A los conocedores del universo fantástico de Tolkien el nombre de Thorin les recordará al arrogante y bravo protagonista de El hobbit, uno de los últimos reyes enanos. Pero así, Thorin, es como un equipo de científicos ha bautizado a un nuevo neandertal hallado en la Francia mediterránea que puede esconder alguna de las claves para resolver las muy debatidas causas de la extinción de los individuos de esta especie.
Los restos del neandertal, que vivió entre hace 50.000 y 42.000 años en una comunidad pequeña y aislada, se han descubierto en la cueva de Mandrin, una gruta situada en el valle del Ródano y que en los últimos años también está revolucionando la historia de cómo el Homo sapiens conquistó Europa occidental. Lo extraordinario del hallazgo de Thorin es que el ADN que se ha podido extraer de sus dientes —una de las series dentales neandertales más completas del mundo— y los fragmentos de la mandíbula ha desvelado que perteneció a un linaje desconocido que permaneció genéticamente aislado durante más de 50.000 años, hasta su completa desaparición.
"Hasta ahora se creía que en el momento de la extinción solo había una población neandertal que era genéticamente homogénea [y estaba asentada en las modernas España, Francia, Croacia, Bélgica y Alemania], pero ahora sabemos que había al menos dos", explica Tharsika Vimala, genetista de la Universidad de Copenhague y una de las autoras de un artículo publicado en Cell Genomics en el que se presentan los resultados del estudio de Thorin.
Lo más sorprendente para los investigadores ha sido descubrir que la población de Thorin estuvo 50.000 años sin intercambiar genes con otros neandertales. "Tenemos por lo tanto cincuenta milenios durante los cuales dos poblaciones neandertales, que vivían a unos diez días de distancia a pie, coexistieron ignorándose por completo. Esto sería inimaginable para un sapiens y revela que los neandertales debieron concebir biológicamente nuestro mundo de manera muy diferente a nosotros", detalla Ludovic Slimak, arqueólogo y paleontólogo del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) y de la Universidad de Toulouse 3 Paul Sabatier.
Los primeros fósiles de Thorin salieron a la luz en 2015 en la entrada de la cueva —apenas estaban cubiertos por unas pocas hojas y un puñado de arena— y los investigadores han tardado casi una década en tratar de descifrar una contradicción proyectada por los primeros resultados: según la datación de la capa de sedimentos en la que aparecieron los huesos, este neandertal vivió hace 45.000-40.000 años, siendo uno de los últimos de su especie. Sin embargo, el ADN conservado en los huesos evidenciaba que debía ser mucho más antiguo: su genoma era muy diferente al de otros neandertales de esta última etapa y se parecía mucho más al de aquellos que habían vivido hace más de 100.000 años.
Conexión ibérica
Los análisis de isótopos mostraron entonces que este individuo había vivido en una época de mucho frío, como la Edad del Hielo a la que se enfrentaron los últimos neandertales —los primeros habían disfrutado de un clima más cálido—. "Este genoma es un retazo de algunas de las primeras poblaciones neandertales de Europa", subraya Martin Sikora, genetista de la Universidad de Copenhague y otro de los coautores de la investigación. "El linaje que conduce a Thorin se habría separado del de los otros neandertales tardíos hace unos 105.000 años".
Otro de los grandes descubrimientos del estudio es que Thorin no es el único de su linaje: los análisis genéticos han confirmado su relación con otro neandertal encontrado a más de 1.700 kilómetros de distancia, en Gibraltar. Llamado Nana, se pensaba que tenía una antigüedad de 100.000-80.000 años. Sin embargo, ambos individuos vivieron en el mismo momento. "Esto significa que hubo una población mediterránea desconocida de neandertales que se extendió desde el extremo más occidental de Europa hasta el valle del Ródano", enfatiza Slimak, que especula con una migración desde Francia hasta el sur de la Península Ibérica.
El arqueólogo añade el estudio genético sugiere la existencia de otro linaje "fantasma" de neandertales que habría habitado Europa en ese último momento de la especie, pero del que todavía no se han documentado restos materiales. "Comienza a surgir lentamente una historia fascinante en la que el neandertal no es un bloque monolítico, sino que está representado por diferentes poblaciones que solo desarrollaron intercambios poco frecuentes (y a veces nulos) entre sí", valora el autor de El neandertal desnudo (Debate).
La confirmación de la existencia de comunidades neandertales pequeñas e insulares puede resultar clave para entender los motivos de la extinción de esta especie —hasta el momento se han barajado explosiones volcánicas, el cambio climático, radiaciones cósmicas o epidemias devastadoras—. "Siempre es bueno que una población esté en contacto con otras", señala Vimala. "Cuando estás aislado durante mucho tiempo, limitas la variación genética, lo que significa que tienes menos capacidad para adaptarte a los cambios climáticos y a los patógenos, y también te limita socialmente porque no estás compartiendo conocimientos ni evolucionando como población".
Slimak asegura que el gran interrogante que plantea el hallazgo de Thorin es cómo esta población pudo permanecer aislada durante decenas de miles de años a tan poca distancia de otros miembros de su especie: "Algo parece diferenciar profundamente las formas de ser en el mundo de los neandertales y en el de los sapiens, algo mucho más profundo que las meras cuestiones culturales o territoriales. Esto nos enfrenta directamente con el enigma neandertal y, muy posiblemente, a nuestra propia incapacidad para comprender a estas antiguas especies".
Una excavación milimétrica
Para garantizar la conservación de los fósiles de Thorin, los arqueólogos están excavando ese sector del yacimiento de forma muy delicada, con pinzas: un trabajo que se ha prolongado durante los últimos nueve años con una admirable paciencia —tan solo se ha prospectado una ventana de 50 centímetros de largo por 30 cm de ancho— y que continúa en marcha. Hasta ahora, se han descubierto 31 de los 34 dientes que tenía el individuo, así como la mandíbula, fragmentos del cráneo, falanges y miles de huesos diminutos.