Entre finales de la Edad del Cobre y principios de la Edad del Bronce, hace unos 4.200 años, unas poblaciones de descendientes de pastores esteparios de Europa del Este reemplazaron a la gran mayoría de los varones de la Península Ibérica. Hay varias hipótesis para explicar estos resultados genéticos: una eliminación de los hombres locales de manera violenta o que los invasores trajeran enfermedades infecciosas para las que las comunidades ibéricas no estaban preparadas. Sin embargo, el registro arqueológico y la continuidad de los linajes maternos no cuadran con estas teorías.

Las poblaciones que entraron en la Península Ibérica eran nómadas y tenían una estructura jerarquizada y social que no existía con anterioridad. Esa fuerte estratificación —los foráneos tenían un estatus y unas tasas de reproducción mucho más altos que los hombres locales— es otra de las posibles explicaciones a la desaparición de la huella genética. 

Ahora un nuevo estudio de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad de Murcia regresa a esta polémica y desafía la hipótesis de que la población masculina ibérica fuese sustituida violentamente por grupos guerreros con un componente genético estepario originario del este de Europa. En su lugar, plantean un escenario en el que los grupos con ascendencia esteparia se mezclaron con otros locales que se encontraban debilitados en términos demográficos.

Los "esposos" de Castillejo de Bonete: él era yamnaya y ella, ibérica. Luis Benítez de Lugo y José Luis Fuentes

En el trabajo, publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports, el equipo de investigación ha explorado cómo cambiaron la sociedad y las poblaciones en el sureste de Iberia durante la transición entre las edades del Cobre y del Bronce, centrándose en uno de los aspectos más conocidos: el paso de los enterramientos comunales en la Edad del Cobre a las tumbas individuales y dobles de la sociedad de El Argar, surgida a inicios de la Edad del Bronce, hacia 2200 a.C. El equipo ha examinado una amplia muestra de fechas de radiocarbono (C14) de huesos humanos de las tumbas características de ambos períodos de una quincena de yacimientos.

El primer resultado del análisis sugiere que el cambio de tumbas comunales a individuales se produjo rápidamente. El segundo muestra un pico en el número de muertos enterrados durante 2550-2400 a.C., seguido de un acusado descenso, hasta cifras muy bajas, hacia 2300-2250 a.C. Los investigadores apuntan que estos datos plantean una sugerente clave demográfica.

"Es probable que los habitantes del sureste de Iberia fueran ya muy pocos, hace unos 4.300 o 4.200 años, justo antes de la llegada de poblaciones con nuevos componentes genéticos, conocidas con el adjetivo de "esteparias". Cuando los individuos con ascendencia esteparia se constatan en el sureste peninsular, alrededor del 2200-2000 a.C., simplemente se mezclaron con grupos locales de pequeño tamaño u ocuparon espacios deshabitados", señala Rafael Micó, profesor de la UAB y codirector del Grupo de Investigación en Arqueoecología Social y Mediterránea (ASOME-UAB) que ha hecho el estudio.

Paisaje social diferente

Estudios arqueogenéticos previos ya habían señalado la ausencia de un "sesgo masculino" entre los grupos con ascendencia esteparia peninsulares. "Esto permite plantear un escenario histórico diferente, que no contempla hordas invasoras de guerreros 'esteparios' que habrían aniquilado a los hombres locales y conformado una élite masculina con acceso exclusivo a las mujeres locales", destaca Cristina Rihuete Herrada, también profesora de la UAB y coautora del estudio.

"En los últimos años se ha argumentado que las poblaciones con la llamada 'ascendencia esteparia' emigraron hacia el oeste desde la región que rodea el mar Negro, ayudadas por el caballo y la rueda como nuevas tecnologías, y asaltaron brutalmente Europa occidental", explica Camila Oliart, investigadora de la UAB y coautora del estudio. "En el caso de Iberia, se ha sugerido que los hombres que llegaban de Oriente tenían acceso preferente a las mujeres y que discriminaron o eliminaron a los varones locales, en lo que constituye una interpretación invasionista muy impactante en términos mediáticos, pero tal vez demasiado apresurada".

En el estudio publicado ahora, el equipo de investigación esboza un contexto que puede tener importantes implicaciones para la comprensión de la transición entre el Calcolítico y la Edad del Bronce en el sur peninsular hace 4.200 años, y en el sureste en particular. A lo largo de los dos siglos anteriores a esta fecha, el paisaje social pudo ser bastante diferente al de una pujante Edad del Cobre. Probablemente se caracterizaba por asentamientos más pequeños y una baja densidad de población.

El yacimiento argárico de La Bastida, según una reconstrucción en 3D realizada por Daniel Méndez-Revives.

Desde esta perspectiva, el "colapso" de la Edad del Cobre hace 4.200 años no fue un evento rápido, masivo y perturbador que afectó a una sociedad densamente poblada y poderosa, sino la culminación de dos siglos de dinámica local decreciente.

Este nuevo escenario no implica, pues, la eliminación masiva de los hombres ni la subyugación de las mujeres locales tras una supuesta conquista, señala el estudio. "Los habitantes del sur de Iberia ya eran poco numerosos a finales de la Edad del Cobre y se mezclaron con grupos de ascendencia genética esteparia sin necesidad de una invasión a gran escala. Deberíamos comenzar a barajar explicaciones alternativas", sugiere Miguel Valério, investigador de la UAB y otro de los coautores. "No podemos obviar que la violencia era un ingrediente de la vida social de la Edad del Cobre, pero hasta ahora nada prueba que su final fuera consecuencia de un conflicto generalizado entre poblaciones genéticamente distintas".

Aun así, el equipo de investigación subraya que se necesitan más dataciones por radiocarbono de alta precisión y más análisis genéticos de individuos del final de la Edad del Cobre y de inicios de la Edad del Bronce, sobre todo de la sociedad de El Argar. "Estos datos serán absolutamente cruciales para comprender mejor la naturaleza, la escala y el ritmo de los cambios que tuvieron lugar en la formación de las sociedades de la Edad del Bronce", concluye.

Para llevar a cabo el estudio se han analizado unas 450 dataciones radiocarbónicas correspondientes a individuos enterrados en tumbas de la Edad del Cobre e inicios de la Edad del Bronce de Almería (La Atalaya, Las Churuletas, Los Millares, El Argar, El Barranquete, Fuente Álamo, Gatas, Llano del Jautón, Loma del Campo y Loma de Belmonte), Murcia (Camino del Molino), Granada (Cerro de la Virgen, Panoría), Jaén (Marroquíes Bajos), Sevilla (Valencina de la Concepción) y Évora (Perdigões).