En marzo de 1939 la Guerra Civil española estaba cerca de su final tras tres años de crueles combates. La II República agonizaba y el frente se desmoronaba barrido por un huracán, incluso la obstinada Madrid, asediada desde finales de 1936, comenzó a flaquear. Allí, un grupo de militares republicanos liderados por el coronel Segismundo Casado acabaron dando un golpe de estado contra los fieles al presidente Juan Negrín con la esperanza de conseguir una "paz honrosa" con Franco.
Tras varios días de combates callejeros que arañaron a la Puerta de Alcalá, dónde se sumaron a las cicatrices que dejó Napoleón, los golpistas de Casado se hicieron con el poder en la ciudad. El líder sublevado exigió la rendición inmedieta de la capital hambrienta a cambio de dejar huir a Casado y a sus lugartenientes. Estos aceptaron y el 28 de marzo desfilaron en Madrid banderas victoriosas entonando el Cara al sol. Ese mismo día, pero del año 1515, nació Santa Teresa de Jesús, cuya mano izquierda, incorrupta y cubierta por un relicario de plata y joyas acompañó a Franco durante gran parte de la guerra. Más tarde la guardó en su capilla del palacio de El Pardo, su residencia oficial.
Aunque nunca se haya confirmado del todo, se sospecha que la reliquia de la mística, sirvió de inspiración al guionista Jim Starlin y los dibujantes George Pérez y Ron Lim para crear el artefacto con el que el villano Thanos acaba con la mitad del universo en la saga de ficción de Marvel Los Vengadores. El parecido entre la mano incorrupta y el Guantelete del Infinito es innegable, incluso en los huecos de las gemas y rubíes que adornan ambos guanteletes.
Poderes taumatúrgicos
Para los más acérrimos sublevados, imbuidos en aires de Cruzadas nacionales contra las hordas marxistas, aquella reliquia de la mística del siglo XVI, cuyo sepulcro acaba de ser abierto tras más de 110 años, otorgó poderes taumatúrgicos que sin duda ayudaron al general Franco a ganar la guerra. ¿Si no por qué cayó Madrid en el cumpleaños de la Santa? En más de una ocasión, el dictador afirmó que esta incluso se le apreció en sueños, como la virgen de Covadonga.
Llegó a su poder cuando el ejército rebelde conquistó la ciudad de Málaga en 1937. Se ocultaba en el equipaje del coronel republicano José Villalba Rubio. Desde entonces, "Franco jamás se separó de ella, se la llevaba de viaje y en alguna ocasión la colocó en su dormitorio de El Pardo", explica a este periódico Javier Rodrigo, catedrático de la Universidad de Barcelona y autor de Generalísimo (Galaxia Gutenberg).
Aquella reliquia-talismán del dictador que gobernaría España como un cuartel no fue la primera ayuda "sobrenatural" que tendría en su vida. Es conocido que una vez en el poder en más de una ocasión desfiló bajo palio, como las hostias consagradas, y que comenzó a rodearse de reliquias, como la espada de Fernando III de Castilla.
Entre monjas y Alá
Desde que en 1912 comenzó su carrera militar bajo el sol de África y bajo el fuego de los rifeños del norte de Marruecos, pronto se hizo célebre entre las tropas regulares reclutadas en las cabilas amigas. Decían que en fragor del combate las balas le esquivaban y un rumor afirmó que tenía baraka, una suerte de protección divina otorgada por Alá, la misma que también poseía el caudillo Abd el-Krim.
El entonces joven militar gallego tampoco hizo mucho por desmentir aquel mito de la providencia divina y la protección mística. En 1916 resultó herido de un balazo en el abdomen en una escaramuza, pero su leyenda resaltó el hecho de que sobrevivió mientras la mitad de sus hombres murió en una auténtica carnicería.
"Franco se sentía muy vinculado a la estirpe de los santos españoles. En 1959 pretendió crear un gran relicario con la mano incorrupta de Santa Teresa y el apóstol Santiago entre otros en el Valle de los Caídos, pero al final no lo hizo. Tenía una religiosidad muy supersticiosa, de vieja escuela. Eso sí, el no era el único", continúa el catedrático.
En más de una ocasión, las monjas carmelitas de la iglesia de la Merced de Ronda, Málaga, custodias de la mano incorrupta cuando estalló la guerra, pidieron al caudillo que devolviese aquella reliquia. Jamás se le pasó por la cabeza mientras vivió.
En 1582 al poco de morir Santa Teresa en la salmantina Alba de Tormes, fue el padre Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, amigo de la difunta y su director espiritual, el que abrió el sepulcro. Al verlo incorrupto, decidió sacar un cuchillo y cortar la mano izquierda, que envió a las carmelitas de Lisboa hasta que en 1924 estas lo cedieron a sus hermanas de Ronda. Temían perderlo por las convulsiones políticas que atravesaba Portugal.
Y allí sorprendió la Guerra Civil a la reliquia hasta que Franco se hizo con ella. Al final terminó regresando a Ronda. Carmen Polo, esposa del dictador, la devolvió en diciembre de 1975 al poco de quedar viuda. El brazo incorrupto no se había separado del caudillo en 38 años.