El siempre inestable Felipe V, "el Animoso", estaba radiante de alegría cuando el día 25 de agosto de 1707, en plena guerra de Sucesión, nació su tan esperado primogénito en el palacio madrileño del Buen Retiro. La alegría inundó a la corte y el monarca, pletórico y asomó por el balcón a su augusto vástago para presentarlo al pueblo. La reina, María Luisa Gabriela de Saboya, pronto se recuperó del parto y dio gracias a la Virgen de Atocha entre gran pompa y espectáculo. Según los horóscopos astrológicos, iba a ser un gran rey. 

Había nacido Luis, "el Bienamado". Cuando le llegó el turno de reinar en 1724 tan solo tenía 16 años y apenas pudo acostumbrarse al peso de la corona. En solo 229 días de gobierno terminó muriendo de viruela un 31 de agosto, hace 300 años. Aquel reinado relámpago, que le valieron los motes de "el Efímero" o "el rey Silueta", fue uno de los más cortos de la historia de España pero aún así no estuvo libre de polémica. 

Por recomendación de su madrastra Isabel de Farnesio, se casó con una inestable Luisa Isabel de Orleans apenas educada según su condición de princesa. Sus acciones escandalizaron a la corte hispana, regida por una rígida etiqueta. Acostumbraba pasear casi sin ropa, aparecer en bata o lavar azulejos como las criadas. "Suplico a VV. MM. me digan cuándo juzgarán a propósito sea encerrada, dónde será preciso encerrarla y qué personas le destinaré para que estén con ella, pues estoy desolado sin saber lo que me espera", escribió Luis a su padre Felipe V. 

Retrato ecuestre de Luis I de España realizado en el Virreinato de Perú. Museo de Arte de Philadelphia

El Efímero fue apadrinado por su bisabuelo Luis XIV de Francia, "el Rey Sol", pero pasó su infancia jugando con los hijos de los criados y costureras de un palacio escaso en nobles infantes. Por ese motivo, conocía el habla común y las expresiones del pueblo de Madrid, lo que le hizo un monarca bastante popular en la Villa y Corte, al que veían campechano y cercano.

Pero cuando tenía seis años todo se ensombreció. Su madre Gabriela de Saboya murió de tuberculosis en febrero de 1714, el mismo año que su marido ganaba definitivamente España y las Indias tras hacerse con Cataluña en septiembre. Poco después se casó con Isabel de Farnesio, que mantuvo un carácter distante con el entonces príncipe de Asturias. 

Fachada del Palacio favorito de Felipe V. Patrimonio Nacional

Los avances del heredero en el dominio del francés, catecismo, estrategia, diplomacia y demás materias eran celebrados con exagerado entusiasmo, pero, según algunos de sus profesores, era extremamente tímido y enfermizo.

Quizá le aquejaba la misma enfermedad que se llevó a su madre, aventuró el médico de Felipe V, rey que no quiso hacerle caso y aprovechaba siempre podía a llevarse al niño de cacería o a los Reales Sitios. 

Extraña noche de bodas

Felipe V atacado por "una melancolía tan negra que se creyó que iba a morir de un momento a otro", tal como relató una crónica, decidió abdicar en el joven príncipe de Asturias en 1724. En aquel entonces tenía 16 años y llevaba uno casado con Luisa Isabel de Orleans, de trece años.

"No puede afirmarse que mademoiselle de Montpensier [Luisa Isabel de Orleans] sea fea; tiene los ojos bonitos, la piel blanca y fina, la nariz bien hecha, aunque un poco delgada; la boca muy pequeña. Sin embargo, a pesar de todo esto, es la persona más desagradable que he visto en mi vida; en todas sus acciones, ya hable, o coma o beba, impacienta, por lo que ni yo ni ella hemos vertido lágrimas cuando nos hemos dicho adiós", describió a la consorte su "cariñosa" abuela paterna. La relación entre la joven pareja fue extraña... como su noche de bodas. 

Retrato de Luisa Isabel de Orleans según el pincel de Jean Ranc en 1724. Museo del Prado

"En efecto, en España -al contrario que en Francia- no era costumbre ver acostados a los contrayentes, pues los invitados se retiraban llegada una hora prudencial, pero en esta ocasión se le permitió a una parte de ellos acompañar a los reyes y ver en el interior de una estancia a los dos novios acostados en una cama", explica Consuelo Maqueda Abreu, autora de la entrada del monarca en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia (DB-e).

Pasado un rato se corrieron las cortinas, se cerró la estancia y cuando todos los testigos se marcharon, el ayo Restaino Castelmo-Stuart, duque de Pópoli, sacó de la cama al entonces príncipe, "que hubo de retirarse a su cuarto con gran enojo", detalla Maqueda Abreu. 

Un reinado relámpago

Además de sus paseos escasos de ropa que escandalizaban a los cortesanos, comía cualquier cosa y era demasiado aficionada al vino. Su marido, para no cruzarse con ella prefería jugar a la pelota y salir de caza, hasta que un día, harto de sus desmanes, la encerró en el viejo y tétrico alcázar de los Austrias. "Pese a todo, el rey Luis quería a su esposa y temía aumentar el escándalo con el castigo, por lo que la perdonó muy pronto, tras sólo dieciséis días de encierro", explica María Ángeles Pérez Samper, autora de la entrada de la reina consorte en el DB-e.

Pese a la difícil tarea de reinar un Imperio, a la que se dedicaron en cuerpo y alma, la joven pareja en realidad no tenía la batuta del gobierno que ejercían Isabel de Farnesio y Felipe V, aunque este no quisiera. De todas formas apenas estaban asentados en el trono, el joven Luis de apenas 17 años enfermó de viruela el 15 de agosto. 

"La reina Luisa Isabel, que tantas muestras había dado de frivolidad y extravagancia, mantuvo durante la enfermedad de su esposo un supremo ejemplo de generosidad y abnegación, cuidando personalmente a su marido con total entrega, hasta el punto de contagiarse y caer enferma de viruela también ella", explica Pérez Samper. Poco pudo hacer la consorte por su marido que, delirando de fiebre y con terribles dolores de cabeza, falleció en apenas 15 días. 

La muerte de "el Bienamado" apenas siete meses y medio después de subir al trono, ensombreció la mente del cada vez más deprimido Felipe V. Tras aquella extraña sucesión de un padre a un hijo reinó hasta 1746. Una leyenda afirma que su intrigante esposa Isabel de Farnesio reprochó al Borbón su decisión de abdicar en un niño enfermizo y le instigó a recuperar la corona cuanto antes. En cuanto a Luisa Isabel, sobrevivió a la enfermedad y, pese a corregir su comportamiento ya nadie la soportaba. Al año siguiente abandonó Madrid rumbo a Francia, jamás regresaría.