. Junta de Castilla y León.

Signos de violencia

En el yacimiento rupestre se identificaron dos fases de ocupación relacionadas entre sí. El ADN de la primera población, datada entre los siglos VII al IX d.C., presentaba muchas semejanzas con la población ibérica y de la Edad del Hierro en la zona y apenas tenía evidencias de contactos con poblaciones romanas o del norte de África u oriente. 

El grupo de esta primera fase además destacó por ser muy cerrado y endogámico. Las calaveras de dos varones adultos presentaban signos de violencia provocados por una espada. "La presencia de consanguinidad y violencia en las etapas tempranas de la necrópolis, junto con las pocas variaciones observadas en el cromosoma Y, nos lleva a pensar en la posibilidad de que el lugar fuera habitado en el siglo VI d.C. por un pequeño grupo endogámico y patrilocal que podrían haber sido, por ejemplo, miembros de una élite local con experiencia militar", señalan en el estudio.

Una de las viviendas rupestres. Junta de Castilla y León

Enfermedades 

Por su lado los individuos de la segunda fase, entre los siglos X y XI, dejaron de usar Las Gobas como un centro de habitación y lo usaron como granja y cementerio. Seguían relacionados con la primera fase pero presentaban menos signos de endogamia y están más relacionados con una comunidad rural dedicada a labores agrícolas. 

A consecuencia de este contacto tan cercano con animales de granja, un estudio metagenómico detectó en algunos individuos evidencias de enfermedades. La más común era producida por la bacteria E. rhusiopathiae que causa una infección en la piel provocada comúnmente al manejar carne con alguna herida abierta. Otra bacteria que se observó fue la Y. enterocolitica asociada al consumo de carne de cerdo mal cocinada; y la L. interrogans, otra bacteria presente en el agua contaminada por orina animal. 

"Además de explorar la composición genética y las condiciones sanitarias de la comunidad de Las Gobas, nuestro estudio confirma la distribución paneuropea de la viruela en la Edad Media y aporta valiosos datos sobre el intrigante rompecabezas histórico de su entrada en Europa. (...)", indica Rodríguez Varela sobre el individuo que documentaron con evidencias del virus y que vivió sobre el año 993 d.C. 

"Dada su capacidad infecciosidad y el largo periodo de incubación de la enfermedad, es probable que se produjeran migraciones a pequeña escala a distintas partes de Europa en momentos diferentes", concluye el estudio en el que han participado el Centro de Paleogenética de la Universidad de Estocolmo, el Instituto Max Planck de Geoantropología, la Universidad de País Vasco/Euskal Herria Unibersitatea, la Universidad de Burgos y la Sociedad de Ciencias Aranzadi.